Llegué a México cansado por el vuelo y nervioso por perder la maleta que tanto me había costado facturar, tanto en esfuerzo como económicamente. Estaba esperando su salida cuando escuché a mis espaldas una voz familiar que decía: hola, holaaaaa…. era Ari.

-¿Qué haces aquí? – dije sin que apenas me saliera la voz

-En persona me gustas más- Dijo ella con esa sonrisa picarona que tanto me gustaba.

– ¿Tu qué crees? Hacerte de guía.

En ese momento, como si de una película se tratara apareció mi maleta rompiendo ese segundo de silencio.

-¡Mi maleta!- grité nervioso y agitado.

– Agárrala pues y vámonos. Dijo ella.

Yo no conocía nada de México, y era mi primer viaje al extranjero, así que me pareció buena idea seguir sus consejos. Me llevó a su camioneta mientras hablábamos de trivialidades del aeropuerto, del avión, del viaje, hasta que ella me dijo:

– Suéltame ya la mano y deja la maleta ahí atrás.

Habíamos llegado y no me había dado ni cuenta, sin percatarme de nada habíamos recorrido todo el trayecto agarraditos de la mano, era como si nos conociéramos de toda la vida. En viaje al hotel le comenté todos los pormenores de mi viaje, no quería separarme de aquella mujer que tantas noches me había quitado el sueño, así que pensé en invitarla a cenar, como trueque por el favor que me hacía al guiarme desde el aeropuerto hasta el hotel.

-Lo que me estoy ahorrando en taxi y guía nos lo gastamos en cenar – le dije- Juan -dijo ella mostrándome una vez más esa fabulosa sonrisa.

– Reserva una mesa en el restaurante, mientras subo mis cosas a la habitación- le pedí amablemente. Ella me contestó con un cariñoso guiño.

Me llevo poco tiempo encontrar la habitación, entré y sin apenas entretenerme solté la maleta encima de la cama y bajé para terminar de compartir aquel intenso día que estaba siendo.

La cena fue de lo más entretenida, todo tenía una sabor esplendido, y se me hizo muy divertida, con las bromas que gastábamos de las diferencias entre España y México, y con la música de los mariachis que nos dedicaron un par de canciones. Finalizada la cena de los arrumacos, como me gusta llamarla, tomamos unos tequilas para terminar de darle un toque mexicano a la cena. Después nos dirigimos al hall donde nos despedimos con un tierno beso. El corazón se me aceleró, no podía creerme que me estuviera sucediendo aquello. Aquella mujer a la que tanto veneraba estaba besándome.

De repente, como si de un cuento de Disney, o de una película se tratara, se abrió la puerta del ascensor y la magia se rompió. Entré, pulsé el botón de mi planta, la puerta se cerró y lentamente el rostro de aquella mujer se esfumó. A los pocos segundos la puerta se abrió otra vez y yo esperaba, que como en las películas estuviera allí de nuevo, pero la realidad fue mucho más dura, me encontré sólo en aquel pasillo de hotel.

-Bueno, si no nos volvemos a ver, por lo menos la he besado- Pensé para mi, queriendo pensar que quizás al día siguiente me llamaría, o volveríamos a vernos. Sin darme cuenta, había llegado la habitación del hotel. Busqué la tarjeta de la habitación y entré inspeccionando todo. Con las prisas, la vez que subí la maleta no había examinado la habitación. Tenía buena pinta.

Miré la cama, allí estaba mi maleta, la bajé y comprobé la firmeza del colchón mientras me decía a mi mismo: -¡Qué grande, que cómodo y que solitaria está esta cama! El resto del mobiliario también parecía confortable, una línea un poco clásica para mi gusto pero, cómodo al fin y al cabo. Encendí la televisión para que me hiciera compañía mientras abría mi maleta y colocaba sobre la cama su contenido. Cuando hube terminado de desordenar la habitación pensé en darme una ducha para relajarme y ponerme cómodo a esperar a que el “jet lag” me dejara dormir.

Dejé mi ropa en el suelo de la habitación y desnudo me paseé hacia el baño. Abrí los grifos tratando de alcanzar la temperatura justa para darme una relajante ducha. Cuando el agua estaba perfecta, agarré una pastilla de jabón y me metí debajo, sintiendo como el agua tibia resbalaba por mi nuca y empapaba todo mi cuerpo. Cerré el grifo y me enjaboné completamente, repasando mentalmente todo aquel día, mientras las burbujas descendían lentamente cubriendo mi cuerpo por completo. En mi cabeza un montón de ideas se agolpaban, recuerdos, sentimientos…sin darme cuenta mi memoria me trajo al presente muchos momentos de juegos eróticos que habíamos compartidos con la Cam. Terminé de enjabonarme y descubrí que aquellos juegos habían despertado levemente partes de mi anatomía.

Salí de la ducha con cuidado de no resbalarme, y para mi sorpresa no encontré toalla con la que secarme. Juraría que estaban puestas aquí, pensé. Pero no veía ninguna en ninguna parte. Rebusqué por todos los armarios, detrás de la papelera y en cualquier rincón donde pudiera haberse caído una toalla. Ante el evidente fracaso salí intuitivamente a mirar en los armarios de la habitación. Abrí el armario un poco preocupado porque no había contemplado la presencia de toallas antes de darme la ducha, miré bien por todo el armario, en todos los cajones, sin resultado alguno.

Cuando estaba pensando si había guardado alguna toalla en mi equipaje, me pareció oír esa sonrisa picarona que tanto me excitaba. Me giré bruscamente y mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí tendida en la cama a mi brujita, sosteniendo una toalla.

– En persona me gustas más- dijo mientras agitaba la toalla.

– ¿Qué haces aquí? -dije entre nervioso, sorprendido y excitado…

– He venido a secarte- dijo ella mientras centraba su mirada en mi pene semierecto ante aquella situación.

– Justo lo que necesito- dije suavemente un poco movido por la necesidad de decir algo.

Se levantó lentamente y se puso justó enfrente de mí, colocando la toalla en mi cabeza. Empezó a masajear mis cabellos intercalando miradas descaradas. Yo mientras tanto estaba paralizado por aquel maravilloso asalto, aquella magnifica mujer y aquellos ojos de bruja que me hipnotizaban. El masaje fue descendiendo por mi espalda, y lentamente secando toda ella, para entretenerse mucho más en mi torso.

– Pero mira cómo estás de empapado, mi amor-dijo ella esbozando aquella sonrisa de niña mala.

En ese momento se arrodilló ante mí y comenzó a secar mis pies, y muy lentamente fue ascendiendo por mis piernas, secando mis muslos y quedándose quieta frente a frente de mi pene. Sin mediar palabra comenzó a masajear mis nalgas, mientras mi pene, se izaba más y más ante su atenta mirada. Después de secar mi culo, comenzó a secar muy suavemente mi pubis, mi vello púbico, con una delicadeza extrema, mientras que con su mano izquierda sujetaba la toalla entre mis muslos, ascendiendo hasta comenzar a secar mis testículos.

– Pero mira cómo estás de excitado, bebé… -dijo al ver cómo me ponía esa situación.

– Si, ya ves como me has puesto…

– Si ya veo… -dijo ella con esa sonrisa picarona.

Soltó la toalla y comenzó a masajear con sus manos lo que antes había secado. Mis muslos, mis testículos, aquellas caricias estaban excitándome muchísimo y no pude dejar escapar un suspiro. Sujetó mi pene por el tronco tirando de él para sacar mi glande y lo lamió con sumo cuidado rodeándolo despacito, haciéndome sentir en el séptimo cielo.

– Ufff amor, que rico lo haces, como me gusta mamí, sigue así, amor, no pares- le decía yo sin pensar muy bien lo que estaba diciendo, simplemente me dejaba llevar.

– ¿Te gusta así ojitos? Me dijo ella mirando sin soltar mi pene

– Me encanta…

Entonces comenzó a tragárselo lentamente, hasta que lo tuvo todo en su boca, mientras acariciaba mis testículos y jugaba con su lengua. Aquella sensación me hacía gemir de placer, mientras mi miembro se endurecía al máximo.

– Ummm, como te has puesto- me dijo ella, comenzando a mastúrbame lentamente sin dejar de cubrirme de caricias, con su otra mano, por mis muslos y mis testículos.

– Amor vamos a la cama, yo también quiero jugar contigo- dije entre gemidos.

Soltó mi pene y se dirigió a la cama mientras se sacaba el vestido dejándolo caer en el suelo. En su pecho llevaba un pequeño bra que dejaba ver sus senos, y abajo…nada… Me tumbé encima de ella, y comencé a besarla, a besar su cuello, mientras mis manos se entretenían explorando aquel maravilloso cuerpo, aquellos pechos dulgentes, tan paraditos, que no pude evitar mordisquearlos, apretarlos, jugar con ellos… Deslicé mis manos más abajo mientras mi lengua se entretenía en el ombliguito de aquella diosa, cortando aquella piel, deslizándose lentamente hacia su monte de Venus, acariciando aquellas piernas que se abrían como una flor en primavera… hasta descubrir aquel maravilloso sexo que tanto me excitaba.

Estaba completamente húmedo así que no pude resistirme y pasé mi lengua lentamente por todo él, desde abajo hasta llegar a su clítoris, completamente erecto. Lo sujeté con mis manos y lentamente lo metí en mi boca, para poder jugar con él, mi lengua trazaba círculos por todo su clítoris, mientras sus gemidos iban en aumento. Cuando la excitación era máxima comencé a introducir un dedito por su vagina, haciendo movimientos, acariciándola, introduciéndolo y sacándolo, me encantaba poder jugar así y ver como disfrutaba con todo aquello. Después decidí a que fuera mi pene el que jugara con su vagina.

Sujete mi verga por el tronco y comencé a masajear suavemente su clítoris con mi glande.
Podía sentir la calidez de su sexo en mi pene y eso me excitaba, al tiempo que ella era masturbada con mi pene como si de un dildo se tratara. Acaricié con mi pene toda su vagina, arriba y abajo, deslizándome por ella, y masturbando su clítoris, en círculos rápidos y seguidos, bajaba después a la boca de su vagina y jugaba a introducir un poco de mi pene. Aquel juego nos estaba volviendo loco a los dos.

– Métela ya- dijo, entre gemidos

Así que, sin poder demorar más aquel placer extenuante empecé a penetrar aquel maravillosos sexo, centímetro a centímetro, sintiendo como se deslizaba mi pene por aquella maravillosa y empapada vagina, que me acariciaba, me recibía cálidamente y me apretaba mi pene proporcionándome un placer indescriptible. Me quedé unos segundos mirando sus ojos profundos, mientras avanzaba por aquella maravillosa vagina, extasiándome en aquel gesto, aquella cara que me hipnotizaba y que ahora me recibía, excitándome hasta el límite. Cuando estuvo toda dentro me quede quietito un momento, disfrutando de aquel maravilloso momento mientras ella, se volteaba y se ponía encima de mí como una amazona mostrándome sus maravillosos pechos, mientras comenzaba a cabalgar lentamente mi pene.

No pude aguantar mucho tiempo mirando sus pechos, porque su rostro, su sexo, todo estaba puesto para excitarme, y aquella excitación, y aquellos Movimientos rítmicos, lentos, intensos, que introducían mi pene en lo más profundo de sus entrañas, hacían que cerrara los ojos, para poder sentir bien su respiración, las maravillosas caricias que me propinaba mi diosa del sexo y su increíble vagina que masajeaba mi pene una y otra vez, con aquel movimiento, incesante, cada vez más rápido.

– Así bruji, muévete así- le decía, mientras ella iba aumentado el ritmo, sin dejar de
gemir.

– Si papi que rico, siii, como te siento, así papi, te quiero sentir así…-decía ella sin dejar de moverse, acelerando cada vez más, arqueando su cabeza, su espalda…hasta cabalgarme frenéticamente golpeando su sexo violentamente en mis testículos.

– Vente conmigo amor, vente, me voy a venir….

-comenzó a gritar más y más poseída de un increíble orgasmo que a su vez hacía que me excitará muchísimo , de modo que mi pene comenzó a inundarse de esperma, que me quemaba hasta no poder soportar más aquel increíble e intenso placer, que nos hizo estremecernos y fundirnos en un eterno abrazo-orgasmo, que nos dejó exhausustos y abrazados, como un único y maravilloso ser.