No era un martes cualquiera. Jorge y Nuria llegaron a Madrid por la mañana. Jorge tenía una reunión de trabajo en un edificio cerca de la Gran Vía. Mientras tanto, Nuria se quedó paseando por el centro de la ciudad. Estaba buscando un regalo para Jorge. Había sido su cumpleaños hacía unos días y todavía no había tenido tiempo de comprarle nada. Entró en una tienda de deportes. Enseguida se acercó a ella un chico joven, con una melenita rubia que le daba un aspecto desenfadado. Tenía la piel morena y era guapo, muy guapo.
Se ofreció para ayudarle y su voz le cautivó. Estuvieron mirando un traje de padel, una pala, una bolsa de deporte y finalmente se decidió por un conjunto muy bonito que estaba seguro que le encantaría a Jorge. El dependiente, que demostró ser un gran vendedor, le enseñó un conjunto para mujer que despertó el interés de Nuria y le animó a que se lo probase. Le acompañó al probador y le dijo que estaría esperando a la puerta por si necesitaba algo. La tienda estaba vacía y solo había otro empleado en la caja pues su compañero había salido a tomar café. Nuria es una mujer delgada, no muy alta pero con unas proporciones que le confieren a su cuerpo un atractivo especial. Tiene unos pechos preciosos, con el tamaño, la dureza y la tersura necesarios para poder vestir su ropa sin necesidad de llevar sujetador.
Entró en el probador y se desnudó para poderse probar el conjunto. La camiseta, que tenía un escote muy pronunciado tratándose de ropa deportiva, le estaba un poco pequeña. Entonces le pidió al chico de la tienda que le trajera una talla mayor. Se quitó la que se había probado y esperó con el torso desnudo a que llegara el empleado. Su sorpresa fue mayúscula cuando éste corrió la cortina sin avisar para dejarle la talla que había pedido. Ella se quedó inmóvil pero no hizo ningún gesto para tapar sus tetas. El chico se quedó mirando fijamente con cara de sorpresa y a la vez de placer por lo que estaba viendo. Le dejó la camiseta y volvió a correr la cortina. Nuria se la probó y salió a verse en el espejo. El chico no dejaba de mirarle. Ella le pregunto si le gustaba lo que veía y el, con cara de chico malo, le respondió que le encantaba, pero que le había gustado mucho más lo que había visto en el probador.
Ella se sonrojó y volvió a entrar en el probador para cambiarse. Mientras se estaba vistiendo se dio cuenta de que estaba empapada. La escena le había puesto muy caliente. Comenzó a construir una fantasía con lo que le hubiera gustado que hubiera pasado a partir de ahí, pero se dio cuenta de que aquello no tenía sentido. Así que cogió la ropa que se había probado y se dirigió a la caja a pagar. El chico le despidió con una mirada pícara que volvió a encender su libido.
Siguió paseando, de tienda en tienda y entró en una de lencería. Quería comprar un conjunto sexy de sujetador y braga. A Jorge le encantaba la ropa interior y quería darle una sorpresa. Estuvo echando un vistazo y finalmente cogió cuatro conjuntos para probarse. Le acompañó una dependienta. Tenían instrucciones de supervisar las pruebas para evitar los hurtos. Se trataba de ropa muy cara. Nuria comenzó a probarse los conjuntos en el probador sin correr la cortina del todo y se dio cuenta de que la dependienta no le quitaba ojo. Ahora era Nuria la que estaba provocando la situación. Cada vez que se probaba un conjunto le pedía opinión a la dependienta y esta le decía lo bien que le quedaba. Se notaba algo extraño en su mirada y en su forma de hablar. Nuria estaba segura de que le había gustado. En uno de los cambios, le pidió que le ayudara a abrocharse el sujetador.
La chica entró en el probador. Se le notaba nerviosa. Tanto, que no acertó con el enganche y el sujetador cayó al suelo. Se agachó a recogerlo y justo en ese momento Nuria se dio la vuelta y se acercó más a ella. Cuando la chica hizo el gesto para incorporarse se encontró con las tetas de Nuria en su cara. Nuria no las apartó. La chica le miró a los ojos y aprovechó para tocarlas. Las dos acercaron sus labios y se fundieron en un beso largo y profundo. En ese momento se oyeron voces de otra clienta que se acercaba a los probadores. La chica salió precipitadamente de la cabina donde estaba Nuria y se dirigió a la caja. Nuria sacó todas las prendas que se había probado y finalmente se decidió por un conjunto de encaje blanco que le quedaba de muerte.
Pagó a la dependienta y se marchó, pero nuevamente se notó muy húmeda y caliente. No se podía creer lo que le estaba pasando. Estaba deseando contárselo a su marido. No se lo iba a creer. Se dirigió al apartamento que habían reservado no muy lejos de allí y esperó a que llegara Jorge. Habían reservado para comer en un restaurante muy tranquilo que les habían recomendado.
Nuria se dio una ducha y se puso un vestido negro muy corto con un gran escote que sabía que le volvía loco a Jorge. Se calzó unos zapatos negros con un gran tacón de aguja que le daban un aspecto esbelto y realzaban aún más su bonita figura. No se puso sujetador. Realmente no le hacía falta.
Sonó el teléfono y era Jorge. Estaba esperando a la puerta del restaurante y le dio indicaciones a Nuria para que se dirigiera andando hacia allí ya que no estaba muy lejos. Su sorpresa llegó cuando vio que Jorge no estaba solo. Le acompañaba la persona con la que había estado reunido toda la mañana. Un hombre alto, de unos 45 años, cuerpo atlético; se notaba que hacía deporte y se cuidaba. Tenía rasgos duros, piel morena y una voz tremendamente seductora. Vestía, al igual que Jorge, un bonito traje azul de corte italiano con una preciosa corbata. La primera reacción de Nuria fue de enfado. Era el día de su cumpleaños y Jorge le había prometido que le dedicaría la tarde a ella. No le hacía ninguna gracia comer con un tipo desconocido y que los dos siguieran hablando de trabajo. Jorge le presento a su amigo. Se llamaba Pablo. Enseguida le cautivó con su mirada y con su voz. Se veía que era un experto en el arte de la seducción.
Se sentaron en la terraza del restaurante a tomar un vermouth en lo que llegaba la hora de comer. Poco a poco Nuria se fue sintiendo más a gusto. Enseguida se dio cuenta que la conversación no giraba en torno a temas laborales y que Pablo se estaba descubriendo como un tipo muy interesante.
Les avisaron para ir dentro. Les pusieron la mesa en una especie de reservado que habían elegido. Mientras Jorge se dirigía a los aseos, Pablo, muy educado, ayudo a Nuria a levantarse y le puso la mano en la cintura para guiarle hasta la mesa. Este gesto le estremeció porque no se esperaba ningún contacto físico con él. Era una mesa redonda con un mantel largo, casi hasta el suelo. Dejaron a Nuria entre medias de los dos hombres y llamaron al camarero para que les recomendase qué debían comer. Pidieron varios platos para compartir y una botella de vino de Ribera de Duero que le encantaba a Nuria. La comida transcurrió en un ambiente distendido y divertido a la vez. Pablo les contó que se había separado hacía un año. Su mujer le dejó por otro después de 12 años de convivencia. No tuvieron hijos y aunque él lo pasó muy mal, les confesó que ya estaba recuperado e intentando rehacer su vida.
Nuria comenzó a notar los efectos del vino y su conversación empezó a girar en torno a temas más personales. Se le notaba desinhibida. Se atrevió a preguntarle si había estado con alguna mujer desde que le dejó su ex y cuando Pablo le respondió que no, Nuria le dijo que no le creía. «No me creo que un hombre tan guapo como tu, no haya tenido ninguna mujer rendida a sus pies en todo ese tiempo.» Cuando pronunció esas palabras, los dos hombres se le quedaron mirando y rompieron a reír. Nuria tenía el puntito justo que necesita una persona para decir lo que piensa y nunca se atrevería a decir en condiciones normales.
Llegaron los postres y la conversación cada vez se volvía más picante. Ninguno de los tres se cortaba ya de decir lo que le apetecía. Nuria se levantó para ir al servicio y Jorge le susurró algo al oído. Jorge pidió disculpas a Pablo por la pregunta que le había hecho Nuria pero éste le dijo que no le había importado en absoluto. Nuria le estaba pareciendo una mujer muy simpática y libre de prejuicios y eso le encantaba. «¡Ojalá yo hubiera conocido una mujer como Nuria!» le dijo. «Y además, me ha cautivado su belleza. Es increíblemente atractiva y perdóname que te lo diga Jorge: es la mujer con la que todo hombre soñaría con acostarse alguna vez en la vida. Tienes mucha suerte de tener una mujer así.»
En ese momento llegó Nuria y volvió a sentarse. Les confesó que estaba un poco chispa con el vino y que no respondía si decía o hacia alguna bobada. Ahora era Jorge el que se levantaba para ir al servicio. Pablo comenzó a contarle algo a Nuria al oído que le hizo partirse de risa. Mientras los dos reían cerca el uno del otro, ella notó el aliento en su nuca y eso le produjo una sensación que hacía tiempo que no tenía. Pablo intentó quitarle una pelusa que tenía en su cabeza y aprovechó para jugar con su pelo, rozando su cuello con los dedos. Nuria se sorprendió al notar sus caricias, pero se sentía cómoda a la vez y le gustaba lo que Pablo le estaba haciendo.
Aprovechó para decirle lo atractiva que le parecía, lo bien que le había caído, y también lo sexy que estaba con ese vestido. «No me extraña que a Jorge le vuelvas loco cada vez que te lo pones» le dijo. Volvió a sentarse en la mesa y siguieron hablando el uno con el otro como si se conocieran de toda la vida. Pablo no dejaba de mirarle a los ojos y Nuria sentía su mirada penetrante. Se notaba que tenía experiencia y que estaba intentando seducirla sin importarle lo que pudiera pensar Jorge. Pablo se acercaba cada vez más a Nuria y en un momento que a ésta se le cayó la servilleta al suelo, Nuria sintió como la mano de Pablo se había apoyado en su muslo y subía lentamente hacia su entrepierna tapados por el mantel. De repente entró el camarero a pedirles los cafés pero Pablo no retiró su mano; todo lo contrario, aprovechó para subir un poco más y llegar hasta sus labios.
Fue entonces cuando descubrió que Nuria no llevaba bragas y que estaba empapada. Ahora imaginó la petición que Jorge le había hecho cuando le susurró algo al oído en el momento que iba al aseo. Pablo dejó su mano inmóvil, apoyada en su coño durante unos segundos y ella dio un respingo, pero el camarero no llegó a notar nada extraño; o al menos eso pensaron ellos. Nuria intento apartar su mano pero Pablo no sólo no la quitó, sino que poco a poco fue ejerciendo una ligera presión en su clítoris. Comenzó a emitir leves gemidos de placer aunque no apartaba la mirada de la puerta, temerosa de que entrase Jorge de un momento a otro. Afortunadamente volvía del aseo hablando por el móvil y esto permitió que a Pablo le diese tiempo a retirar la mano del coño de su mujer.
Nuria estaba nerviosa y Jorge lo notó aunque ella siguió echando la culpa al vino. Siguieron charlando los tres mientras tomaban el café. En un momento de la conversación, Pablo sugirió un pequeño juego: que cada uno dijese a los demás cuál era la fantasía que más se repetía en su cabeza. Los tres habían llegado a un punto de desinhibición total. Comenzó hablando Jorge. Yo siempre he imaginado que, un día, mientras esté haciendo el amor con Nuria en la habitación de un hotel, nos interrumpirá un camarero del servicio de habitaciones que se unirá a nosotros y acabará follando con Nuria, conmigo delante, y entre los dos haremos que se corra un montón de veces. Nuria le miró con cara de sorpresa y de enfado a la vez. » Estas loco», le dijo. Sabes que esas cosas solo pasan en las películas porno.
«¿Y cuál es la fantasía que más se te repite a ti, Nuria?» Preguntó Pablo. «Me da vergüenza contarla», contestó ella. «Bueno, os lo diré, aunque no sé si debo. Muchas veces he imaginado que estoy tomando el sol en una playa nudista a última hora de la tarde, cuando la gente empieza a retirarse, y que de repente llega un chico joven con un cuerpo de infarto y se pone a tomar el sol muy cerca de mi. Me pide un cigarrillo y entablamos una conversación. En un momento dado, yo le pido que me de crema en la espalda.
El comienza a extenderla suavemente dándome a la vez un masaje de lo más placentero. Me pasa sus manos por todo mi cuerpo desnudo y me pide que me de la vuelta para seguir por delante. Sigue poniéndome crema y acariciándome con sus fuertes manos por mis muslos, por mis pechos e incluso por mi cara. Ya no queda nadie en la playa. Estamos solos. El nota lo excitada que estoy y comienza a tocar otras partes de mi cuerpo hasta que los dos rompemos en un abrazo y nos ponemos a follar como locos. Yo me corro varias veces y el acaba haciéndolo en mi boca. Cuando terminamos, nos damos un baño y cada uno se va en busca de los suyos.» Cuando Jorge escuchó esto, su cara no podía disimular su sorpresa. No podía creer que fuera Nuria quien la hubiera contado y jamás imaginó que ella pudiera tener una fantasía de ese tipo.
Pablo también se quedó asombrado pero le agradeció a Nuria que hubiese sido tan sincera. Ahora era su turno y Nuria le exigió que contase su fantasía. Antes de empezar a contar su historia, Pablo les confesó que mientras estuvo casado con su ex, habían vivido una etapa muy liberal en la que pudieron hacer realidad muchas de sus fantasías. «Frecuentábamos locales liberales en Madrid y hacíamos intercambio de parejas y trios. Incluso llegamos a ir a alguna fiesta privada donde disfrutamos de unas cuantas orgías.» Nuria y Jorge se quedaron con la boca abierta al escuchar esto. En ese momento el camarero entró a dejarles la cuenta. Se hizo el más absoluto de los silencios.
Los tres se pusieron de pie para salir del reservado del restaurante y pagar. Jorge miró fijamente de frente a Nuria. Su mirada lo decía todo y Nuria respondió de la misma manera. El acercó sus labios para besarle. Cuando los dos se estaban fundiendo en un beso largo y húmedo, Pablo se pegó a Nuria por detrás y comenzó a besarle el cuello mientras apartaba su larga melena. Con la otra mano acariciaba sus muslos y levantando ligeramente el vestido, se entretuvo tocando su culo mientras Jorge seguía besándole y ponía su mano en su coño. Estaba empapada. No se lo podía creer. Dos hombres le estaban besando y tocando a la vez en el comedor privado de un restaurante.
Su excitación llegó a límites insospechados. Ella comenzó a tocar a los dos hombres sus abultadas entrepiernas sin dejar de jadear por lo que le estaban haciendo. Fué Jorge quien tuvo que poner freno a todo aquello porque en el restaurante estaban a punto de cerrar. Sugirió ir a tomar una copa de champán a su apartamento a lo que los dos asintieron. Pagaron la cuenta y salieron deprisa del restaurante. Los tres sabían lo que iba a pasar y lo esperaban con impaciencia.
Cuando llegaron al apartamento, casi no les dio tiempo a cerrar la puerta y ya habitants colocado a Nuria entre los dos y de camino al salón siguieron besándola y tocándola por todo su cuerpo. Los tres estaban muy excitados. Desabrocharon la cremallera del vestido de Nuria y lo sacaron por arriba. Ella quedó completamente desnuda. Pablo la miró de arriba a abajo como si no quisiera perderse ninguna parte de su cuerpo. Le repetía una y otra vez que era preciosa. Jorge comenzó a masajearle suavemente el clítoris mientras Pablo seguía besándole el cuello para acabar besándole en los labios. Nuria pudo apreciar que era un experto besando. Lo hacía muy bien y eso le encantaba. Jorge siguió tocando su clítoris con sus dedos hasta que Nuria ya no pudo aguantar más y disfrutó de su primer orgasmo. Mientras ella recuperaba el aliento, los dos hombres se quitaron su ropa.
Nuria se acercó a ellos y agarrándoles de los hombros les acercó a su boca y comenzó a besarles de forma simultánea hasta que coincidieron en un beso a tres donde se mezclaban las lenguas en la boca de Nuria. Ésta, juntó poco a poco las caras de los dos hombres y provocó que se dieran un beso ellos solos al tiempo que descendía por sus cuerpos comiéndoles sus pezones y chupándoles su abdomen hasta llegar a sus pollas que introdujo en su boca a la vez. Era la primera vez que hacía esto pero parecía que lo hubiera hecho toda la vida. Mientras les comía la polla, unas veces juntas y otras por separado, volvió la mirada hacia arriba y se sorprendió al ver que los dos hombres seguían fundidos en un largo beso y podía apreciar como sus lenguas se entrelazaban. Cansada ya de estar agachada, se incorporó y volvió a intervenir con ellos en un beso húmedo a tres bandas. Pablo aprovechó para poner su mano en su coño introduciendo lentamente dos de sus dedos.
Comenzó a moverlos suavemente, primero despacio, luego fue aumentando el ritmo mientras notaba los jadeos de Nuria. Estaba a punto de tener un orgasmo y él lo sabía. Finalmente rompió en un grito seco y largo al tiempo que derramaba abundante líquido sobre el suelo del salón y conseguía su segundo orgasmo. Pasaron al dormitorio y Nuria se tumbó en la cama y pidió que la follasen, pero Pablo dirigió su mirada a su coño y acercó su boca para comenzar una magnífica comida de clítoris. No quería perderse el contacto de sus labios con el clítoris de Nuria que no paraba de llamarle cabrón y de decirle lo bien que lo hacía. Entonces Jorge le pidió que le dejase un rato a él y plantó su cara cerca de su sexo para empezar una comida de coño brutal. Movía su lengua de arriba a abajo y absorbía su clítoris mientras pasaba su lengua con suavidad una y otra vez. Nuria entró de nuevo en éxtasis. No podía aguantar más, quería tener una polla dentro de su coño.
Jorge le cedió el honor a Pablo que lo estaba deseando. La puso a cuatro patas encima de la cama y se la introdujo despacito, sin prisa. Comenzó a bombear lentamente. Nuria empezó a emitir sus característicos gemidos de placer. Era la primera vez que otro hombre le follaba y lo estaba disfrutando como nunca habría imaginado en la mejor de sus fantasías. Pablo comenzó a subir el ritmo de sus embestidas. Se notaba que era un experto. Jorge estaba tumbado en la cama comiéndole las tetas desde abajo. Nuria gritaba cada vez más. Se estaba anunciando su tercer orgasmo que llegó en pocos minutos. Y cómo llegó.
Jorge no conocía a su mujer. Estaba fuera de sí. Estaba disfrutando como nunca lo había hecho. Tras un pequeño descanso en el que siguieron jugando entre los tres, Nuria se sentó encima de Jorge a horcajadas y comenzó a follarle. Seguía muy lubricada por lo que no tuvieron ningún problema para introducir su polla. Jorge le sujetó el culo para poder controlar él la situación y comenzó a mover su polla en el coño de Nuria sin meterla del todo, con movimientos rápidos y rítmicos que le llevaron de nuevo a un orgasmo increíble. Pero cuando parecía que tocaba otro descanso, Nuria notó como Pablo se colocaba detrás de ella y buscaba la entrada de su coño con la punta de su polla. La lubricó bien y no tardó en acertar. Tenía dos pollas en su coño y aunque al principio notó una pequeña molestia, ahora estaba encantada con la sensación que le producía.
Los dos hombres se pusieron de acuerdo para moverse de forma acompasada para que no se saliera ninguna de las dos. Empezaron a bombear el coño de Nuria y pronto le llegó su quinto orgasmo. Nuria ya no podía más. Les dijo que se tumbaran que ahora era el momento de agradecerles todo lo que le habían hecho. Comenzó a comerles la polla de una forma salvaje pero suave a la vez. Mientras Nuria le comía la polla a su marido, Pablo acercó su boca y le hizo un gesto para indicarle que le dejara intervenir a él también y así comenzó una mamada de Pablo a Jorge.
Este levantó la cabeza y se dio cuenta de lo que estaba pasando pero no le importó. Todo lo contrario. Pablo le estaba haciendo una de las mejores mamadas que el recordaba. Jorge estaba a punto de correrse y le pidió a Nuria que se tumbase boca arriba que quería correrse en sus tetas. Cuando Pablo vio la escena, se puso a hacer lo mismo al otro lado y los dos comenzaron a hacerse una paja muy cerca de la cara de Nuria. Ella no paraba de decirles que se lo echaran todo, que quería que la llenasen de leche. Esto excitó aún más a los dos hombres que se corrieron casi de forma simultánea en la boca y en las tetas de Nuria. Finalmente, los tres cayeron sobre la cama rendidos y extenuados después de haber disfrutado de uno de los mejores polvos de su vida. Sería el primero de otros muchos encuentros que llegarían más tarde entre los tres.