juegoComenzaba el verano y el sol me acariciaba con mucha más pasión. De vez en cuando me gustaba salir a pasear por la ciudad y mezclarme entre el bullicio de la gente, siempre con prisas, respirar los olores tan especiados saliendo de locales turcos, chinos o paquistaníes.
Disfrutaba sentándome en la terraza de cualquier bar para observar aquel vaivén de gente tan diversa, cada uno con su historia, con su vida, con sus ilusiones… Era como si el tiempo se parase y la vida frenética de los demás me pasara rozando. Me encantaba respirar relajada mientras tomaba algo para poder observar más detenidamente la cornisa de los edificios, sus fachadas imponentes que hacían que yo fuera un ser pequeñito entre tanta locura.

Era jueves por la tarde y no tenía ningún plan interesante a la vista. Después de los últimos días que había tenido necesitaba salir a la calle, abstraerme de la vorágine de los exámenes, dejar la mente en blanco, respirar…

Había pasado cientos de veces por aquella calle, chocándome con el resto de transeúntes, esquivando monopatines y bicicletas. Aquel día no era muy distinta la escena ante mis ojos. Normalmente me sentaba en el bar de las sillas rojas pero preferí cruzar la calle y sentarme en uno de los bancos del parquecito que había en frente. Ese era un lugar privilegiado para la gente a la que nos gusta observar. Desde allí podía ver los edificios gigantescos en la distancia, admirar su arquitectura e imaginar cómo vivirían sus inquilinos en siglos pasados; podía observar a la gente caminar, unos con más prisa que otros, algunos cargados con bolsas, unos pocos con libros, mamás paseando a sus bebés en carritos con capota…y también podía ver el bar de las sillas rojas, con su pequeña puerta y la barra desapareciendo en el pasillo; fuera estaba la terraza con 5 mesas estratégicamente ordenadas en la acera, permitiendo el paso de los viandantes. No había ninguna mesa libre. Me puse a mirar detenidamente a los clientes de aquel jueves en ese bar. Una pareja de jóvenes sentados el uno enfrente de a otra, acariciándose las manos por encima de la mesa. Un anciano con su hija y su nieta, o al menos así lo interpreté yo. Dos señores trajeados tomando un café. Un matrimonio con dos niños pequeños. Y un chico solo tomando una cerveza mientras leía algo. Me detuve en él. Me llamó la atención.
Tenía aspecto desaliñado, el pelo despeinado, barba de tres o cuatro días, camiseta negra, vaqueros cortos y unas Converse rojas. De vez en cuando miraba su móvil y después tornaba a su lectura. Me resultaba bastante atractivo.
Seguí observándole de manera más detenida.
De vez en cuando rozaba su labio inferior con su dedo índice, levantaba la vista, miraba a su alrededor y volvía a lo de antes. Aquel roce me resultaba extremadamente sexy, tanto que de repente me vi mordiendo mi labio mientras sonría al mirarle.
Cogí mi mochila, me levanté del banco y crucé la calle en dirección a aquel bar. Ni siquiera me miró cuando pasé por su lado, seguía absorto en aquel papel. Me pedí una cerveza con limón, pagué, cogí la jarra y salí del local.

– Perdona. ¿Puedo sentarme aquí? No hay más mesas libres y dentro hace demasiado calor. Al no ser que te incomode, claro.

– Levantó la vista y me miró extrañado. No se esperaba que nadie fuera a avasallarle de tal manera.

– Ehh, mmm, pues… sí, claro, puedes sentarte – respondió atónito.
– Sí, lo sé. A veces soy un poco así – sonreí – Pero ahora que lo pienso, tal vez estás esperando a alguien y yo soy un poco inoportuna… Lo siento.
– No, tranquila, no espero a nadie en realidad. Pero sí que no me esperaba que alguien se fuera a sentar en mi mesa, así, de repente.
Jajajaja… ya te he dicho que soy así. Te vi, estabas solo, me llamaste la atención y aquí estoy. No hay mucho más – le dije mientras me sentaba.
– Vaya, pues bien, ¿no? – dijo mordiéndose el labio a la vez que sonreía – me alegra que seas así. Directa. ¿Cómo te llamas?
– ¿Te gustan los juegos?
– Uff…depende.
– Te propongo uno.
– ¿Crees que me gustará?
– Si te gusta usar la imaginación… este juego te gustará.
– Me gusta usar la imaginación, sí.
– Genial. Entonces… ¿juegas?
– Jajajaja… ¿Tengo otra opción?
– Claro que la tienes, pero es mucho más aburrida – le respondí con una sonrisa coqueta.

Mordió su labio. Sonrió, arqueó su ceja y me dijo:
– Juguemos.
– Mmmm….genial! Me encanta jugar.
– Tendrás que explicarme en qué consiste el juego.
– Es fácil, debes adivinar mi nombre a través de las preguntas que me hagas, y yo adivinaré el tuyo a través de las preguntas que te haga. La única, y muy importante, condición es decir siempre la verdad. Ah, y no vale repetir pregunta inmediatamente después de que la haya hecho el otro, ¿vale?
– Entendido. ¿Quién empieza?
– Tú – Sonreí – eres el invitado a mi juego y no soy del rollito ese de la caballerosidad.

Sonrió.

– Vale. Uf, es difícil, ¿eh?. No se me ocurren muchas preguntas.
– ¡Venga ya! ¿En serio? No me creo que no haya nada en mí que no te genere curiosidad.
– Claro que lo hay. Sin ir más allá el hecho de estar ahí sentada, frente a mí, ya me genera curiosidad.
– Pues dale, pregunta.
– Vale. ¿Por estás sentada ahí en frente? ¿Por qué en mi mesa?
– ¿Ves? Sí que sabes hacer preguntas – contesté mientras frotaba lentamente mis manos – Estoy aquí sentada, en frente de ti, en tu mesa, porque eres el chico más atractivo que he visto en mucho tiempo.
– Mmm… me gusta – dijo sonriendo – Tu turno.
– ¿Qué te gusta más, playa o montaña?
– Playa. Me toca, ¿cuántos años tienes?
– 19. ¿Bóxer o slip?
– Bóxer. ¿Tienes novio?
– No. ¿Vives con tus padres?
– Jajajaja, lo ideal sería vivir solo, supongo, ¿no?.
– Sí, claro, pero recuerda que debes decir la verdad – y le hice un guiño – ¿Respondes?.
– Sí, respondo. Vivo con mis padres.– sonrió y se quedó mirándome unos segundos.
– Te toca preguntar – le dije y volví a morder mi labio inferior sonriendo.
– Cierto, me toca. ¿Juegas a menudo a este juego o te has estrenado conmigo?
– Bueno, digamos que no soy una experta en el juego, pero te he visto y me ha apetecido jugar contigo – Contesté intentando transmitir todas las ganas que me provocaba a través de mi mirada.
– Interesante – dijo mientras sus pupilas se hicieron más grandes.

Sonreí al tiempo que arqueaba mi ceja izquierda.

– Me toca. ¿Cuántos años tienes? – pregunté.
– 21. ¿Tanga o Braguita?
– Uhhh… Te vas animando, ¿eh?- le dije juguetona.
– Sí, me lo inspiras – contestó mientras daba un trago a su cerveza.
– Normalmente tanga. ¿Tienes novia?
– Ya no.
– Oh, eso me suena a ruptura reciente.
– Tal vez, prefiero no hablar.
– Me gustan tus labios.
– Joder, sabes cómo cambiar de tema, ¿eh? Jajaja
– Sí, aunque no lo he dicho para cambiar de tema – y sonreí con coqueteo – me gustan de verdad. Son apetecibles.
– Uff, así no sé si seré capaz de adivinar tu nombre, pero desde luego que me apetece adivinar qué hay debajo de esa camiseta.

Me incliné sobre la mesa y me apoyé en mis brazos.

– Tal vez para adivinarlo deberíamos ir a otro lugar – le dije dejando entrever las ganas que me provocaba.
– Mmm… tentador. ¿Y qué propones?

Dí el último sorbo a mi cerveza con limón, le miré fijamente y sonreí con lascivia.

– Al final el juego va a ser mucho más interesante de lo que yo esperaba.
– Sí, la verdad que este juego me está generando otras sensaciones que yo tampoco esperaba.
– ¿Has pagado tu cerveza?
– Sí, lo hice al pedirla.
– Genial. ¿Te parece bien que vayamos a mi residencia? Tengo habitación para mí sola.
– Me parece estupendo.

Nos levantamos a la vez, le miré sonriendo y me devolvió la sonrisa. Era un chico alto, bastante más alto que yo. Comencé a caminar y él me siguió. A los pocos pasos me cogió de la cintura y me paró en seco.

– Eres una chica muy morbosa, ¿sabes?
– ¿Y “eso” es bueno o malo?
– “Eso” me pone mucho.

Se agachó acercándose a mi cara y comenzó a besarme, lento, suave, jugando tímidamente con mi lengua. Me puse de puntillas. Quería pegarme más a él. Cogí su cara con mis manos y junté mi vientre con su paquete. Su polla empezaba a hacerse notar. Seguimos besándonos unos instantes más y nos separamos.

– ¿Está muy lejos tu residencia?
– No, la verdad es que está bastante cerca, a unos trescientos metros.
– Pues vamos, estoy deseando seguir jugando.

Nos pusimos en camino hacia el campus y de vez en cuando parábamos para besarnos. La intensidad de los besos cada vez era mayor y empezamos a meternos mano en plena calle. El deseo mutuo nos podía, era superior al poder controlar las ganas de explorarnos.

Comenzaba a anochecer.

Llegamos a la residencia, entramos en el ascensor y allí nuestras bocas volvieron a encontrarse. Las puertas se abrieron y nos dirigimos hacia mi habitación. Abrí la puerta y pasé. Después pasó él.

– Tienes un culo muy bonito.
– Gracias – le dije casi susurrando – en breve podrás verlo mejor.

Me puse de puntillas y volví a besarle. Esta vez de manera muy pasional. Era un beso cargado de deseo, de lujuria, de ganas. Jugar con su lengua hacía que mi entrepierna se humedeciera y buscara el bulto de su paquete en sus pantalones. Empecé a desabrochar sus vaqueros mientras él se deshacía de sus converse y se quitaba su camiseta. Cuando me disponía a coger su polla me subió las manos a la altura de mi cabeza y me quitó la camiseta. Me descalcé y él me desabrochó los vaqueros, metió su mano en mi tanga y acarició mi raja.

– Mmmm… ¡está completamente depilado! – exclamó.
– Sí – respondí con voz lasciva – me encanta sentir bien los labios y la lengua del otro cuando me lo come.
– Uff… estás poniéndome muy cachondo.
– Me encanta… – dije. Y seguí besándole.

Comenzó a caminar en dirección a la cama mientras me desabrochaba el sujetador. Yo caminaba de espaldas, sujetando su polla con mi mano derecha a la vez que nos besábamos apasionadamente. Topé con la cama y me dejé caer. Él se quitó los pantalones e hizo lo mismo con los míos. Ambos vaqueros quedaron tirados en el suelo. Terminé de quitarme el sujetador y lo lancé junto al reguero de ropa que habíamos dejado en nuestro afán de sentirnos piel con piel. Me quitó el tanga y se arrodilló frente a mi coño mientras me abría las piernas.

– Hueles muy bien. A deseo – me dijo susurrando y con la punta de su lengua dura lamió mi raja. Suspiré a la vez que mi espalda se arqueaba como producto del placer que me estaba regalando.

Aquel tipo me hizo poner la mente en blanco, olvidarme de Jorge, abrirme a todos mis sentidos y disfrutar de la comida tan estupenda que me estaba haciendo. Ahondaba con su lengua en mi vagina y después recorría mi raja de abajo a arriba y de arriba a abajo. Cuando llegaba a mi clítoris jugueteaba con él haciendo círculos, lo succionaba y volvía a rodearlo con su lengua. Yo mordía mi labio inferior mientras gemía de gusto. Mis caderas se movían en busca de su boca y entonces me metió un par de dedos en la vagina. Los guiaba buscando mi punto G y yo empujaba para sentirlos bien dentro. Cogí su cabeza con las dos manos y enredé su pelo entre mis dedos. Mis caderas comenzaron a moverse con más ímpetu y él levantó su mirada. Nuestros ojos se encontraron. Estaban llenos de lujuria y aquello me encantaba.

– ¡Joder, qué bien!
Apartó su boca de mi coño mientras sus dedos seguían follándome.
– ¿Te gusta? – preguntó.
– Uff…. me encanta.
Y volvió a posar su boca en mis labios más íntimos. Sus dedos seguían moviéndose en mi interior con tanta delicadeza como brusquedad, llegando al equilibrio perfecto y haciéndome vibrar de placer. Su boca escupía saliva que se mezclaba con mis jugos. Su lengua intercalaba lametones entre mi raja y mi clítoris. Sus labios succionaban y besaban mi coño entero. Y yo estaba a punto de estallar.
– Dame tu orgasmo. Lo quiero en mi boca.
– Mmmm…estoy a punto de correrme – le dije mientras empecé a hacer círculos con mis dedos en mi botón.
– Uff, joder. Precioso espectáculo. Déjame seguir.
Y volvió a comerme el coño con tantas ganas que el orgasmo vino súbito. Abrí las piernas todo lo que pude y empujé con mis manos su cabeza entre ellas. Mis caderas se movían adelante y atrás mientras sus dedos se deslizaban entrando y saliendo de mi vagina. Estallé. El placer me invadió. Grité.
– Ohhhh, joder, sí. Qué bueno, tío!
– Qué rico tu sabor – me dijo mientras metía sus dedos en su boca.

Me quedé relajada en la cama después de aquella explosión. Él se puso de pie, miré su polla y seguía dura así que la cogí y lamí su glande despacio. Apretaba con firmeza su tronco venoso y duro. Succioné su capullo. Volví a lamerlo haciendo círculos con mi lengua húmeda. Me escupí en la mano y agarré de nuevo la polla, comencé a masturbarle mientras mi boca subía y bajaba al mismo compás. Después lamí el tronco y llegué hasta sus huevos, los lamí y le miré a los ojos. Me miraba atento, con la boca entreabierta, jadeante, y los ojos llenos de lascivia. Me tragué su polla y me vino una arcada.
– Joder! Cómo me gusta – me dijo con voz entrecortada.
– Mmmm. Me gusta que te guste – le dije mirándole a los ojos mientras seguía masturbando su polla.
Volví a lamerla, a jugar con su glande.

De vez en cuando él se agachaba y me acariciaba una teta. Escuchar sus respiración agitada me ponía muchísimo, era un aliciente para seguir comiéndole la polla con más ganas, volví a meterla en mi boca hasta la base y de nuevo me dio una arcada. Dejé caer la saliva sobre su capullo y lo masajeé.

Me puse de rodillas sobre la cama y le besé mientras seguía masturbándole. Me agarró por la cintura y me tumbó en la cama, él se tumbó a mi lado y siguió besándome apasionadamente, buscando mi lengua, mordisqueando mis labios. Mi mano seguía agarrada a su polla y busqué su pierna con mi coño, comencé a frotarme en ella y él la metió entre las mías, apretándola contra mi clítoris. Mis caderas comenzaron su baile frenético haciendo que mi vagina fuera dejando un velo húmedo sobre su piel. Me puse encima de él, con mis manos apoyadas en su pecho, cerca de sus hombros, y volví a besarle. Busqué su cuello y lo lamí, lo mordí, me puse a jugar con el lóbulo de su oreja izquierda mientras mi coño se frotaba con su polla erecta. Él bajó sus manos por mi espalda y se paró en mis glúteos, empezó a masajearlos.

– Me encanta tu culo.
– Mmmmm…
– Podría estar tocándolo horas.
– Pues me parece genial porque me gusta cómo me lo tocas.
– ¿También por aquí? – preguntó mientras uno de sus dedos se puso a hacer círculos en mi orificio anal.
– Sí, también por ahí – respondí a la vez que mi coño seguía frotándose con su polla.

Sentir su miembro duro entre mis labios vaginales en tanto que su dedo jugaba con mi ano empezada a convertirse en una fuente de placer tan intensa que deseaba que fuera a más. Le besé con lujuria y respondió a mi beso con la misma intensidad. Mordí su labio inferior suavemente y mi lengua volvió a buscar la suya. Se encontraron y se enredaron iniciando un baile sensual que hacía que mi vagina se humedeciera cada vez más y mi culo necesitara ser penetrado. Como si me hubiera leído el pensamiento introdujo su dedo en mi ano lentamente y yo, instintivamente, empujé mi culo hacia él.

– Uf, joder… ¡qué gusto! – susurré.
– Joder, cómo me pone escucharte.
– Mmmm … ¡qué rico! – dije mientras me movía lentamente sobre su polla empapada y su dedo entraba y salía de aquel orificio.

Cogí el condón que había encima de la mesilla y rasgué el envoltorio. Me separé de su polla y su dedo salió de mi culo. Le coloqué el condón y me dí la vuelta, me puse de espaldas a él, a horcajadas sobre su polla, la guié hasta mi coño y me senté despacio sobre ella. Comenzó a introducirse en mi vagina, rellenando cada hueco de ella. Aquella sensación, la de sentirme repleta con su polla, era indescriptiblemente placentera. Gemí.
Empecé a subir y bajar, cabalgando lentamente sobre su miembro erecto, notando la fricción con mi vagina. Mi cabeza se inclinó hacia atrás mientras mis movimientos lentos nos hacían jadear. Agarré mi culo con ambas manos y lo abrí, apretando mis glúteos.

– Joder, ¡qué vista tan maravillosa desde aquí! – exclamó.

Escuchar aquello me excitó aún más e hizo que mis movimientos acompasados se convirtieran en movimientos más rápidos. Me sujeté en mis piernas flexionadas. Él me agarró del culo y volvió a masajear mi ano con su dedo pulgar.

– Oh, joder. ¡Sí!. Me encanta… Sigue, por favor.
– ¿Así? – preguntó mientras introducía un poco su dedo en aquella cavidad.
– Sí, sí, así – respondí a la vez que mi ritmo se aceleraba.

Cambió de dedo y me metió el corazón. Entraba y salía de mi culo a la misma velocidad que yo cabalgaba sobre su polla. Me agarré de las tetas, las estrujé, comencé a jadear. Tener su dedo en mi culo mientras le follaba estaba siendo tan placentero que sentía que el orgasmo estaba próximo a llegar. Y me vi frotando mi botón para acelerar la llegada del clímax.

-Buff… no pares, estoy a punto de correrme.
– Joder, yo también – dijo agarrándome con las dos manos por las caderas, marcando el ritmo frenético, haciéndome subir y bajar mientras él empujaba contra mi coño su polla dura.

Sus embistes cada vez eran más fuertes hasta que mi orgasmo empezó a llegar.

– ¡Me corro! – acerté a decir.
– Hazlo. Córrete. ¡Joder!

Y exploté. Mi clítoris comenzó a bombear haciendo que mi vagina se contrajera repleta de placer. Grité a la vez que apretaba mi botón conteniendo sus palpitaciones mientras que él seguía entrando y saliendo de mi coño a un ritmo frenético.

– Estoy a punto yo también – dijo con voz entrecortada.
– Uff…córrete. Quiero sentirlo.

Y se dejó ir. Sentí su leche caliente a través del condón y contraje de manera consciente mi vagina.

Me quedé encima de él, dándole la espalda, unos segundos. Sujeté el extremo del condón con dos dedos y él salió lentamente de mí.

– Ostia, ¡qué polvo! – dije tumbándome a su lado.
– Ufff, sí – contestó mientras ponía su antebrazo sobre su frente.
– Mmmm…aún siento palpitar mi entrepierna.
– Joder, yo estoy muy relajado. Y aún no sé cómo te llamas.
– Jajaja. Es verdad….así comenzó el juego.
– Sí, así comenzó y mira cómo hemos terminado.
– Pues me ha encantado– dije sonriendo – Soy Lola.
– Un placer, Lola. Nunca mejor dicho, jejeje. Soy Gus.
– Encantada, Gus. ¿Nos damos los dos besos de rigor? – le pregunté juguetona.
– Jajajaja. No, prefiero de esos que me has dado antes.

Sujetó mi cara con su mano derecha y se acercó a mi boca. Su lengua buscó la mía y en su búsqueda me rozó los labios. Era delicioso. Cerré los ojos y me dejé besar.