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miércoles, julio 23, 2025
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Imperio Chiclana

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El buen trato,un servicio esmerado de Relaciones Publicas y la limpieza son nuestro lema.
Porque soñarlo…. si puedes vivirlo.

Imperio Chiclana.Las mas nuevas instalaciones de la provincia con mas de 500m2 modernas, redecoradas, reformadas y acondicionadas… PENSANDO EN TI!!!!

  • Amplia barra con zona de baile para romper el hielo.
  • 6 HABITACIONES, para elegir donde disfrutar de la velada.
  • JACUZZI, para disfrutar en buena compañia.
  • SAUNA donde podras entrar en calor
  • CAMA REDONDA donde el morbo estara asegurado.
  • CAMAS BALINESAS con un toque chill out.
  • GLORY HOLE y pasillo frances.
  • BAÑOS Y DUCHAS en todas las habitaciones.
  • TAQUILLAS para tus objetos personales.
  • GUARDARROPA para dejar tu abrigo.
  • GRAN TERRAZA para disfrutar al aire libre.

Te lo vas a perder? Visitanos y viviras erl mejor ambiente liberal.

El «caso swinger» (2)

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Las puertas del ascensor se abrieron, cuanto tardaron en hacerlo, años? décadas? siglos? una silueta menuda y siniestra se dibujo mientras yo seguía apoyada contra el espejo, la mujer se atusaba el pelo y recolocaba el sujetador, mientras el patoso de su marido luchaba por sacar su mano de debajo de su falda, su reloj se había enganchado con la goma del tanga, la escena empezaba a ser dantesca… Una mujer entrada en años acompañada de sus tres fieras, caniches, nos miraba atónita sin poder reaccionar, algo que hicieron esos bichos peludos, ladrando a todo ladrar…

– Por Dios, que alguien me saque de aquí!!!

El instinto policial apareció de golpe consiguiendo que su deseo se esfumara. Con aire sensual, cogió la copa de champagne, cruzó las piernas dijo:
-Si, la verdad es que es una chica muy guapa y morbosa… sentí mucho perderme la fiesta del otro dia, supongo que lo pasaríais tan bien como de costumbre…
La rubia cogió la copa y se la bebió de un trago con nerviosismo. A continuación cogió la botella y llenó la copa de nuevo volviendo a beber. Estaba claro que ocultaba algo.
El marido sin embargo mostraba una frialdad que le heló la sangre. Se acercó a Nerea como un felino a su presa, sentándose junto a ella, tan cerca que podía sentir su aliento a alcohol y mientras acariciaba sus muslos en dirección a su entrepierna dijo:
-Seguro que contigo lo pasamos mejor
A continuación acercó su cara al cuello de la inspectora aspirando sonoramente su perfume, paseó los labios por su cuello y al llegar a la oreja le introdujo la lengua. Un sudor frío recorría su espalda. No podía creer que hace unos minutos este tipo la hubiera puesto caliente!! Ahora sentía unas tremendas ganas de vomitar!
Como pudo se deslizó del sofá apartándose de su lado y dirigiéndose a la chica que ahora tenía la cara descompuesta, le acarició el cabello preguntando ¿te encuentras bien cariño?
-Creo que he bebido demasiado en la cena, que os parece si lo dejamos para otro día?

entonces tomó asiento el hombre, que se sentó a su lado muy cerca, ella estaba temblorosa como un flan, el posó su mano sobre su pierna y le susurro al oído que se relajara.
En cambio ella no podía evitar ese nerviosismo, era un hombre muy atractivo, tenía una mirada azul, penetrante, que la volvía loca, le acercó una copa mientras la miraba fijamente a los ojos, ella tomó la copa que temblorosa al tomarla se le derramo un poco deslizándose por su escote, el acaricio suavemente la gota que caía recogiéndola con su dedos, para luego introducirlos en su boca, entonces él le aparto delicadamente el cabello y beso con suavidad su cuello, ella buscaba el cuerpo de aquel apuesto hombre, con sus manos acariciándole las piernas y deslizando sus manos subiendo poco a poco notando como su sexo se endurecía algo que a ella le excitaba, y buscando sus labios, fundiéndose en un beso apasionado…….

Frank! – Espetó la mujer. Puedes venir un momento por favor?… La mujer había cambiado radicalmente su comportamiento, estaba nerviosa, alterada, se medio encendía un cigarro con las manos temblorosas… «Anna, aquí no puedes fumar» – «JODER!» Grito ella a la vez que cogía de la mano bruscamente a su pareja, arrastrándola hasta el cuarto de baño.

Me quedé inmóvil, estaba saturada, ofuscada, mi cabeza no daba más de si en ese momento. Nerea, calma, serénate, piensa, aquí hay datos que no puedes perder, demasiada coincidencia…

Notaba como susurraban, como ella soltaba alguna palabra más alta que otra, entre el cuchicheo sólo pude entender, «llama a Dani» y un «segura que quieres hacer esto?»…

Ese tono no me gustó, Nere, sal de aquí, ya. Cogió su bolso arrastrando lo que había encima de la mesa, a la vez cayó el bolso de la mujer, un móvil rebotó contra el suelo desmontándose en varios pedazos… Nerea estuvo rápida y recogió la parte principal del mismo, mientras les gritaba, «chicos lo siento!!!! tengo que irme!!!!»

Mientras cerraba la puerta pudo escuchar un «Espera!!!»

«Ya te dije, adiós». Di un paso firme hacia adelante, y mi hombro chocó con el pecho de aquel tétrico individuo, el tipo casi no se mantuvo en pié, no creo que esperara chocar con el cuerpo de una «inspectora», lo que me dio camino libre hacia la puerta giratoria…

Me monté en aquel taxi, aun nerviosa, con la adrenalina por las nubes, cómo podía ser tan tonta, nadie sabía de mis pasos, de mi experimento, de mi investigación «privada»…

Bajé las escaleras de casa, vivía en un loft relativamente pequeño, me lo había dejado en herencia un familiar y gracias a eso podía vivir bien con mi sueldo de inspectora, no era para tirar cohetes, pero no tenía gastos fuertes. Había creado una estancia a dos alturas, abajo el día a día, dos metros más arriba, mi cama, controlando todos los rincones de la estancia.

Me senté en la taza del water, no sabía si mi pierna rebotaba contra el suelo por frío o porque no conseguía superar el reciente episodio, mis bragas todavía húmedas colgaban de mis tobillos, las miraba absorta, me hacían recordar… el teléfono… había cogido parte de un teléfono en aquella habitación…

«Albert, soy Nere, puedes pasarte por casa… no, no quiero follar, quiero enseñarte algo… que no, que no son unas bragas nuevas… sí, en 15 minutos?… gracias… un beso»
Albert era un chico más joven que yo, le había detenido en una ocasión por trapichear con teléfonos robados, tenía su gracia, su aquel, se atrevió a invitarme a una copa mientras le quitaba las esposas, me hizo reír… casado, dos hijos, una triste historia a cuestas, aquella copa dio de sí, baile, roces, caricias, besos en una esquina de aquella sórdida discoteca… no quería complicaciones, me gustó como me folló aquella noche, como me hizo mojar la cama, como le dio un uso desconocido por mi hasta la fecha a unas esposas… se había convertido en un amante, habitual? ocasional? que se yo… me daba placer, le daba placer, no quería más.

«toc, toc», era él…

Albert era un tipo muy simpático y atractivo, tenía unos maravillosos ojos oscuros y una mandíbula firme y masculina con una sombra de barba. Cualquier mujer podría babear por el, pero, no sé por qué, en ella habitualmente no surtía el mismo efecto.

Sin embargo aquella noche, al escuchar los golpes en la puerta, empezó a sentir mariposas en el estomago. Estaba nerviosa por todo lo ocurrido en el hotel apenas una hora antes, aunque no quería reconocer la humedad que había entre sus piernas y su abultado y palpitante clítoris bajo los ahora demasiado estrechos vaqueros que se había puesto para reunirse en casa con Albert.

Nada mas abrir la puerta, solo pudo ver una camiseta ceñida de color negro y unos vaqueros descoloridos que cubrían un cuerpo atlético.

– ¿Qué pasa Nerea? , te veo un poco acalorada.

A Nerea le desapareció la sonrisa de golpe. Su misión. Un buen cuerpo, y se había olvidado de la razón por lo que lo había llamado.

– Solo estaba bromeando, no te pongas tan seria – Le aseguro mientras la miraba con sus ojos oscuros y calientes.

– Lo siento, es que estoy un poco nerviosa.

Mientras tanto, en casa de Nerea el ambiente se estaba calentando. Le entregó a Albert los restos del móvil que había cogido en la suite y al rozar sus manos saltaron chispas.

La excitación acumulada en su inconsciente recordaba escenas de cuerpos desnudos, tríos, orgias, pasiones ocultas…

“Nerea le has hecho venir por el caso, céntrate por dios!!”

Pero esos labios carnosos de Albert, tan sensuales… esas miradas… ufff como resistirse? …

sin mediar palabra se abalanzó a besarlo con un deseo irrefrenable. El le respondió con ansia, devorándole la lengua. Se estremeció al sentir su miembro grande y duro presionándole el pubis a través de la ropa. Se sentía excitada como nunca, insaciable, hambrienta de sexo.

BESOS ROBADOS

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Ese día fue especial para mí. La conocía desde la escuela, pero no me había decidido a dar un paso tan delicado como ese. Su novio la abandonó ese mismo día y me pidió que la dejara dormir en mi casa. Nuestra amistad era muy buena pero nunca pensé que dormiría en mi cama. Parecía un sueño vuelto realidad.

Sentí unos golpes en la puerta, abrí y ahí estaba ella con los ojos aguados, como siempre, en busca de consejos. Confiaba en mi capacidad para resolver los problemas con solo escucharlos. Decía que yo era su lámpara de Aladino.

Entró, me abrazó y echó a llorar como una loca. Le calenté agua para bañarse y le puse una toalla nueva que traje de Miami. Entró al baño y con la confianza de viejos amigos, se bañó con la puerta abierta. Yo la observaba desde mi cama y por más que traté de ocultarlo la desee con todas mis fuerzas, pero en silencio. Hasta ahora la confianza no iba más allá de cambiarse en el mismo lugar o bañarse al mismo tiempo sin que pasara nada de lo que tanto imaginé en mi mente perversa.

Salió del baño se sentó junto a mi, me pidió que le ayudara a desenredarse el pelo y se puso de espaldas.

Lo primero que observé, fue un lunar negro en el medio de espalda que parecía una manzana mordida, me hacia recordar el símbolo de apple.

Su olor era suave y el cabello rizado resbalaba entre mis dedos como si en ves de ser yo quien daba un masaje relajante fuera su pelo quien hacia gozar a mis dedos con tan suave textura. La miré en el espejo que estaba frente a ella y me fasciné con su belleza. Era toda una tortura porque no podía decir lo que sentía por ella, jamás lo entendería, era un amor imposible que se tenía que conformar con la amistad, esa si no podía perderla por nada del mundo. Nadie me confiaría sus secretos como ella y si fuéramos pareja perderíamos la confianza tan grande que nos teníamos. Eso me dijo un día a manera de juego y me dolió muchísimo, apreciaba su amistad pero quería más que eso, la quería a ella.

Se acostó a mi lado y después de contarme las canalladas del estúpido novio y escuchar mis consejos, se fue quedando dormida. Fue entonces cuando la observé por primera vez sin esconderme. Dormía como una niña, sus manos acariciaban la sábana de vez en cuando y estaba de medio lado. Parecía una escultura.

Jugué a acariciarla sin tocarla, seguí su silueta con mis manos como si quisiera dibujarla. Besé el aire en sus contornos sin establecer contacto real, solo en mi imaginación a unos pocos centímetros de su cuerpo, pero sin rozarla. Me acerqué cada vez más hasta sentir su respiración. Simulé besar sus labios y su cuerpo, casi se despierta. ¡Que pena! Si se llegaba a despertar y me veía aprovechándome así de ella. ¿Que pensaría de mi? Seguro se molestaría y terminaría nuestra amistad. Tenía que cuidarme mucho, pero era difícil, la deseaba demasiado.

Se viró boca arriba y pude observarlo todo. ¡Que cuerpo! Era una diosa. Respire profundo y me decidí a ir un poco mas allá. La besé suavemente en los labios, pero lo hice con tal delicadeza que apenas lo notó. Volví de nuevo pero esta vez lo hice un poco mas atrevido y casi se despierta. Por suerte tenía el sueño profundo. Sus ojos azules parecían vigilarme entreabiertos. La acaricie de verdad pero con cuidado y me respondió dormida con un abrazo muy cariñoso. ¡Que sensación más extraña! Sabía que estaba mal hecho acosar a alguien así, pero tenía que hacerlo y cuando despertara, tenía que decírselo, no podía más. No, no puedo hacerlo, pensé y recapacité sobre la perdida de la amistad y la situación que se estaba creando, ya no era yo.

Ahora ella me estaba acosando dormida, me estaba acariciando y respondió dos de mis besos en su boca. Tuve que contenerme, no podía echarlo todo a perder. Me levanté con cuidado y fui al baño, me puse las manos en la cabeza y me ordené detenerme. Sentí deseos de llorar, de impotencia, de despertarla y contarle toda la verdad. Respiré fuerte y me fui a la cama otra vez con ella. Estaba despierta pensando algo distraída.

Le pregunté que pasaba, con miedo de que se hubiera dado cuenta de lo que hice mientras dormía y estuviera molesta conmigo. Me respondió, soñé que nos estábamos besando y acariciando como novios, parece que esto de la separación me está afectando mucho.

Me salió una sola respuesta imprevista. – No me digas que ahora eres lesbiana. – No chica, pero en el ensueño me gustó. ¡Que raro, uno sueña cada cosa! Tuve que quedarme callada y tirarlo a juego. No podía arriesgarme a perder su amistad.

Aumentando el kilometraje

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Había tenido mi primer gran orgasmo con un tipo que no era Germán. Claro que con la venia de él y ayudada por él toda vez que su dedo en mi culo desencadenó mi venida. Lo más lejos que había llegado con otro hombre delante de mí cuñado había sido con John, el amigo de Clarita la inquilina cuando ella hizo el trío con ellos dos. Y solo fue sexo oral. (Ver relato «El trío de Clarita»). Mis ganas de estar con dos hombres al tiempo se habían disparado después del trío de mi amiga. Germán desde que supo de esta fantasía mía se mostró dispuesto a hacerla realidad, pero siempre fui yo quien le dio largas.

Lo más cercano a estar con varios hombres al tiempo sucedió precisamente en la semana que mi relación con Germán empezó. Digo lo más cercano porque fueron tres tipos uno de tras de otro pero no simultáneamente. El jueves de esa semana (Ver relato «Jueves: el que es caballero repite»), estuve con Germán y cuando él se fue, llegó Mauro mi ex esposo quien de despedida porque se iba del país, me lo pidió y yo se lo di. Y al rato de salir Mauro llegó Carlos mi novio en ese momento, que apenas entró al apartamento me clavó en la mesa del comedor. Ese día me sentí maravillosamente puta en todo el sentido de la palabra. Pero una puta feliz y satisfecha.

Idéntica sensación la de ese día me llenaba en este momento por el morbo de esta mini orgía que recién empezaba. Estaba dichosa por ese orgasmo tan intenso provocado por la boca experta de Juan y ansiaba que me tocara, que me besara y que me clavara de mil formas. La complacencia de Germán al verme satisfecha por otro hombre, me hizo sentir lujuriosa y deseada.

Continué besando a Sandra y sus manos expertas hicieron que mi excitación creciera en segundos. Estábamos besándonos frente a ese par de hombres cuyas imponentes vergas se erguían poderosas para complacernos.

-Le provocó tremendo orgasmo a Dina –dijo Germán dirigiéndose a Juan- mire como quedó su cara empapada por la venida de ella.

-Eso me gusta –respondió Juan limpiándose el rostro con el dorso de la mano- es como si ella hubiera eyaculado…-se detuvo a mirarme y yo me sonrojé porque siempre mis orgasmos vienen acompañados de abundantes líquidos-. Déjeme decirle que Dina tiene una chocha espectacular. Hacía mucho tiempo que no me comía un chocho tan rico, tan velludito, tan caliente…

-Y tan apretadito. Dina sí que sabe apretar. La cuca de ella es toda estrechita al igual que su culo. Ahorita que la clave se dará cuenta.

Mi prima y yo seguimos besándonos y tocándonos de pie frente a ellos, atentas a lo que estaban diciendo. Germán ya estaba completamente desnudo y su verga inmensa brillaba magnífica.

-Usted es un tipo afortunado Germán. Este par de hembras solo para usted.

-Error Juan. Yo diría «somos» afortunados porque al fin y al cabo usted recibirá los favores de ambas. Es más: Ya empezó a recibirlos. ¿Qué tal la mamada de Sandra Dee? Fenomenal, ¿cierto?

-¡Uffff! Fuera de serie hermano. Para llevar ocho años sin practicar lo mama como ninguna.

-Yo siempre pensé que Sandra debía mamarlo rico. Tiene cara de mamadora. Pero solo hasta hoy pude comprobarlo –continuó Germán.

Mi prima y yo sonreímos.

-Igual yo. Siempre le dije a la Nogales que Sandra tenía toda la pinta de gustarle mamar verga.

– Y espere a que se lo mame Dina que es adicta a las mamadas. Ella está fuera de concurso. Le encanta mamarlo. Su gusto es tan intenso que a veces he creído que tiene el clítoris en la boca. En serio.

Todos nos reímos. Sandra me dijo:

-A ver nena, déjame ver. Abre la boca.

Me reí por la ocurrencia y abrí la boca para que su lengua me explorara toda la cavidad bucal. Nuestras manos siguieron recorriendo nuestros cuerpos con más intensidad. Los hombres se habían puesto de pie y los sentimos al lado de nosotras. Sus respiraciones eran cada vez más agitadas. El calor que desprendían sus cuerpos nos llegaba como en oleadas.

-Sandra no creo que con la lengua puedas ubicarlo porque lo debe tener bien al fondo, como por los lados de la campanilla. Y como la lengua no es tan larga, no alcanza a llegar hasta allá –agregó Germán-. Es por eso que se necesita una verga.

Todos nos carcajeamos de nuevo.

-La mía puede empezar la exploración cuando ella quiera –apuntó Juan. De nuevo risa general.

-Por ahora ustedes no van a hacer nada –dijo mi prima acariciándome y abrazándome-. Siéntense de nuevo. Dina y yo vamos a jugar y a disfrutar entre nosotras para ustedes. A ambas nos gusta la sensación de exhibirnos, de sentirnos zorritas. Es un juego de sensualidad, provocación, lujuria…

Las palabras de Sandra me sorprendieron gratamente porque nada de eso lo habíamos preparado. Sencillamente estábamos dejando que las cosas salieran por si solas y eso me gustaba. Respondí animada a sus besos y caricias.

Por un momento llegó a mi mente la imagen de nosotros en la sala y sentí una punzada en mi entrepierna ante la visión lujuriosa y sexual que se formó en mi cabeza: Dos tipos desnudos sentados en el sofá, con sus inmensas vergas duras y ansiosas y nosotras dos, de pie frente a ellos acariciándonos con fervor y apenas vestidas con nuestros diminutos calzones y medias a medio muslo. Y el toque final lo daba el contraste de color de los pantys. Los míos negros y los de ella blancos. Nos veíamos divinas. Me sentí en la cúspide del erotismo.

-Germán estas hembras son fuera de serie, son unas verdaderas… -dijo Juan muy excitado. Dudó en terminar la frase. Se frenó en sus palabras como apenado.

-¡Putas! Ya le dije que nada de pena viejo –le dijo Germán- no puede tener pena con nosotros a estas alturas. Y ellas son putas. Y les encanta que les digan así. Pero nosotros estamos para complacerlas a ellas.

En ese momento se me ocurrió decir:

– Y por eso queremos que tengan presentes dos condiciones mientras mi prima y yo jugamos.

Los tipos quedaron en silencio esperando muy atentos. Sandra me miró con picardía. Continué hablando:

-Primero, no se podrán pajear mientras nos ven. Prohibido tocarse y tocarnos. Así que recuéstense bien en el sofá y coloquen sus brazos a lo largo del espaldar. Segundo, cuando las dos nos vayamos a mi alcoba, queremos que lleguen y nos claven duro, con fuerza, sin tregua, sin compasión. Ninguna de las dos quiere ternura ni dulzura. ¿Está claro?

-¡Totalmente! –gritaron los dos al unísono.

-¿Sabías que eres demasiado zorra? –preguntó mi prima al oído, muy suave.

-Lo sé nena –le dije- imagina lo que nos van a hacer estos hombres cuando lleguen a mí habitación después de vernos a las dos arepeando y sin poder tocarse…

– ¡Mmm! Nos van a reventar…

-Será espectacular sentirlos desesperados clavándonos esas vergotas…

-Por eso es que eres tremenda puta –dijo Sandra besándome con pasión. Me encantó esa expresión porque ilustraba exactamente como me sentía. Como una tremenda puta.

Sonaba una canción clásica brasileña muy sensual. Aprovechando que estábamos abrazadas, Sandra empezó a bailar, contoneándose con elegancia y seducción. Nuestros pechos se juntaron directamente encajando nuestras tetas en un ajuste perfecto. Sus manos recorrieron mi espalda y mis manos hicieron lo propio en la suya. Nuestras bocas hambrientas se buscaron en un beso desesperado.

Sandra bailaba muy bien. Sentí sus piernas entrelazándose con las mías en cada paso; enfebrecida por la excitación, mis manos se apoderaron de su trasero buscando separar sus nalgotas perfectas y apretarlo para pegarla aún más a mi cuerpo.

Una sonrisa lujuriosa afloró en sus labios y se separó de mí. Su mirada provocadora me invitó a observarla menear sus caderas y su culo al son de la música. Esas caderas y ese culo que despertaban lujuria y pasión irresistibles. Creo que gracias a las palabras que Germán le dijera en la mañana, ella empezó a ser consciente del efecto casi hipnótico que su culo provocaba.

El baile le permitía a mi prima expresar su deseo, su sensualidad y en cada vuelta sus caderas se meneaban grácilmente ofreciendo con decisión su cuerpo a los presentes. Su contoneo marcado y preciso, confirmó la descripción perfecta que había hecho Germán hacía un rato: Toda ella inspiraba sexo. Yo estaba loca por besarla, por chuparla. Su diminuta tanguita blanca resaltaba de manera espectacular su chocha, que se notaba soberbiamente levantada gracias a su abundante vellosidad. Y por la forma en «Y» que tenía esta prenda en la parte de atrás, también resaltaba su culo, cuya tira delgada se metía delicadamente entre sus nalgas grandes y firmes. Mi excitación era de nuevo incontrolable.

Fui acercándome hasta ella mientras me movía también lentamente al ritmo de la música y le llegué por la espalda. Besé las pecas de sus hombros mientras mis pezones erectos se acomodaron en su espalda. Me moví a su ritmo y cubrí de besos su cuello delicado y fino. La provocadora mujer movió sus caderas de un lado a otro, pegándome cada vez más, ese fabuloso culo a mi chochita, logrando con ese roce deliciosamente impúdico que mi cuca se hinchara por el placer.

Yo me apretaba cada vez más fuerte hacia ella y mis manos inquietas se adueñaron de su cintura, recorriéndola por el contorno de los calzones; estando así, detrás de ella sintiendo en mi cuca la firmeza de su culo y sin dejar de menearnos al tiempo, puse mi boca en su cuello y lo recorrí rozándolo con mis labios; al mismo tiempo mi mano derecha la dejé deslizar por sus calzones apoderándome de su chocha con la palma abierta para poder abarcarla toda.

Su sexo era una fuente de calor y su humedad inundó mi mano al momento. Enseguida separó las piernas para facilitar mi labor en su chocho; sin dejar de moverse, movió su cabeza hacia atrás apoyándola en mi hombro, mirándome con ese brillo especial que indica excitación y deseo. Le dije muy suave al oído que mirara a nuestros hombres. Los tipos estaban respirando aceleradamente y sus caderas se levantaban de los asientos imitando el movimiento de penetración. Sus rostros evidenciaban la urgencia sexual que tenían. Sus manos estaban agarradas fuertemente del espaldar y era evidente el esfuerzo que estaban haciendo para no hacernos nada ni tocarse ellos. Sus vergas además de estar izadas al máximo, dejaban ver a lo largo de sus troncos la humedad que rodaba libre hacia sus bolas.

Ambas reímos. Queríamos llevarlos al tope y lo estábamos logrando. Humedecí mis labios y besé con lujuria su cuello desnudo, mordiéndolo con suavidad, mientras mi mano derecha sobaba su cuca y mi mano izquierda amasaba sus pezones duros y potentes.

– ¡Ohh! Que rico nenita –exclamó Sandra mientras su chocho se apretaba contra mi mano.

-Estas que quemas –le dije muy excitada sin dejar de mover mi mano por su cuquita, literalmente encharcada. -¿Tú crees que este par ya estén listos para nosotras? –le pregunté mirando a los tipos con coquetería.

-No creo. Juguemos un ratico más –respondió ella sonriendo y sin dejar de mirarlos.

-Se están ganando una culeada que no van a olvidar… –dijo Germán que de los dos hombres era el más controlado. Juan estaba pasando saliva y escasamente alcanzó a asentir con la cabeza. Su rostro estaba perlado por el sudor. Sus caderas se levantaban exageradamente del sofá.

-Mi amor es que de eso se trata –le dije a mi cuñado riendo. Enseguida giré a mi prima para que quedáramos frente a frente y ella tomó con sus manos mi cara para poder besarme con pasión. Además, y me encanta decirlo, estaba alborotada también porque nos estaban mirando. Eso disparó mí morbo de manera impresionante.

Guiada por ese frenesí maravilloso que me llenaba, bajé mi cabeza a la altura de sus pechos y moví mi boca hacia sus tetas tomando posesión de ellas mientras mis manos no cesaban de amasar su divino trasero, logrando apretarla más hacia mí. Fui bajando de sus tetas a su abdomen, besando esa línea recta imaginaria hasta llegar a su sexo apenas cubierto por los calzones. De rodillas ante esa cuca que me hipnotizaba, coloqué mi boca por encima de la tanguita totalmente empapada y la moví de arriba abajo y de un lado a otro, buscando disfrutar de su sabor a través de la delgada tela y sin dejar de apretar sus nalgas.

Sandra no dejaba de jadear y yo aproveché para correr el diminuto calzón hacia un lado y con verdadero desenfreno empezar a besar esa chochita que me suplicaba ser devorada. Mi lengua empezó a reconocer toda el área, subiendo y bajando despacito por ese hermoso tapizado de vellos negros, se detuvo en sus hinchados labios íntimos que se abrieron esplendorosos con la caricia y recogió en su recorrido cada gota que brotaba de esta deliciosa fuente hirviente.

Embriagada por el olor y la humedad que brotaba de esa cuca, la penetré con la lengua taladrando el interior de su vagina. Con un movimiento giratorio, exploré los más profundos escondrijos de su gruta estrecha, buscando cubrir un centímetro más en cada lamida. Moví mis labios en su clítoris, que descubrí maravillosamente hinchado y encerrándolo con mi boca, lo succioné fuertemente paladeándolo como el más exquisito de los manjares.

Mi prima entre convulsiones y jadeos se arqueó por un momento y tensionando todo su cuerpo, apretó fuertemente mi cabeza contra su sexo avisando a viva voz la llegada del orgasmo. Con toda la intención detuve mi lengua y separé mi boca de su sexo. Detenerme a punto de hacer venir a mi prima me representaba un esfuerzo tenaz porque la arrechera de las dos era incontenible y desenfrenada; mi propio sexo era un volcán a punto de estallar.

-¡No pares! –gritó Sandra temblando-¡no pares! Dame más, dame más…

Estaba suplicando. Me levanté y la abracé intentado aplacar sus fuertes espasmos. Su respiración era profunda intentado reponerse de la venida interrumpida.

-Nena, es hora de irnos a mi alcoba…

–Prima, creo que con el solo roce de alguna de esas vergas voy a explotar en un orgasmo sin precedentes… –dijo ella emocionada mirando a los dos hombres, a quienes el esfuerzo para contenerse durante todo nuestro juego los tenía en una arrechera que amenazaba desbordarse de manera indomable.

-No se demoren –les ordenó mi prima con una voz fuerte y clara. Nos tomamos de la mano y nos dirigimos a mi habitación sintiendo las miradas de los tipos clavadas en nuestros culos. -Los estaremos esperando en 4, como perritas…

Nos tiramos en la cama y nos pusimos en cuatro patas, una al lado de la otra de manera que cuando entraran lo primero que verían serían nuestros traseros en pompa, levantados ofreciéndose en una provocadora invitación y apenas cubiertos por los calzones. Los dos machos entraron como una tromba y Germán se acomodó tras de Sandra. Nos miramos y me mandó un beso.

-Disfruta mi vida, disfruta –me dijo con sus ojos brillantes y pícaros- y tranquila que ya tiene el condón puesto. Casi de inmediato sentí las manos de Juan en mis nalgas corriendo con fuerza la tanguita a un lado y su maravilloso tolete buscando descontrolado la entrada a mi cuca. A pesar del forro que la cubría, sentí claramente el extraordinario calor y dureza de esa cabezota que hurgaba la entrada a mi gruta íntima. No aguanté más y llevada por la excitación que me consumía, grité desesperada:

-¡Sí! ¡Clávame duro! ¡Métela toda, toda! –exclamé esperando recibir esa tranca sin demora. Juan no se hizo rogar y de una salvaje estocada me ensartó hasta que sus bolas se estrellaron con mis nalgas. Grité de dicha al sentirme llena de su verga. Grité de dicha porque era una verga grande y gruesa. Grité de dicha por la sensación morbosa que produce ser culeada por otro hombre distinto al tuyo. Grité de dicha porque todo esto pasaba delante del hombre que más he amado en la vida. Y grité de dicha porque ese hombre que más he amado en la vida, disfrutaba viendo como me hacia gozar una verga diferente a la suya.

Juan empezó a taladrarme sin compasión, con embestidas muy duras y profundas. El tipo amasó mis nalgas y les dio sendas palmadas que me estremecieron de gusto. Mi vagina a mi voluntad se estrechaba más y más alrededor de ese poderoso ariete, logrando con ello que el tipo arreciara la fuerza de sus arremetidas y mis gemidos fueran cada vez más intensos.

A juzgar por sus gritos, mi prima estaba logrando unos orgasmos increíbles; giré mi cabeza para verla. Tenía los ojos cerrados y el rostro congestionado; su cara reflejaba el gozo que la verga de Germán le estaba dando. Ella pedía más y él le daba más, sin parar. Sin darle un respiro. Sus manos estaban crispadas en las sábanas en un vano intento de sostenerse para contrarrestar las tremendas embestidas de mi cuñado. Se sintió observada porque abrió los ojos y me encontró mirándola. Se lamió los labios. Sus tetas preciosas se bamboleaban para todos lados.

Los tipos se habían controlado tanto para no hacernos nada en la sala, que estaban literalmente desbocados levantándonos a verga. Era tanta la fuerza del empuje de estos dos hombres que la cabecera de la cama (tamaño King size) golpeaba contra la pared y parecía mecerse al compás de ese pistoneo incesante.

-¡Así! ¡Dame más! Hazme lo que quieras – alcancé a escuchar que Sandra le decía a Germán entre jadeos- ¡Toma mi culo!

– Está deliciosamente abierto…Como debe disfrutar una lengua entrando en este culo… –dijo él.

– Y una buena verga también –respondió mi prima.

-Dos vergas puta, porque hoy recibirás dos vergas.

-¡Siiii! ¡Eso quiero!

Entonces, Juan aprovechando su posición y sin dejar de bombearme, me abrió las nalgas lo más que pudo para poder ver mi agujero.

-Tu culo también está listo –me dijo agitado.

-Siempre está listo, siempre –dije cada vez más excitada –solo debes tomarlo…

Las miradas de mi prima y yo se cruzaron y sin pensarlo empezamos a besarnos desaforadamente en la boca.

-Coloquémoslas frente a frente –ordenó Germán. Corrió a Sandra a un lado con fuerza y Juan hizo lo mismo pero hacia el lado contrario. Las dos continuamos en cuatro pero frente a frente y seguimos devorando nuestras bocas, que sintieron enseguida el impacto del empuje de los dos machos.

Nos comimos los labios succionándolos con algo de dureza y nuestras lenguas jugaban casi dentro de nuestras gargantas, como si con ello hubiésemos podido transmitirnos la una a la otra el placer maravilloso que nuestras cucas estaban sintiendo, gracias a la inmisericorde clavada que estábamos recibiendo. Mi orgasmo era inminente.

-¡Me voy a venir! –pude decir con esfuerzo. Mis caderas se empezaron a mover instintivamente más rápido y mi cuca apretó con más fuerza la verga que me perforaba sin cesar. Entonces Germán volteó con violencia a Sandra boca arriba y como yo estaba en cuatro apoyada en brazos y rodillas, la hizo meterse debajo de mi cuerpo. Sacó de la mesita de noche el aceite para lubricación anal.

-Sandra, cómele la chocha para que se venga en tu boca –le dijo. Le lanzó a Juan el frasco de aceite- Lubríquele el culo y con cuidado métale un dedo. Quiero que Dina tenga un orgasmo como nunca lo ha tenido.

Me estremecí de gusto. Sandra con destreza comenzó a lamerme la cuca y pude sentir como cuando lamía los bordes de la vulva, su lengua se ocupaba también de la verga y las huevas de Juan, que detuvo su salvaje mete y saca, para dejar caer un chorro de aceite que me inundó el ano y sus alrededores. Su contacto frío me erizó. Los dedos de Juan lo esparcieron y pronto sentí su índice abriéndose paso con cuidado.

-¡Clávame, no dejes de clavarme! –supliqué pidiendo que no cesara la penetración.

Juan movió vigorosamente su dedo en mi culo y reanudó con energía un inclemente bombeo de verga. Estaba doblemente empalada y la lengua de mi prima hacía estragos con mi cuca, toda vez que chupaba y jaloneaba mi clítoris de un lado a otro. Además, mi posición me permitió tener una visual perfecta de la cuca de Sandra y ver como Germán jugaba con ella colocando la cabezota de la verga en su clítoris paradito y la movía circularmente.

Coloqué extasiada la punta de la lengua en la pepita de ella, pero mi cuñado con fuerza me levantó la cabeza y enfiló su inmenso mástil a mi cara. Un grito de gusto escapó de mí al sentir esa cosota embarrada de los jugos de mi prima recorrer todo mi rostro. Agarré durísimo ese enorme trozo y empecé a hacerle la paja con absoluto desespero.

-Muy bien mi putita –dijo Germán tomándome con fuerza la cabeza y mirándome a los ojos- ahora córrete pero con mi verga en tu boca.

-¡Siii! Así quiero. ¡Dámela! – grité y sin esperar más abrí lo más que pude la boca y me tragué todita esa vergota.

-No dejes de chupar -me ordenó Germán. Con desenfreno total, se la lamí y se la chupé hasta que él me agarró la cabeza y la inmovilizó para empezar un bombeo de verga en mi boca, que por su fuerza parecía que me iba a desencajar las mandíbulas. –Aprieta duro zorra –dijo y cerré con fuerza mi boca para estrechar el cerco de mis labios sobre ese poderoso cilindro. Germán lo incrustaba adentro sabiendo hasta donde podía hacerlo sin lastimarme o incomodarme. Por eso la sensación de ese tolete entrando y saliendo de mi boca se me antojó extraordinariamente placentera.

Estaba recibiendo demasiado placer al tiempo porque Juan seguía penetrando fuertemente mi cuca con su verga y mi culo con su dedo; y Sandra chupaba mi clítoris sin descanso. Me estaban llevando al límite y en mi cuerpo se agolparon un cúmulo de sensaciones que nunca había experimentado y sin poder aguantar más, se desató una reacción que me sorprendió: Empecé a venirme una y otra vez. Parecía como si estuviera en un orgasmo constante y permanente.

-¡Me vengo, me vengo! – empecé a gritar de placer mientras mi cuerpo brincaba, vibraba y sudaba. Escuché a Germán ordenarles a Juan y a mi prima que no se detuvieran.

-Sigan dándole duro –gritó confundiéndose su voz con mis aullidos de placer y los gemidos de Juan. Ese orgasmo interminable llegó acompañado de un poderoso chorro de líquidos que desbordó la delgada tela de la tanga. Mis calzones no pudieron ser un obstáculo para esa impresionante marejada que salió descontrolada empapando todo a su paso. Sentí a Sandra lamiendo desesperada para recogerla toda pero era imposible por la cantidad de líquidos y por eso, parte de ellos bajó por mis muslos y se detuvo en el encaje de las medias.

Estaba temblando. La dulce violencia de este orgasmo tenía a mi cuerpo presa de contracciones y espasmos. A pesar de estar en cuatro, apenas podía sostenerme. Fuera de combate, caí exhausta a un lado del cuerpo de Sandra. Me moví hacia la cabecera de la cama para ver qué pasaba. Juan sudaba a chorros como muestra del increíble esfuerzo que había hecho para no venirse. Germán respiraba profundamente en un intento por mantener un control que yo sabía estaba que perdía. Me divertí pensando como los hombres siempre viven compitiendo entre sí. En este caso, ninguno quería ser el primero en venirse.

– Yo quiero el mismo tratamiento que recibió Dina –dijo Sandra mirando a los tipos sugestivamente, sin pudor, mojando sus labios en una enloquecedora invitación.

-¡Claro que si puta! Verga es lo que te vamos a dar. Ponte en cuatro –bramó Germán.

Ella girándose, se arrodilló en cuatro patas ofreciéndole su lindo trasero a Juan quien la tomó con fuerza de las caderas, le corrió el panty a un lado y la penetró casi con violencia. El tipo empezó a montarla vigorosamente y ella con evidente gusto le sonrió y concentró su mirada en el enorme aparato de Germán que casi golpeaba su hermoso rostro.

Agarró con una mano su enorme verga, empezó a pajeársela y en su cara se dibujó una expresión que reflejaba el placer que estaba sintiendo, porque pude ver como abría la boca y se relamía los labios mientras subía y bajaba su mano a lo largo de esa poderosa pieza, que finalmente metió completa a su boca para empezar a chupársela con el mismo vigor y desenfreno con el que estaba siendo clavada.

Germán le tomó la cabeza con fuerza y le sacó la vergota de la boca. Le pasó la cabezota inmensa por su rostro.

-Abre la boca putita –ordenó él. Sandra abrió la boca emocionada y expectante para recibir entero ese mástil hasta el fondo. Mi cuñado, colocando su mano en la parte de atrás de la cabeza de ella, empezó un veloz mete y saca que competía con las embestidas cada vez más feroces de Juan en la vagina de ella. –Quiero que te toques mientras te damos verga.

Mi prima que estaba en cuatro, como pudo llevó su mano derecha a su sexo. Temblaba y su cuerpo se iba hacia adelante y hacia atrás al ritmo del empuje cada vez más frenético de ese par de trancas. Los dos tipos estaban totalmente descontrolados y era inminente su venida. Juan gritó que ya no aguantaba más y tensionó su cuerpo indicando que debía estar soltando un tremendo chorro de semen. Sandra no podía gritar porque su boca estaba literalmente llena de verga pero su cuerpo se paralizó un instante y abrió desmesuradamente los ojos para avisar que un espectacular orgasmo se apoderaba de ella.

Germán llevó su cabeza hacia atrás, arqueó su cuerpo y sin dejar de moverse debió haber descargado un tremendo cañonazo de semen dentro de la boca de mi prima, porque a pesar del evidente esfuerzo de ella por tragarlo, se escapó una generosa cantidad por la comisura de sus labios. Con calma y sin soltarle la cabeza, mi cuñado adorado sacó su vergota de la boca de ella para embadurnarle la cara con la leche que goteaba intermitente.

Sandra entre gemidos ahogados y claras convulsiones que hacían estremecer su cuerpo, se aferró a esa cosota con su mano y la tenía presionada mientras la seguía lamiendo y chupando como queriéndola dejar limpia, impecable, lista para otra faena. Juan se había desacoplado y estaba por derrumbarse en la cama, cuando mi prima le pidió que se acercara. El tipo se acercó de rodillas y ella con una pericia asombrosa, le quitó el preservativo lleno de semen y lamió esa verga hasta dejarla sin rastros de leche. Luego, el condón se lo pasó por su rostro empapado por el semen de Germán.

-Esto no se puede desperdiciar –dijo mirándome con picardía y lo volteó para que su contenido cayera en su boca abierta, donde su lengua lo esperaba con ansias. ¡La muy zorra se tomó el semen que estaba en el condón y esparció una pequeña parte por su cara! Sin dejar de mirarnos a todos, que la veíamos atónitos, lo tragó sin pudor y lo paladeó, como si estuviera disfrutando el mejor de los vinos. -¿Y no vas a probar nenita? –me preguntó mostrándome la lengua donde resaltaban grandes manchones blancos.

Sentí las miradas de todos los presentes. La verdad, no me iba a hacer rogar.

-Pensé que no me lo ibas a pedir prima –le respondí y me acerqué a ella. Tomé su rostro con mis manos y lo recorrí con pasión lamiéndolo y embadurnando mi cara. Nuestras lenguas se encontraron y compartimos ese semen todavía caliente, como si quisiéramos calmar la sed.

-Yo te dije que esto prometía –susurró Sandra en mi oído.

-Lo sé, nena. Lo sé –le dije y ambas nos derrumbamos en la cama, rendidas y felices. Sentimos a los hombres acostarse a nuestro lado y lanzar un suspiro de satisfacción. Lo que seguía era reponer fuerzas y yo esperaba que no tomara mucho tiempo.

En ese momento llegó a mi mente la expresión usada por Germán cuando hablaba con Juan refiriéndose a Sandra: Tiene cara de mamadora. Me encantaría saber cuando una mujer tiene cara de mamadora. Quien mejor que usted, estimado lector, para resolver esta duda…

Cómo prefiero mojarme

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Si alguien me diese a escoger entre un buen baño en el océano, en nuestro océano Atlántico, o una magnífica sesión de sexo creativo, ganaría la primera opción en un sesenta por ciento de las veces.

Si hubiese un ser superior, que se dedicase a hacer esa estadística, y me preguntase:
-¿Hoy qué prefieres, comunión con el mar o comunión con un amado varón?, habría más días que mi elección sería ese mar que me calma y abraza, que me hiela y calienta y me cubre toda.
Ahí dentro soy su juguete, su niña mimada, me lame de arriba abajo y hace que sea tan ligera en mi ingravidez, que las partes blandas de mi ser flotan como bollas y mis miembros se contraen, haciendo que la sangre fluya a toda velocidad. La capita de grasa bajo mi cuero es fantástica: pasan los minutos y yo tan pancha pese a las bajas temperaturas.

Me luzco para el dios de los mares, nado veloz,  doy volteretas y adopto posturas indecentes, le muestro mi cuerpo desnudo. Lo abro, con mis manos separo las nalgas. Le enseño mi sexo abierto, aqui me permito ser obscena. Seguro que le gusta porque como está acostumbrado a las sirenas y ellas no tienen estos atributos… A Poseidón le excita mi vulva mojada, le encanta mi chichi.

Cuando me zambullo, fantaseo que viene y me rapta y me lleva con él. Poseidón me estimula muchísimo, con sus barbas y su fiereza misteriosa, con esa virilidad abrupta. Si viniera y me llevara al fondo de los mares, yo patalearía y forcejearía, pero solo para jugar: estaría encantada de que me trasportase hacia los profundos corales de azur. Qué bien debe de hacerlo bajo las aguas ese caballero misterioso. Pienso que Poseidón posee un tremendo tótem tan tieso como su cetro, y que sabe manejarlo con ubicuidad. Me lo imagino todo un tipo, pese a que siempre lo representan tan pobremente dotado.

Mi dios luciría su tremenda masculinidad y me tomaría vigoroso sin miramientos. Poseidón, ese soberano calmo tan solo en apariencia, entraría en mis carnes como pez en el agua y provocaría galernas, tsunamis en mis entrañas.

Fantasia o realidad

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Siempre te encantó mi voz, a menudo me has hablado de cuán femenina y cautivadora es, de sus grandes posibilidades para la seducción. Por eso no me extrañó demasiado que quisieras basarte en ella para tu nueva inyección de celos morbosos. Acepté encantada, por supuesto. Tú suministrabas la idea, yo debía interpretarla con el talento para la lascivia espectacular que has ido creando en mí. Así, una vía nueva se abría en nuestras fantasías. La voz.

Nuestro vecino esperaba mi llamada. Sentada junto a la mesita del teléfono, depilada, maquillada y perfumada como te gusta, llevaba sólo unas medias negras y unas ligas rojas haciendo juego con el color de los zapatos. Tú me mirabas sonriendo, expectante. Vestido sólo con uno de los kimonos que usas para el verano, en lugar de albornoz, sentado justo enfrente. Para verme y escucharme bien, con el altavoz del teléfono abierto para oírle también a él.

“Ponme lo más celoso que puedas, amor mío”, me habías pedido. Sonreí, estimulada con el objetivo. Adoro tu confianza en lo bien que voy a satisfacer esa pulsión que te caracteriza, mi vida. Apenas marcar el número del vecino, contestó. A la primera. Estaba tan impaciente como nosotros, obviamente. Y ya con la polla fuera, seguro.
Me encantó empezar diciendo:

“Aquí está la zorra de tu vecina”

Sonreíste como diciendo “perfecto comienzo”, y diste un sorbito.

“Susy, yo…”

“¿Tú qué, Manu?. Al grano. ¿Sientes nostalgia de haberme tocado el chochito, de haberla metido en mi boca? Sabes que soy una mujer casada”

“Pero él sabe…”

Te miré para contestar, y ya nunca dejé de mirarte.

“Lo puta que soy. Y le encanta. No puedes imaginar cuánto le gustaron las fotos. Y lo intrigado que está por la personalidad del fotógrafo”.

“Es que aquella idea…”

“Las mira a menudo. Le encanta mi expresión, en todas. Me dijo que en esas fotos supero a las mejores modelos porno, figúrate”.

“Para mí fue tan especial…”

“¿Estar con una mujer casada, mientras nos hacían fotos? Me lo imagino, guapetón”.

Bebiste un poco más. Tu polla empezaba a engordar, sin que tú la tocases, y tu mirada crecía en intensidad.

“No sabes…”

“Por cierto, me encantó tu polla. No muy larga, pero bien ancha. La golfa de tu novia debe estar feliz y contenta”.

El chico temblaba de la emoción y la excitación, apenas podía articular una frase completa. Sintiéndole así, y por decir lo que le decía, empecé a calentarme también yo. Además, tú ya estabas empalmado.

“Susy, me estoy poniendo…”

“Pues ponte, Manu, para eso estoy. ¿Te ha gustado que te dijera cuánto me gustó tu polla?”

“¡Claro!”

“Pues no veas lo que le gustó a mi marido verla en mi boca, en mi cara. Ver en fotos cómo su mujer se la chupaba a otro le volvió loco… de gusto morboso”.

Empezaste a tocarte, por lo cual abrí completamente las piernas, mientras con la mano libre me acariciaba las tetas.

“Sigue, por favor…”

“Mi mirada de guarra, mis ojitos de gata cachonda… tiene todo mi abanico de expresiones lascivas con tu polla dura. Cómo me gustó lamerla, besarla, sentir tu dureza de macho en mi cara, en mi boquita de puta”

Cerraste los ojos unos segundos, por la impresión. Bebiste así, hasta casi apurar el vaso.

“Más, Susy”

“Llevo sólo unas medias negras… ligas rojas de cabaretera… y unos zapatos de tacón preciosos… me pone estar así para ti, Manu, aunque no puedas verme”

Volviste a abrir los ojos, y ¡qué mirada la tuya, cariño!. Cuánto estaba gustándote, de qué forma tan tuya gozabas oyendo a tu esposa calentar a otro. Pero al captarlo, advertí también que necesitabas más. Tanto como yo sentirme más puta.

“Sabes, estar contigo ante una cámara fue alucinante. En algunos momentos recordaba que lo estaba haciendo para él. Pero en otros, gracias a tu soberbia polla la cabeza me daba vueltas y me sentía como una adúltera de verdad. Una guarra que estaba engañando a su marido. Una cerda a la que estaban fotografiando en plena faena, con teleobjetivo desde algún sitio insospechado, enfocando bien su raja pringosa y hambrienta”.

“Más, por favor…”

“También me encantó sentir tu mano en el chocho, metiéndome el tanga. Lo hiciste poco a poco, gracias a mi humedad de zorra, con unos dedos tan hábiles como ansiosos. Estaba segura de que lo habías guardado”

“No sabes cómo estoy…”

“Dímelo, háblame ahora tú”

Evocar aquello delante de ti, para el hombre que se corrió en mi cara, me estaba empapando, a tope. Comencé a tocarme, mientras leía en tus ojos cuánto estaba gustándote.

“Chupas genial, Susy… Nunca me la habían chupado tan bien…Sería capaz de estar una hora así… con mi polla en tu boca, en tus labios, en tu cara…”

“¿Sólo… mi boca?”

“No. Me vuelve loco todo tu cuerpo, tu lencería, tu lujuria”

“Más”

“Quiero follarte también, tenemos que hacerlo. Me encantaría hundirme en tu chocho, inundártelo con mi lefa mientras te devoro la boca”

Estabas tan caliente tocándote que con los ojos te invité a venir a mi lado. Mi excitación acababa de sugerirme una idea estupenda para el final.

“Sigue hablando. Y llámame puta”.

Te acercaste, con la expresión desquiciada por los celos. Nunca me habías oído decirle eso a nadie. Y nunca lo había dicho yo, más que a ti. Cuánto me gustó hacerlo ante tus ojos, que sensación tan nueva, tan cerda.

“¡Eres la más puta, por eso me estás volviendo loco!”

Lo dijo casi gritando, impulsado por la excitación.

“¡Desde que te tocabas sabiendo que te miraba, el año pasado, siempre has ido a más conmigo, por lo zorra que eres!”

Ya gritaba, loco del deseo.
Tu polla apuntaba a mi chocho, chorreante, brutalmente abierto. Entonces alcancé el orgasmo, mientras me acariciaba el clítoris y gritaba algo que desató tus celos más que nunca.

“¡¡Dame por el culo, Manu!! Bien duro, bien fuerte, sin miramientos… insultándome… fóllame por el culo… lo antes posible… por favor…Manu”

Pedir esto ante ti resultó demasiado. El vecinito se corrió entre suspiros de placer y gemidos, llamándome ‘zorra’ una vez tras otra, a cada espasmo, cada vez más bajo.
Pero tú, con la expresión desencajada, no me penetrase para correrte dentro. Significativamente, te masturbaste sobre mi chocho, susurrando igualmente “zorra” a cada espasmo. Lo oía de dos hombres, casi al unísono.

No me esperaba esta paja tuya, interminable, sobre mi chocho. Y cuánto me gustó. Cuánto…
Acto seguido colgué, relajándome poco a poco, mientras recogía tu semen con los dedos, y los llevaba a la boca para saborear esa textura que tanto me gusta. Mirándote como preguntando “¿Qué tal, cariño?”.

Nos sonreímos amorosamente. Y, dado que interpreté correctamente tu mirada, tuve que romper el silencio para decir “tú tranquilo, que no faltará el fotógrafo”.

 

En la ducha

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duchaElla decidió quedarse en la cama un rato más cuando él le ofreció una ducha conjunta. Cuando se marchó, ella se giró hacia el lado de la cama, todavía caliente y sumergió su cabeza en el dulce aroma que había dejado en la almohada. Empezó a escuchar el agua caer e imagino? a su amante desnudándose poco a poco antes de meterse en la ducha.

Mientras tanto, en la cama, ella todavía saboreaba el dulce sabor del sexo bien hecho. Tumbada boca abajo, oliendo a Gió y todavía medio dormida, sintió como volvía a excitarse.

Reparó en que el sonido del agua ya no se oía, por lo que supuso que él estaría enjabonando cada uno de los centímetros de esa piel que tan solo unas horas atrás ella recorría con su lengua.

Se levantó, excita

 

da, y fue hacia el bano. Abrió despacio la puerta para sorprenderle. Se desprendió del fino camisón que apenas escondía sus pechos y abrió la mampara de la ducha. Él se giró enjabonado y con una gran sonrisa le cedió un pedacito de ducha. Ella se acercó y le rodeó con sus brazos mientras le plantaba un enorme beso en sus labios.

Con el contacto de sus tetas sobre su cuerpo, comenzó a ponerse duro y ella al notarlo no pudo evitar bajar su mano izquierda para volver a acariciar esa dura polla que unas horas atrás la había hecho estremecer de placer.

Entonces se arrodilló y comenzó a recorrer, de nuevo, con su boca cada centímetro de su polla mientras él la agarraba por el pelo ayudando en el lento vaivén. Ella sonreía al tiempo que levantaba sus ojos para comprobar la cara de excitación que empezaba a asomar en el rostro de él.

Se tomó su tiempo para chupar la polla que tanto adoraba. La recorría con su lengua. La introducía y la chupaba con avidez, al tiempo que su mano se movía arriba y abajo. Tras el rato que creyó necesario para saciar su sed, se levantó para abrazarse al cuerpo de su amante al tiempo que le susurraba en el oído «ahora me toca disfrutar a mi».

Se dio la vuelta, mostrando su magnífico culo, y con la cabeza girada y una sonrisa en los labios le dijo a su amante :» vamos, métemela desde atrás, cariño» Él, excitado y obediente, se acercó a ella, y agarrándole una de sus tetas, acercó su polla a ese fantástico coño, umbral de deseos, para introducirla lentamente al tiempo que ella dejaba escapar un suspiro con la boca entreabierta. Mientras el agua resbalaba por sus cuerpos, él comenzó un lento movimiento dejando que sus labios resbalasen por el cuello de su amada.

Poco a poco esos movimientos fueron haciéndose más y más rápidos, más y más contundentes, hasta que él puso esa cara que tanto adoraba ella. Esa cara que indicaba el inminente orgasmo. Ella empezó a morderse el labio inferior a la vez que suspiraba y le costaba mantenerse de pie, porque sabía que el orgasmo de su amante le arrastraría a ella también como tantas otras veces había sucedido.

Él volvió a susurrarle al oído. «Me corro, cariño. Voy a explotar dentro de ti». Eso a ella le excitó sobremanera, hasta el punto que comenzó a temblar en los brazos de él. Los gemidos de ambos pasaron a ser gritos de placer cuando él eyaculó dentro.

Él bufaba y gemía con cada sacudida. Ella temblaba y luchaba por mantenerse de pie cada vez que notaba el líquido caliente de su amante dentro de su coño. Al final, aún con la polla dentro, notando cada palpitación, él comenzó a besar los labios de su amada, mientras la sostenía con fuerza contra su pecho.

«Buenos días, cariño. Tengo que ir a trabajar. Nos vemos otra vez mañana»

CON LA SAL EN LOS LABIOS

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arcos va por la calle, sube a un auto y comienza a recorrer la ciudad. Siempre que está aburrido, toma un taxi y finge ir a algún lugar. Esta vez a media cuadra del cine se monta una chica trigueña de pelo largo. Le llama la atención el vestido rojo pero no quiere que ella lo note interesado. Saca una pequeña agenda donde tiene anotaciones sin importancia y simula estar ocupado. Se le cae un bolígrafo y ella se agacha a recogerlo. Los dos lo cogen al mismo tiempo. La mano de ella sujeta la del chico, y cruzan miradas. ¡Diablos! Tiene los mismos ojos que yo y si no estoy exagerando nos parecemos mucho. Piensa el muchacho.

No, es idea mía. Piensa y le devuelve la mirada. Ella sonríe e intenta decir algo, pero decide no hacerlo. – Te conozco de la escuela. Dice el chico para romper el silencio.

-No, no me conoces, pero me llamo Vilma.

– Perdóname la confianza, pero quiero invitarte a conversar. – Estamos conversando.

¿No te parece? – Si, pero en otra parte. Cerca hay un mirador con un Cristo que no es el de Janeiro pero es muy acogedor además no me dejaría mentir.

– Ya empezaste mintiendo. Dice Vilma y lo besa en el rostro.

Parece una buena señal. Piensa mientras le ordena al chofer que los deje junto al mirador.

Se bajan del taxi y cortésmente el, paga la carrera. Vilma se acerca al muro y observa la Habana como si quisiera tragársela con los ojos. Marcos compra una cerveza para cada uno y comienza su charla de conquistador. La caída de la tarde le sirve como decoración para su empresa.

– Siempre que estoy aburrida cojo un taxi sin rumbo y simulo ir a algún lugar. Si encuentro un lugar placentero o algún amigo me bajo.

– Pensé que yo era el único loco que hacía esas cosas. – No, no eres el único, dice Vilma y se adelanta a besarlo, se abrazan y acarician como si se quisieran de toda una vida.

El conoce bien el lugar y la invita a bajar a la costa por una escalera colonial hecha por los españoles de la conquista.

El paisaje es acogedor y el olor a mar y perfume francés se mezclan para convertirse en un verdadero afrodisíaco. Se bañan desnudos en la costa, lejos de la vista de los demás visitantes que no se atreven a ir más allá de las paredes de roca.

La noche parece haber disuelto el reloj, el teléfono y demás aparatos que esclavizan al ser humano a estar en tal o más cual lugar en un tiempo exacto. Nada puede interrumpir lo que solo el Cristo de la escultura puede observar, es como si los estuviera encubriendo.

Cada beso es una palabra que no necesita ser balbuceada. El lenguaje de sus cuerpos estremece sus sentidos y funciona como elogios y premios a la aventura.

El sol los descubre en la mañana desnudos como Adán y Eva y los pescadores los saludan con algunas groserías.

– Vístete rápido, tenemos que salir de aquí. Dice Marcos mientras busca su pantalón de mezclilla. Ella se levanta sobre la roca como si estuviera vestida y desaparece entre las aguas como si fuera un pez. El se lanza al agua para salvarla y un pescador lo saca del agua y le dice, loco vete a drogarte a tu casa.

– Estás muy viejo para andar desnudo por ahí. – La muchacha, ayúdame a encontrarla.

– ¿Que muchacha? – La que estaba conmigo anoche.

– Aquí no hubo nadie anoche, como a las tres de la mañana yo pasé en mi bote y te vi desnudo hablando solo y haciendo muecas extrañas, pensé que eras un loco. – Yo vine con una chica se lo juro. – Si seguro era una sirena. Dijo el viejo se echó a reír. Marcos se quedó con la sal en los labios.

 

UN CAFÉ

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Hemos quedado para un café. Solo. Me gusta llegar un poco antes. Observar es un placer en sí mismo, por eso llego antes a los sitios, sobre todo cuando quedo a tomar un café con alguien a quién aún no conozco.

Le he visto entrar mientras hacía girar mi cucharilla en la tacita. Un rayo de luz ha incidido sobre sus ojos y ha agachado la cabeza, y justamente cuando ha vuelto a levantar su mirada se ha cruzado con la mía. Me ha gustado el modo en que me ha sonreído porque con ese gesto me lo ha dicho todo. Todo el morbo y las ganas. Ahí he sentido la primera punzada.

Hemos estado charlando de esto y de lo otro, de vez en cuando su mirada se clavaba en mi escote mientras hablábamos de nimiedades, porque cualquier cosa de la que se pueda hablar estando así es una nadería. Así de cachonda. Le miraba mientras me preguntaba qué coño hacíamos hablando, simulando tranquilidad, no podía dejar de pensar en que su polla debía estar a punto de estallar bajo el pantalón. Porque sentía la humedad de mis bragas, de mi coño deseoso de él, de que me desnudara arrancándome la ropa, de que me besara y me follara allí mismo sobre la mesa de la cafetería…

Me miraba con los mismos ojos que yo a él, estoy segura de que pensaba lo mismo. Me he levantado un momento al baño, solo para que me viera mover el culo. Quería que lo deseara, que deseara desnudarlo, acariciarlo, morderlo, penetrarlo… Cuando he vuelto me he ido a sentar pero me ha agarrado por la muñeca acercando su boca a mi oreja: – ¡Quiero follarte! ¡Ya! He sentido otra punzada.

Al entrar al coche se me ha quedado mirando un momento, como buscándome algo, me ha acariciado la mejilla y luego me ha besado. Un beso largo, lascivo y tierno al mismo tiempo, y me ha susurrado: –Te voy a follar tan rico que no querrás irte… No hemos dicho ni hecho nada en el trayecto pero, a pesar del ruido del motor, se nos podía oír respirar, se podía sentir esa tensión muda antes de un terremoto…

En el ascensor se ha colocado detrás de mí y me ha agarrado las tetas, podía sentir su polla rozándome el culo mientras me las magreaba y me daba mordisquitos en el cuello. Ha llevado su mano por debajo de mis bragas hasta mi raja. Tan solo me ha rozado
Mmmmm mojada, mucho. Y me jadeaba en el cuello. En este punto la punzada ya dolía. Putas ganas.

Hemos entrado en su casa, y me ha besado. Me ha besado con una ferocidad caníbal y me iba desnudando según me besaba. Le he sentido fuera de sí. Entonces ha dado un paso atrás como si tratara de tomar aire. Yo también lo he hecho. Tomar aire. Aún no sé si precisamente por eso me he sentido aún más excitada. Estaba totalmente desnuda frente a él. Desnuda en todos los sentidos. Podría haber hecho conmigo lo que hubiese querido. Deseaba que así fuera.

Entonces me ha puesto un pañuelo en los ojos. Todos mis sentidos se han amplificado. Su respiración se ha hecho más fuerte. La mía también. Podía respirar perfectamente su olor. Su olor único. Me ha agarrado de la mano para guiarme y ese simple contacto me ha hecho estremecer. Esa mezcla de curiosidad y morbo me ha traspasado. Estaba en el juego.

Me ha llevado hasta otra habitación, me ha pedido que me pusiera de rodillas con las piernas separadas. He sentido el tacto de una alfombra suave. Luego me ha hecho apoyar mis manos sobre algo que he intuido que era un puf. Me ha encantado esa sensación de sentirme a su merced. Entonces un levísimo roce ha comenzado a recorrer mi cuerpo. Me estaba soplando sobre la piel. Ha comenzado por mi cuello y ha bajado por mi espalda hasta mi culo. He creído sentir algunas gotas de mi flujo resbalándome en el coño. Luego ha bajado por los muslos, por las inglés. Cuando he sentido esa brisa en el coño mis gemidos se han hecho más fuertes. De vez en cuando sentía su lengua deslizándose por mi piel y volvía a soplar. Me ha mordido el culo y los muslos. De vez en cuando me daba unos azotes para luego volver a mostrarse tierno pasando sus dedos dulcemente por todo de mi culo. Yo estaba que no podía más, pero no quería que aquello terminara nunca.

Entonces ha parado un momento. Le oía respirar. Nada más. Sé que ha salido de la habitación y ha vuelto a entrar. – Reclínate un poco más y ábrete el culo. He dado un respingo al oírle decir eso. Me ha puesto putísima. Quería que me follara y no quería que me follara. Esa contradicción me estaba matando. Pero estaba temblando de la excitación. He hecho lo que me ha mandado, me he inclinado un poco y he agarrado mis cachas con las manos para abrirlas y, entonces, he sentido algo templado y muy suave resbalando por mi ano y mi coño. No sabía que era pero, joder, me fascinaba. Luego he vuelto a sentir algo untando mi sexo, pero esta vez frío. Puede que fuera nata, o mermelada…no lo sé. Pero era igualmente delicioso. Decir que estaba excitada no explicaría para nada lo que sentía. Estaba fuera de mí. Entonces ha comenzado a lamer y lamer…

He notado que se colocaba entre mis piernas y entonces me ha ordenado: – Siéntate. Me he sentado sobre su cara. Podía percibir su aliento en mi coño, la tibieza de su lengua en mis labios, podía advertir sus dedos hábiles entrando y saliendo dulcemente de mi húmedo agujero, su nariz masturbándome, mis caderas moviéndome arriba y abajo, joder podía sentir toda su lujuria comiéndome el coño con su boca caliente. Me he corrido faltándome el aliento. Me he corrido a lo grande…pero aún con todo quería su polla, la quería como nada, la necesitaba. – Quiero tu polla, la quiero, dámela… – ¿Quieres polla eh? Pues ¡toma!

Me ha dado la vuelta, me ha tumbado y me ha quitado el pañuelo de los ojos. Se ha sentado a horcajadas sobre mi cara y me ha metido la polla en la boca. Su rabo estaba descomunal, robusto, goteando… Me follaba la boca mientras mi agujero se abría y cerraba solo. Sentía su pelvis moverse sobre mí mientras sus huevos golpeaban contra mi mentón. Estaba como loca. Me la ha follado bien. Le oía gemir y gemir. Casi he sentido su leche subir por su verga. Pensé que se iba a correr en mi boca pero entonces se ha retirado. Se ha vuelto a quedar quieto, como tratando de serenarse. Yo no he sido capaz. Me movía entre sus piernas como una puta serpiente suplicándole que me follara, que me clavara la polla bien adentro. Se ha sonreído…

Mastúrbate para mí, así, como estás…

Me he metido dos dedos mientras frotaba mi clítoris con el pulgar y, al tiempo, apretaba el culo, con la otra mano estimulaba mis pezones. Entonces él ha comenzado a masturbarse también sobre mí. Se la pelaba a un ritmo vertiginoso. Luego ha subido mis piernas sobre sus hombros. – No pares – Me ha escupido en el ano. Ha metido un dedo con mucho cuidado. Dentro de mí podía sentir mis dedos tocarse contra el suyo. Mi culo se dilataba prodigiosamente. Se ha tumbado un poco sobre mí y ha acercado su polla a mi ano. Metía y sacaba el capullo suavecito, pero mi culo pedía más polla. Yo seguía metiéndole caña al clítoris. Me ha untado de lubricante y me ha penetrado despacito, poco a poco, pero hasta el fondo. He sentido entrar toda su polla en mi culo. Me he vuelto a correr. Fuerte, muy fuerte. Sentía su polla moviéndose en mi culo y el clítoris estaba a punto de reventarme en los dedos. He sentido a mi cuerpo convulsionarse. Me he sentido flotando, flotando. Le notaba golpeando en mi culo mientras me agarraba las piernas pero parecía que estaba muy lejos. En ese instante solo estábamos mi placer y yo. Fundiéndonos.

Cuando ha estado seguro de que me había corrido, ha comenzado a sacudirse sobre mí. Sus jadeos se han hecho tan fuertes que me daban escalofríos. Ha sacado su polla de mi culo y me ha regado de semen. Lo restregaba con su polla por mi coño, arriba y abajo al tiempo que terminaba de correrse.

Me ha besado despacito, como agradecido, y yo también lo estaba, se lo ha currado bien. Se ha acurrucado junto a mí y me ha estado besando y jugando ha deshacer los rizos de mi pelo mientras volvíamos a hablar de naderías como si aún estuviéramos tomando café.
Tenía razón, me lo ha hecho tan bien que no quería irme.

Me ha cautivado su juego. Me ha excitado su morbo. Me ha gustado sentirle por dentro. Me ha fascinado sentirle así, tan fogoso, vibrando, satisfecho…vivo. Me ha encantado conocerle.

 

Un trío maravilloso

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trioSalió de bañarse y se sentó en la cama. Mi novia y yo la miramos expectantes, más yo no pude evitar prestar atención a esa playera ancha que se puso, sin sujetador por debajo, lo cual dejaba entrever sus grandes pechos y la punta de cada uno de sus pezones.

Mi novia sonrió y nos dijo que quería vernos interactuar. Acto seguido, nuestra invitada se subió en mis piernas y comenzó a besarme mientras contoneaba su cuerpo; casi en automático, mis manos agarraron sus senos y comenzaron a masajearlos. Sentí mi pene llenarse de sangre y ponerse completamente tieso, cosa que ella notó y, sin que yo pudiera preverlo, lo tomó con una mano y se lo introdujo en su ya empapada vagina.

Soltó un gemido delicioso, yo estaba en las nubes, con mi pene rodeado de su humedad, además de que estaba muy apretada. Mi novia se excitó tanto que la tomó por la cabeza y comenzó a besarla, mientras ella se movía rítmicamente encima de mí. Luego, mi novia decidió sentarse en mi cara para seguirla besando mientras me daba a probar sus exquisitos jugos. Yo la recibí con gusto y le lamí el clítoris intensamente mientras mis manos apretaban sus nalgas. Ambas se movían encima de mi acariciándose y besándose, y aunque no pudiera verlas, la simple idea me mantenía la erección a tope.

Decidieron cambiar de posición, nuestra amiga se acostó boca arriba, con las piernas abiertas, e invitó a mi novia a hundir su cara en medio. Ella nunca había probado otra vagina, pero el ambiente estaba tan excitante que no lo dudó. Se puso en cuatro, comenzó a pasar su lengua por los labios vaginales de nuestra invitada y abrió sus nalgas para dejarme divertirme. Acaricié su empapada vagina con la punta de mi pene y luego la penetré suavemente. Ahogó un suave grito y comenzó a moverse mientras yo entraba y salía de ella. Ambas comenzaron a gemir de una forma exquisita. Yo veía las nalgas de mi novia moverse frente a mí con mi pene adentro y la cara de nuestra amiga disfrutando cómo mi chica le chupaba el clítoris.

Luego fue el turno de nuestra amiga, pero antes de cambiar posiciones, los tres nos hincamos en la cama y comenzamos a besarnos alternadamente mientras acariciábamos nuestros cuerpos desnudos. Ahora mi novia se tumbó boca arriba con la boca de nuestra invitada en medio de las piernas mientras yo la embestía por detrás. Duramos así un rato hasta que sentí que me iba a venir y les avisé, entonces mi novia se abalanzó sobre mi pene y comenzó a chuparlo, mientras nuestra amiga me dejaba lamer sus deliciosos senos y besarla. Fue así como exploté en la boca de mi chica, mientras ella devoraba ávidamente cada gota de mi semen. Luego me exprimió con las manos y la boca, se separó de mí y se limpió los labios con los dedos.

Me quedé boca arriba en la cama y les pedí que me dieran unos minutos, que ellas podían continuar. Antes de que terminara de hablar, ambas estaban besándose, una encima de la otra y masturbándose.

La noche continuó con más placer hasta casi despuntar el alba, cuando besé tiernamente a mi novia y nos acomodamos los tres en la cama, dejándonos llamar por Morfeo mientras seguíamos acariciándonos casi inconscientemente.