Había tenido mi primer gran orgasmo con un tipo que no era Germán. Claro que con la venia de él y ayudada por él toda vez que su dedo en mi culo desencadenó mi venida. Lo más lejos que había llegado con otro hombre delante de mí cuñado había sido con John, el amigo de Clarita la inquilina cuando ella hizo el trío con ellos dos. Y solo fue sexo oral. (Ver relato «El trío de Clarita»). Mis ganas de estar con dos hombres al tiempo se habían disparado después del trío de mi amiga. Germán desde que supo de esta fantasía mía se mostró dispuesto a hacerla realidad, pero siempre fui yo quien le dio largas.

Lo más cercano a estar con varios hombres al tiempo sucedió precisamente en la semana que mi relación con Germán empezó. Digo lo más cercano porque fueron tres tipos uno de tras de otro pero no simultáneamente. El jueves de esa semana (Ver relato «Jueves: el que es caballero repite»), estuve con Germán y cuando él se fue, llegó Mauro mi ex esposo quien de despedida porque se iba del país, me lo pidió y yo se lo di. Y al rato de salir Mauro llegó Carlos mi novio en ese momento, que apenas entró al apartamento me clavó en la mesa del comedor. Ese día me sentí maravillosamente puta en todo el sentido de la palabra. Pero una puta feliz y satisfecha.

Idéntica sensación la de ese día me llenaba en este momento por el morbo de esta mini orgía que recién empezaba. Estaba dichosa por ese orgasmo tan intenso provocado por la boca experta de Juan y ansiaba que me tocara, que me besara y que me clavara de mil formas. La complacencia de Germán al verme satisfecha por otro hombre, me hizo sentir lujuriosa y deseada.

Continué besando a Sandra y sus manos expertas hicieron que mi excitación creciera en segundos. Estábamos besándonos frente a ese par de hombres cuyas imponentes vergas se erguían poderosas para complacernos.

-Le provocó tremendo orgasmo a Dina –dijo Germán dirigiéndose a Juan- mire como quedó su cara empapada por la venida de ella.

-Eso me gusta –respondió Juan limpiándose el rostro con el dorso de la mano- es como si ella hubiera eyaculado…-se detuvo a mirarme y yo me sonrojé porque siempre mis orgasmos vienen acompañados de abundantes líquidos-. Déjeme decirle que Dina tiene una chocha espectacular. Hacía mucho tiempo que no me comía un chocho tan rico, tan velludito, tan caliente…

-Y tan apretadito. Dina sí que sabe apretar. La cuca de ella es toda estrechita al igual que su culo. Ahorita que la clave se dará cuenta.

Mi prima y yo seguimos besándonos y tocándonos de pie frente a ellos, atentas a lo que estaban diciendo. Germán ya estaba completamente desnudo y su verga inmensa brillaba magnífica.

-Usted es un tipo afortunado Germán. Este par de hembras solo para usted.

-Error Juan. Yo diría «somos» afortunados porque al fin y al cabo usted recibirá los favores de ambas. Es más: Ya empezó a recibirlos. ¿Qué tal la mamada de Sandra Dee? Fenomenal, ¿cierto?

-¡Uffff! Fuera de serie hermano. Para llevar ocho años sin practicar lo mama como ninguna.

-Yo siempre pensé que Sandra debía mamarlo rico. Tiene cara de mamadora. Pero solo hasta hoy pude comprobarlo –continuó Germán.

Mi prima y yo sonreímos.

-Igual yo. Siempre le dije a la Nogales que Sandra tenía toda la pinta de gustarle mamar verga.

– Y espere a que se lo mame Dina que es adicta a las mamadas. Ella está fuera de concurso. Le encanta mamarlo. Su gusto es tan intenso que a veces he creído que tiene el clítoris en la boca. En serio.

Todos nos reímos. Sandra me dijo:

-A ver nena, déjame ver. Abre la boca.

Me reí por la ocurrencia y abrí la boca para que su lengua me explorara toda la cavidad bucal. Nuestras manos siguieron recorriendo nuestros cuerpos con más intensidad. Los hombres se habían puesto de pie y los sentimos al lado de nosotras. Sus respiraciones eran cada vez más agitadas. El calor que desprendían sus cuerpos nos llegaba como en oleadas.

-Sandra no creo que con la lengua puedas ubicarlo porque lo debe tener bien al fondo, como por los lados de la campanilla. Y como la lengua no es tan larga, no alcanza a llegar hasta allá –agregó Germán-. Es por eso que se necesita una verga.

Todos nos carcajeamos de nuevo.

-La mía puede empezar la exploración cuando ella quiera –apuntó Juan. De nuevo risa general.

-Por ahora ustedes no van a hacer nada –dijo mi prima acariciándome y abrazándome-. Siéntense de nuevo. Dina y yo vamos a jugar y a disfrutar entre nosotras para ustedes. A ambas nos gusta la sensación de exhibirnos, de sentirnos zorritas. Es un juego de sensualidad, provocación, lujuria…

Las palabras de Sandra me sorprendieron gratamente porque nada de eso lo habíamos preparado. Sencillamente estábamos dejando que las cosas salieran por si solas y eso me gustaba. Respondí animada a sus besos y caricias.

Por un momento llegó a mi mente la imagen de nosotros en la sala y sentí una punzada en mi entrepierna ante la visión lujuriosa y sexual que se formó en mi cabeza: Dos tipos desnudos sentados en el sofá, con sus inmensas vergas duras y ansiosas y nosotras dos, de pie frente a ellos acariciándonos con fervor y apenas vestidas con nuestros diminutos calzones y medias a medio muslo. Y el toque final lo daba el contraste de color de los pantys. Los míos negros y los de ella blancos. Nos veíamos divinas. Me sentí en la cúspide del erotismo.

-Germán estas hembras son fuera de serie, son unas verdaderas… -dijo Juan muy excitado. Dudó en terminar la frase. Se frenó en sus palabras como apenado.

-¡Putas! Ya le dije que nada de pena viejo –le dijo Germán- no puede tener pena con nosotros a estas alturas. Y ellas son putas. Y les encanta que les digan así. Pero nosotros estamos para complacerlas a ellas.

En ese momento se me ocurrió decir:

– Y por eso queremos que tengan presentes dos condiciones mientras mi prima y yo jugamos.

Los tipos quedaron en silencio esperando muy atentos. Sandra me miró con picardía. Continué hablando:

-Primero, no se podrán pajear mientras nos ven. Prohibido tocarse y tocarnos. Así que recuéstense bien en el sofá y coloquen sus brazos a lo largo del espaldar. Segundo, cuando las dos nos vayamos a mi alcoba, queremos que lleguen y nos claven duro, con fuerza, sin tregua, sin compasión. Ninguna de las dos quiere ternura ni dulzura. ¿Está claro?

-¡Totalmente! –gritaron los dos al unísono.

-¿Sabías que eres demasiado zorra? –preguntó mi prima al oído, muy suave.

-Lo sé nena –le dije- imagina lo que nos van a hacer estos hombres cuando lleguen a mí habitación después de vernos a las dos arepeando y sin poder tocarse…

– ¡Mmm! Nos van a reventar…

-Será espectacular sentirlos desesperados clavándonos esas vergotas…

-Por eso es que eres tremenda puta –dijo Sandra besándome con pasión. Me encantó esa expresión porque ilustraba exactamente como me sentía. Como una tremenda puta.

Sonaba una canción clásica brasileña muy sensual. Aprovechando que estábamos abrazadas, Sandra empezó a bailar, contoneándose con elegancia y seducción. Nuestros pechos se juntaron directamente encajando nuestras tetas en un ajuste perfecto. Sus manos recorrieron mi espalda y mis manos hicieron lo propio en la suya. Nuestras bocas hambrientas se buscaron en un beso desesperado.

Sandra bailaba muy bien. Sentí sus piernas entrelazándose con las mías en cada paso; enfebrecida por la excitación, mis manos se apoderaron de su trasero buscando separar sus nalgotas perfectas y apretarlo para pegarla aún más a mi cuerpo.

Una sonrisa lujuriosa afloró en sus labios y se separó de mí. Su mirada provocadora me invitó a observarla menear sus caderas y su culo al son de la música. Esas caderas y ese culo que despertaban lujuria y pasión irresistibles. Creo que gracias a las palabras que Germán le dijera en la mañana, ella empezó a ser consciente del efecto casi hipnótico que su culo provocaba.

El baile le permitía a mi prima expresar su deseo, su sensualidad y en cada vuelta sus caderas se meneaban grácilmente ofreciendo con decisión su cuerpo a los presentes. Su contoneo marcado y preciso, confirmó la descripción perfecta que había hecho Germán hacía un rato: Toda ella inspiraba sexo. Yo estaba loca por besarla, por chuparla. Su diminuta tanguita blanca resaltaba de manera espectacular su chocha, que se notaba soberbiamente levantada gracias a su abundante vellosidad. Y por la forma en «Y» que tenía esta prenda en la parte de atrás, también resaltaba su culo, cuya tira delgada se metía delicadamente entre sus nalgas grandes y firmes. Mi excitación era de nuevo incontrolable.

Fui acercándome hasta ella mientras me movía también lentamente al ritmo de la música y le llegué por la espalda. Besé las pecas de sus hombros mientras mis pezones erectos se acomodaron en su espalda. Me moví a su ritmo y cubrí de besos su cuello delicado y fino. La provocadora mujer movió sus caderas de un lado a otro, pegándome cada vez más, ese fabuloso culo a mi chochita, logrando con ese roce deliciosamente impúdico que mi cuca se hinchara por el placer.

Yo me apretaba cada vez más fuerte hacia ella y mis manos inquietas se adueñaron de su cintura, recorriéndola por el contorno de los calzones; estando así, detrás de ella sintiendo en mi cuca la firmeza de su culo y sin dejar de menearnos al tiempo, puse mi boca en su cuello y lo recorrí rozándolo con mis labios; al mismo tiempo mi mano derecha la dejé deslizar por sus calzones apoderándome de su chocha con la palma abierta para poder abarcarla toda.

Su sexo era una fuente de calor y su humedad inundó mi mano al momento. Enseguida separó las piernas para facilitar mi labor en su chocho; sin dejar de moverse, movió su cabeza hacia atrás apoyándola en mi hombro, mirándome con ese brillo especial que indica excitación y deseo. Le dije muy suave al oído que mirara a nuestros hombres. Los tipos estaban respirando aceleradamente y sus caderas se levantaban de los asientos imitando el movimiento de penetración. Sus rostros evidenciaban la urgencia sexual que tenían. Sus manos estaban agarradas fuertemente del espaldar y era evidente el esfuerzo que estaban haciendo para no hacernos nada ni tocarse ellos. Sus vergas además de estar izadas al máximo, dejaban ver a lo largo de sus troncos la humedad que rodaba libre hacia sus bolas.

Ambas reímos. Queríamos llevarlos al tope y lo estábamos logrando. Humedecí mis labios y besé con lujuria su cuello desnudo, mordiéndolo con suavidad, mientras mi mano derecha sobaba su cuca y mi mano izquierda amasaba sus pezones duros y potentes.

– ¡Ohh! Que rico nenita –exclamó Sandra mientras su chocho se apretaba contra mi mano.

-Estas que quemas –le dije muy excitada sin dejar de mover mi mano por su cuquita, literalmente encharcada. -¿Tú crees que este par ya estén listos para nosotras? –le pregunté mirando a los tipos con coquetería.

-No creo. Juguemos un ratico más –respondió ella sonriendo y sin dejar de mirarlos.

-Se están ganando una culeada que no van a olvidar… –dijo Germán que de los dos hombres era el más controlado. Juan estaba pasando saliva y escasamente alcanzó a asentir con la cabeza. Su rostro estaba perlado por el sudor. Sus caderas se levantaban exageradamente del sofá.

-Mi amor es que de eso se trata –le dije a mi cuñado riendo. Enseguida giré a mi prima para que quedáramos frente a frente y ella tomó con sus manos mi cara para poder besarme con pasión. Además, y me encanta decirlo, estaba alborotada también porque nos estaban mirando. Eso disparó mí morbo de manera impresionante.

Guiada por ese frenesí maravilloso que me llenaba, bajé mi cabeza a la altura de sus pechos y moví mi boca hacia sus tetas tomando posesión de ellas mientras mis manos no cesaban de amasar su divino trasero, logrando apretarla más hacia mí. Fui bajando de sus tetas a su abdomen, besando esa línea recta imaginaria hasta llegar a su sexo apenas cubierto por los calzones. De rodillas ante esa cuca que me hipnotizaba, coloqué mi boca por encima de la tanguita totalmente empapada y la moví de arriba abajo y de un lado a otro, buscando disfrutar de su sabor a través de la delgada tela y sin dejar de apretar sus nalgas.

Sandra no dejaba de jadear y yo aproveché para correr el diminuto calzón hacia un lado y con verdadero desenfreno empezar a besar esa chochita que me suplicaba ser devorada. Mi lengua empezó a reconocer toda el área, subiendo y bajando despacito por ese hermoso tapizado de vellos negros, se detuvo en sus hinchados labios íntimos que se abrieron esplendorosos con la caricia y recogió en su recorrido cada gota que brotaba de esta deliciosa fuente hirviente.

Embriagada por el olor y la humedad que brotaba de esa cuca, la penetré con la lengua taladrando el interior de su vagina. Con un movimiento giratorio, exploré los más profundos escondrijos de su gruta estrecha, buscando cubrir un centímetro más en cada lamida. Moví mis labios en su clítoris, que descubrí maravillosamente hinchado y encerrándolo con mi boca, lo succioné fuertemente paladeándolo como el más exquisito de los manjares.

Mi prima entre convulsiones y jadeos se arqueó por un momento y tensionando todo su cuerpo, apretó fuertemente mi cabeza contra su sexo avisando a viva voz la llegada del orgasmo. Con toda la intención detuve mi lengua y separé mi boca de su sexo. Detenerme a punto de hacer venir a mi prima me representaba un esfuerzo tenaz porque la arrechera de las dos era incontenible y desenfrenada; mi propio sexo era un volcán a punto de estallar.

-¡No pares! –gritó Sandra temblando-¡no pares! Dame más, dame más…

Estaba suplicando. Me levanté y la abracé intentado aplacar sus fuertes espasmos. Su respiración era profunda intentado reponerse de la venida interrumpida.

-Nena, es hora de irnos a mi alcoba…

–Prima, creo que con el solo roce de alguna de esas vergas voy a explotar en un orgasmo sin precedentes… –dijo ella emocionada mirando a los dos hombres, a quienes el esfuerzo para contenerse durante todo nuestro juego los tenía en una arrechera que amenazaba desbordarse de manera indomable.

-No se demoren –les ordenó mi prima con una voz fuerte y clara. Nos tomamos de la mano y nos dirigimos a mi habitación sintiendo las miradas de los tipos clavadas en nuestros culos. -Los estaremos esperando en 4, como perritas…

Nos tiramos en la cama y nos pusimos en cuatro patas, una al lado de la otra de manera que cuando entraran lo primero que verían serían nuestros traseros en pompa, levantados ofreciéndose en una provocadora invitación y apenas cubiertos por los calzones. Los dos machos entraron como una tromba y Germán se acomodó tras de Sandra. Nos miramos y me mandó un beso.

-Disfruta mi vida, disfruta –me dijo con sus ojos brillantes y pícaros- y tranquila que ya tiene el condón puesto. Casi de inmediato sentí las manos de Juan en mis nalgas corriendo con fuerza la tanguita a un lado y su maravilloso tolete buscando descontrolado la entrada a mi cuca. A pesar del forro que la cubría, sentí claramente el extraordinario calor y dureza de esa cabezota que hurgaba la entrada a mi gruta íntima. No aguanté más y llevada por la excitación que me consumía, grité desesperada:

-¡Sí! ¡Clávame duro! ¡Métela toda, toda! –exclamé esperando recibir esa tranca sin demora. Juan no se hizo rogar y de una salvaje estocada me ensartó hasta que sus bolas se estrellaron con mis nalgas. Grité de dicha al sentirme llena de su verga. Grité de dicha porque era una verga grande y gruesa. Grité de dicha por la sensación morbosa que produce ser culeada por otro hombre distinto al tuyo. Grité de dicha porque todo esto pasaba delante del hombre que más he amado en la vida. Y grité de dicha porque ese hombre que más he amado en la vida, disfrutaba viendo como me hacia gozar una verga diferente a la suya.

Juan empezó a taladrarme sin compasión, con embestidas muy duras y profundas. El tipo amasó mis nalgas y les dio sendas palmadas que me estremecieron de gusto. Mi vagina a mi voluntad se estrechaba más y más alrededor de ese poderoso ariete, logrando con ello que el tipo arreciara la fuerza de sus arremetidas y mis gemidos fueran cada vez más intensos.

A juzgar por sus gritos, mi prima estaba logrando unos orgasmos increíbles; giré mi cabeza para verla. Tenía los ojos cerrados y el rostro congestionado; su cara reflejaba el gozo que la verga de Germán le estaba dando. Ella pedía más y él le daba más, sin parar. Sin darle un respiro. Sus manos estaban crispadas en las sábanas en un vano intento de sostenerse para contrarrestar las tremendas embestidas de mi cuñado. Se sintió observada porque abrió los ojos y me encontró mirándola. Se lamió los labios. Sus tetas preciosas se bamboleaban para todos lados.

Los tipos se habían controlado tanto para no hacernos nada en la sala, que estaban literalmente desbocados levantándonos a verga. Era tanta la fuerza del empuje de estos dos hombres que la cabecera de la cama (tamaño King size) golpeaba contra la pared y parecía mecerse al compás de ese pistoneo incesante.

-¡Así! ¡Dame más! Hazme lo que quieras – alcancé a escuchar que Sandra le decía a Germán entre jadeos- ¡Toma mi culo!

– Está deliciosamente abierto…Como debe disfrutar una lengua entrando en este culo… –dijo él.

– Y una buena verga también –respondió mi prima.

-Dos vergas puta, porque hoy recibirás dos vergas.

-¡Siiii! ¡Eso quiero!

Entonces, Juan aprovechando su posición y sin dejar de bombearme, me abrió las nalgas lo más que pudo para poder ver mi agujero.

-Tu culo también está listo –me dijo agitado.

-Siempre está listo, siempre –dije cada vez más excitada –solo debes tomarlo…

Las miradas de mi prima y yo se cruzaron y sin pensarlo empezamos a besarnos desaforadamente en la boca.

-Coloquémoslas frente a frente –ordenó Germán. Corrió a Sandra a un lado con fuerza y Juan hizo lo mismo pero hacia el lado contrario. Las dos continuamos en cuatro pero frente a frente y seguimos devorando nuestras bocas, que sintieron enseguida el impacto del empuje de los dos machos.

Nos comimos los labios succionándolos con algo de dureza y nuestras lenguas jugaban casi dentro de nuestras gargantas, como si con ello hubiésemos podido transmitirnos la una a la otra el placer maravilloso que nuestras cucas estaban sintiendo, gracias a la inmisericorde clavada que estábamos recibiendo. Mi orgasmo era inminente.

-¡Me voy a venir! –pude decir con esfuerzo. Mis caderas se empezaron a mover instintivamente más rápido y mi cuca apretó con más fuerza la verga que me perforaba sin cesar. Entonces Germán volteó con violencia a Sandra boca arriba y como yo estaba en cuatro apoyada en brazos y rodillas, la hizo meterse debajo de mi cuerpo. Sacó de la mesita de noche el aceite para lubricación anal.

-Sandra, cómele la chocha para que se venga en tu boca –le dijo. Le lanzó a Juan el frasco de aceite- Lubríquele el culo y con cuidado métale un dedo. Quiero que Dina tenga un orgasmo como nunca lo ha tenido.

Me estremecí de gusto. Sandra con destreza comenzó a lamerme la cuca y pude sentir como cuando lamía los bordes de la vulva, su lengua se ocupaba también de la verga y las huevas de Juan, que detuvo su salvaje mete y saca, para dejar caer un chorro de aceite que me inundó el ano y sus alrededores. Su contacto frío me erizó. Los dedos de Juan lo esparcieron y pronto sentí su índice abriéndose paso con cuidado.

-¡Clávame, no dejes de clavarme! –supliqué pidiendo que no cesara la penetración.

Juan movió vigorosamente su dedo en mi culo y reanudó con energía un inclemente bombeo de verga. Estaba doblemente empalada y la lengua de mi prima hacía estragos con mi cuca, toda vez que chupaba y jaloneaba mi clítoris de un lado a otro. Además, mi posición me permitió tener una visual perfecta de la cuca de Sandra y ver como Germán jugaba con ella colocando la cabezota de la verga en su clítoris paradito y la movía circularmente.

Coloqué extasiada la punta de la lengua en la pepita de ella, pero mi cuñado con fuerza me levantó la cabeza y enfiló su inmenso mástil a mi cara. Un grito de gusto escapó de mí al sentir esa cosota embarrada de los jugos de mi prima recorrer todo mi rostro. Agarré durísimo ese enorme trozo y empecé a hacerle la paja con absoluto desespero.

-Muy bien mi putita –dijo Germán tomándome con fuerza la cabeza y mirándome a los ojos- ahora córrete pero con mi verga en tu boca.

-¡Siii! Así quiero. ¡Dámela! – grité y sin esperar más abrí lo más que pude la boca y me tragué todita esa vergota.

-No dejes de chupar -me ordenó Germán. Con desenfreno total, se la lamí y se la chupé hasta que él me agarró la cabeza y la inmovilizó para empezar un bombeo de verga en mi boca, que por su fuerza parecía que me iba a desencajar las mandíbulas. –Aprieta duro zorra –dijo y cerré con fuerza mi boca para estrechar el cerco de mis labios sobre ese poderoso cilindro. Germán lo incrustaba adentro sabiendo hasta donde podía hacerlo sin lastimarme o incomodarme. Por eso la sensación de ese tolete entrando y saliendo de mi boca se me antojó extraordinariamente placentera.

Estaba recibiendo demasiado placer al tiempo porque Juan seguía penetrando fuertemente mi cuca con su verga y mi culo con su dedo; y Sandra chupaba mi clítoris sin descanso. Me estaban llevando al límite y en mi cuerpo se agolparon un cúmulo de sensaciones que nunca había experimentado y sin poder aguantar más, se desató una reacción que me sorprendió: Empecé a venirme una y otra vez. Parecía como si estuviera en un orgasmo constante y permanente.

-¡Me vengo, me vengo! – empecé a gritar de placer mientras mi cuerpo brincaba, vibraba y sudaba. Escuché a Germán ordenarles a Juan y a mi prima que no se detuvieran.

-Sigan dándole duro –gritó confundiéndose su voz con mis aullidos de placer y los gemidos de Juan. Ese orgasmo interminable llegó acompañado de un poderoso chorro de líquidos que desbordó la delgada tela de la tanga. Mis calzones no pudieron ser un obstáculo para esa impresionante marejada que salió descontrolada empapando todo a su paso. Sentí a Sandra lamiendo desesperada para recogerla toda pero era imposible por la cantidad de líquidos y por eso, parte de ellos bajó por mis muslos y se detuvo en el encaje de las medias.

Estaba temblando. La dulce violencia de este orgasmo tenía a mi cuerpo presa de contracciones y espasmos. A pesar de estar en cuatro, apenas podía sostenerme. Fuera de combate, caí exhausta a un lado del cuerpo de Sandra. Me moví hacia la cabecera de la cama para ver qué pasaba. Juan sudaba a chorros como muestra del increíble esfuerzo que había hecho para no venirse. Germán respiraba profundamente en un intento por mantener un control que yo sabía estaba que perdía. Me divertí pensando como los hombres siempre viven compitiendo entre sí. En este caso, ninguno quería ser el primero en venirse.

– Yo quiero el mismo tratamiento que recibió Dina –dijo Sandra mirando a los tipos sugestivamente, sin pudor, mojando sus labios en una enloquecedora invitación.

-¡Claro que si puta! Verga es lo que te vamos a dar. Ponte en cuatro –bramó Germán.

Ella girándose, se arrodilló en cuatro patas ofreciéndole su lindo trasero a Juan quien la tomó con fuerza de las caderas, le corrió el panty a un lado y la penetró casi con violencia. El tipo empezó a montarla vigorosamente y ella con evidente gusto le sonrió y concentró su mirada en el enorme aparato de Germán que casi golpeaba su hermoso rostro.

Agarró con una mano su enorme verga, empezó a pajeársela y en su cara se dibujó una expresión que reflejaba el placer que estaba sintiendo, porque pude ver como abría la boca y se relamía los labios mientras subía y bajaba su mano a lo largo de esa poderosa pieza, que finalmente metió completa a su boca para empezar a chupársela con el mismo vigor y desenfreno con el que estaba siendo clavada.

Germán le tomó la cabeza con fuerza y le sacó la vergota de la boca. Le pasó la cabezota inmensa por su rostro.

-Abre la boca putita –ordenó él. Sandra abrió la boca emocionada y expectante para recibir entero ese mástil hasta el fondo. Mi cuñado, colocando su mano en la parte de atrás de la cabeza de ella, empezó un veloz mete y saca que competía con las embestidas cada vez más feroces de Juan en la vagina de ella. –Quiero que te toques mientras te damos verga.

Mi prima que estaba en cuatro, como pudo llevó su mano derecha a su sexo. Temblaba y su cuerpo se iba hacia adelante y hacia atrás al ritmo del empuje cada vez más frenético de ese par de trancas. Los dos tipos estaban totalmente descontrolados y era inminente su venida. Juan gritó que ya no aguantaba más y tensionó su cuerpo indicando que debía estar soltando un tremendo chorro de semen. Sandra no podía gritar porque su boca estaba literalmente llena de verga pero su cuerpo se paralizó un instante y abrió desmesuradamente los ojos para avisar que un espectacular orgasmo se apoderaba de ella.

Germán llevó su cabeza hacia atrás, arqueó su cuerpo y sin dejar de moverse debió haber descargado un tremendo cañonazo de semen dentro de la boca de mi prima, porque a pesar del evidente esfuerzo de ella por tragarlo, se escapó una generosa cantidad por la comisura de sus labios. Con calma y sin soltarle la cabeza, mi cuñado adorado sacó su vergota de la boca de ella para embadurnarle la cara con la leche que goteaba intermitente.

Sandra entre gemidos ahogados y claras convulsiones que hacían estremecer su cuerpo, se aferró a esa cosota con su mano y la tenía presionada mientras la seguía lamiendo y chupando como queriéndola dejar limpia, impecable, lista para otra faena. Juan se había desacoplado y estaba por derrumbarse en la cama, cuando mi prima le pidió que se acercara. El tipo se acercó de rodillas y ella con una pericia asombrosa, le quitó el preservativo lleno de semen y lamió esa verga hasta dejarla sin rastros de leche. Luego, el condón se lo pasó por su rostro empapado por el semen de Germán.

-Esto no se puede desperdiciar –dijo mirándome con picardía y lo volteó para que su contenido cayera en su boca abierta, donde su lengua lo esperaba con ansias. ¡La muy zorra se tomó el semen que estaba en el condón y esparció una pequeña parte por su cara! Sin dejar de mirarnos a todos, que la veíamos atónitos, lo tragó sin pudor y lo paladeó, como si estuviera disfrutando el mejor de los vinos. -¿Y no vas a probar nenita? –me preguntó mostrándome la lengua donde resaltaban grandes manchones blancos.

Sentí las miradas de todos los presentes. La verdad, no me iba a hacer rogar.

-Pensé que no me lo ibas a pedir prima –le respondí y me acerqué a ella. Tomé su rostro con mis manos y lo recorrí con pasión lamiéndolo y embadurnando mi cara. Nuestras lenguas se encontraron y compartimos ese semen todavía caliente, como si quisiéramos calmar la sed.

-Yo te dije que esto prometía –susurró Sandra en mi oído.

-Lo sé, nena. Lo sé –le dije y ambas nos derrumbamos en la cama, rendidas y felices. Sentimos a los hombres acostarse a nuestro lado y lanzar un suspiro de satisfacción. Lo que seguía era reponer fuerzas y yo esperaba que no tomara mucho tiempo.

En ese momento llegó a mi mente la expresión usada por Germán cuando hablaba con Juan refiriéndose a Sandra: Tiene cara de mamadora. Me encantaría saber cuando una mujer tiene cara de mamadora. Quien mejor que usted, estimado lector, para resolver esta duda