Los días pasaron aquel cursillo, y yo no dejaba de mirarla a todas horas, admirando sus femeninos gestos, sus angelicales sonrisas, muriéndome de ganas por hacerle el amor hasta el fin de los tiempos. La cosa es que un profesor me cambió de sitio y oportunamente fue delante del suyo. Pronto entablé conversación con ella y descubrí que además de su increíble belleza era muy simpática y divertida.

Un buen día mientras tomaba apuntes me pareció oír algo así como un suspiro detrás mía, no le di mas importancia, pero pronto me di cuenta de que era mas insistente que suspiros casuales. Seguí el juego haciendo lo mismo. Ella jadeaba en un tono suficientemente bajo como para que no la oyera el resto de personas. Pronto empecé a empalmarme conforme asimilaba sus retorcidos gemidos tras mi cabeza. Noté una erección fuera de lo normal para mí hasta ahora. La clase concluyó y durante el descanso traté de replantearme todo aquello, ella actuó como si no hubiera pasado nada. Tras la siguiente clase llegó la hora de irse a casa.

El suceso me mantuvo mas horas de lo conveniente sin dormir, así que al día siguiente llegué totalmente deseoso de continuar. El «juego» no se hizo esperar, ella comenzó nuevamente y yo seguí, mas excitado todavía si podía, que el día anterior. Sus suaves gemidos me recorrían la cabeza. Le pedí un boli y al cogerlo puede comprobar como nuestras manos parecian no soltarse y se agarraban extrañamente fuerte. Una intensa mirada de segundos parecidos a años enteros me atravesó de lado a lado. Le susurré al oído «te quiero», ella permaneció en silencio y al girarme continuó con los suspiros.

Poco antes del descanso, justo antes de acabar le susurré nuevamente: «vamos al baño». Al terminar corrimos separados y disimuladamente al baño. Como yo le seguía entré al de mujeres tras ella. Los dos accedimos a una cabina e inmediatamente ella saltó sobre mi y comenzó a besarme. Yo respondí con convicción pero totalmente alterado y nervioso en mis adentros, deseaba comérmela a besos.

Nuestras lenguas se palpaban y entrelazaban muy apasionadamente. Ella deslizó una manó sobre mi camiseta y llegó hasta mi bragueta, bajó la cremallera de un tirón. Mientras seguíamos besándonos se abrió paso con su mano en mi calzoncillo y al encontrar mi polla la agarró y me la sacó. Dejó de besarme y bajó decidida hacia ésta, totalmente dura y a punto de explotar. Un impulsó me hizo susurrarle «cómemela entera», casi escapándose de mi boca con una voz incluso temblorosa. Ella comenzó y me lamió el paquete y la polla con gran insistencia, de arriba abajo y jugueteando con su lengua en la punta de mi capullo.

Rápidamente se desabrochó su decorativo cinturón y su pantalón mostrándome su absolutamente sobrehumano culito, cubierto por unas llamativas braguitas que inmediatamente arranqué de mi camino. Le inserté mi miembro y comencé a empujar contra ella salvajemente, nada era comparable a aquel placer. Al tiempo que veía que comenzaba a subir el volumen de sus suaves gemidos alguien pareció entrar en el baño. Paré, la giré de frente a frente y tapé su boca jadeante con mi mano. A los pocos segundos oímos como se iba quien hubiese usado el baño con un portazo. Quité mi mano de su boca y la recosté sobre el water, que estaba cerrado. Volví a metérsela y rápidamente noté que llegaba al final. Como si ella también lo estuviese notando sacó con su mano mi pene de su vagina permitiéndome eyacular sobre esta. En aquel momento fui yo quien no me pude contener y gemí largamente. Cogió un papel higiénico, se limpió bien la zona, subió y abrochó sus pantalones. Me dijo adiós suavemente, me dio un beso en la mejilla y se fue.