Había recibido un simple mensaje en mi móvil, un número desconocido, y el mensaje era claro y conciso: Hotel Villa Aitana; 21:30 horas. Da tu nombre en recepción, y ves toda de negro.

No tenía ni una ligera idea de quién podía ser, y lo más factible sería que simplemente fuera alguien que se había equivocado y había enviado el mensaje a la persona equivocada, en un intento de iniciar un juego de seducción con la persona correcta y así reavivar un poco su relación, estaba debatiendo interiormente cuando el sonido del móvil anunciando un nuevo mensaje me saco de mis cavilaciones.

No es un error. Hazlo.

Era como si el emisor del mensaje hubiera entrado en mi mente y hubiera conocido de mis pensamientos en el momento en que recibí el primer mensaje. Eso era cuanto menos curioso. Ahora ya me encontraba debatiendo entre asistir o no a esa especie de cita secreta, en un hotel en el que únicamente había estado una vez y que me parecía un laberinto en sí mismo. Una pequeña ciudad en mi propia ciudad. Desbloqueé el móvil nuevamente para mirar la hora que era, las 20:00 horas, de la tarde, una hora y media para la cita. El tono imperativo del último mensaje me hizo recordar a una persona que perteneció a mi vida en el pasado y por un simple momento, pensé, que pudiera ser él. Deseche la idea de inmediato. Podía seguir debatiendo interiormente la idea de ir o no ir; pero sin embargo era sábado, vivía sola desde hacía unos meses y no tenía nada mejor que hacer, además de que era uno de los mejores hoteles de mi ciudad y no podría pasarme nada malo.

Así que me dirigí hacia mi habitación, y abrí la puerta del armario, afortunadamente el negro era un color que me gustaba, por lo que podía elegir una infinidad de ropa, y además el misterioso emisor no había indicado que debía ponerme, pase percha a percha eligiendo entre ponerme unos pitillo negros con una blusa o elegir el vestido negro que una amiga me había regalado por uno de mis cumpleaños. Al final me decidí por el vestido negro.

Fui al cuarto de baño para darme una ducha, en mi lucha interior por elegir entre coche o taxi, al final decidí que sencillamente taxi. Entre en la ducha y abrí el grifo del agua caliente dejando que se llevará mis dudas. Me lave el pelo y después me eché algo de jabón en mis manos, froté para hacer espuma y empecé a enjabonarme. Comencé por mis brazos, siguiendo pasando las manos por mis pechos, imaginando que no eran mis manos las que me tocaban, sino que eran las manos de esa persona a la que echaba tanto de menos y que hacia tanto tiempo que no veía; mientras acariciaba mis pechos, una de mis manos fue vagando por mi cuerpo hasta ir a parar entre mis piernas, a pesar de estar bajo el agua caliente notaba la humedad entre mis piernas, saliendo de mi sexo, como siempre ocurría cada vez que me acordaba de una de las muchas veces que estuve con él, como aquella vez que me folló duró contra la pared de la ducha mientras que me decía aquello de que adoraba que fuera su zorra y lo mucho que le gustaba abrirse paso dentro de mi, todo eso, mientras mis gritos los sofocaba clavando mis dientes en su cuello…. De esa forma mis manos se recrearon en mis piernas mientras el agua caía sobre mí, empecé a pasear un dedo por mi hendidura al tiempo que mi respiración se hacía cada vez más entrecortada, mientras me invadían los recuerdos del pasado, presione el dedo sobre el clítoris y empecé a mover el dedo haciendo círculos sobre él, mientras que me apoyaba en la pared, aumentando el ritmo cada vez más fuerte, mientras que los dedos de mi otra mano comenzaban a entrar en mi, primero uno, mientras que con la otra mano jugaba sobre mi clítoris, después dos, adentrándolos lentamente haciéndome sufrir a mí misma, así hasta notar los tres dedos dentro de mí, mientras que frotaba el centro de mi deseo cada vez más fuerte, así, de esa forma, mientras seguía acordándome de los recuerdos de mi pasado, y mientras el cuarto de baño se caldeaba con el calor de la ducha y mis gritos eran sofocados por el ruido del agua al llegar al orgasmo.

Con las piernas aun medio temblorosas como consecuencia de mi masturbación en la ducha, terminé de lavarme el cuerpo y salí del agua, enfrentándome a mi reflejo empañado en el espejo, observando las líneas borrosas de mi desnudez, mientras me secaba el pelo un poco con una toalla y acto seguido secaba el espejo del baño. Termine de secar mi cuerpo y fui a mi habitación a vestirme. Elegí un sexy conjunto de tanga y sujetador en color negro recordando las palabras del mensaje, y después me puse las medias de liguero, lentamente, viendo como se ajustaban a mis piernas y el efecto que hacían con el conjunto de ropa interior elegido. Me calcé unos salones negros de 10 centímetros y observe mi cuerpo en el espejo. Acepté como el sujetador moldeaba mis pechos y como el tanga favorecía la curva de mi trasero. Me sorprendí a mi misma observando el espectáculo que daba frente al espejo… Termine de vestirme con el vestido de manga larga en el que me enfundé por las piernas, y cerré la cremallera.

Volví al cuarto de baño para peinarme y maquillarme. Me puse unas gotas de mi perfume favorito y cogí el bolso y la chaqueta que estaban colgados detrás de la puerta. Salí de casa dispuesta a enfrentarme a lo desconocido, mientras en el ascensor repasaba mis labios con mi labial rojo preferido. La parada de taxis, paraba enfrente de mi casa.

Durante el trayecto al hotel no pensé en nada, y me extraño no recibir ningún mensaje más, en el sentido de que la persona que me esperaba se cerciorara que de iría, era como si supiera de antemano todos los pasos que iba a ser capaz de dar. Una vez en el hotel, pague la carrera al taxista y salí del taxi sacando una pierna y después otra, sin saber qué alguien desde la terraza del hotel me estaba observando, y me dirigí hacia recepción, en parte, nerviosa. 21: 20 horas.

– Buenas noches.- me dirigí al recepcionista, un chico alto y guapo cuya plaquita ponía Ricardo.- Soy Rania.

– Buenas noches señorita; me puede decir su apellido.- El joven desplego una enorme sonrisa y yo me sentí tonta al haber dicho solo mi nombre. No ayudaba para nada el hecho de que cada vez me sintiera más nerviosa y me arrepintiera por momentos.

– Si, disculpa. Rania, Rania Fernández.

– Esperé un momento… ummm, si, aquí esta Srta. Fernández. Habitación 507; ah, y dejaron esto para usted también.- me tendió un sobre acolchado de color marrón.- Debe leer la nota aquí.

– Gracias.- observé el sobre, sin tener idea más allá de una nota, de qué más podía contener.

«Has decidido venir. Sabía que no me fallarías. Dentro de este sobre encontrarás un pañuelo que deberás de ponerte una vez entres en la habitación. Abre la puerta de la habitación, y una vez dentro, dirígete a la terraza de la habitación. Observarás que hay una botella de cava, sirve las dos copas y dale un sorbo a la tuya; después ponte el pañuelo en los ojos y espera a que yo llegue.
Estoy deseando verte. Sabía que vendrías.»

Di una sonrisa tímida al recepcionista que me indicó el ascensor que debía tomar y me monté en el ascensor, pensando que, inevitablemente, tenía que conocer a la persona que había ideado todo este numerito, a pesar de que ello me inquietará un poco. Llegué a la planta que 5º en la que se encontraba la habitación. Un cartel frente la puerta del ascensor me indicó que la habitación que debía de buscar se encontraba hacia la derecha, concretamente la séptima puerta. Metí la tarjeta magnética en la ranura de la puerta, abriéndola cuando indicó la lucecita verde.

La habitación estaba casi en penumbra cuando entre. Al estar en el mes de mayo, hacía buena temperatura, por lo que me quite la chaqueta y la deje junto al bolso en una butaca color blanco que había a la entrada de la habitación y seguí adentrándome en ella. Solo había encendida una tenue luz de la mesilla de noche que alumbra el camino a seguir hacía la terraza. Observe la terraza que era bastante grande y que tenía dos tumbonas al lado izquierdo. Era al lado derecho, frente a la cristalera donde encontré la cubitera con la botella de cava y las dos copas. Hice lo que mandaba la nota, me acerque una de las copas a mis labios y lo probé. Después vacié el contenido del sobre en la mesa, y me sorprendí al ver como también había dos pares de esposas. Me anude el pañuelo de raso azul fuerte sobre los ojos y me limité a esperar a que llegará quien fuera que me había citado.

Esperé diez minutos con los ojos vendados, durante los cuales tuve tiempo de agudizar mis sentidos. Note como la suave brisa revoloteaba fugazmente mi pelo. Como escuchaba los sonidos de la noche, como me llegaba el olor de vainilla, seguramente proveniente de alguna vela. Entonces, sonó la puerta cuando se abría, y mi primer instinto fue cogerme con las manos a la barandilla, como si ello fuera a protegerme de algo o de alguien. La persona que entro llego lentamente y finalmente escuche los pasos en la entrada de la terraza. Note como esa persona me observaba sin decir nada, y me puse recta. Luego note como hacía el ruido a dejar algo sobre la mesa y cogía las dos copas. Se acerco y cogió una de mis manos para darme mi copa, que era aquella que tenía marcados mis labios en color rojo.

No dijo nada, pero pude notar cómo se recostaba sobre la barandilla de la terraza, mientras se bebía su copa de cava. Decir que no estaba nerviosa sería mentir, estaba inquieta, expectante y un sin fin de sentimientos mas. Pero lo que más me abrumaba era saber que había alguien observándome y que no estaba dispuesto a hablar. Gire mi cabeza hacía donde intuía donde podía estar aquel extraño, como si pudiera reconocerle a través de la oscuridad que cubría mis ojos. Mi parte guerrera hablo:

-Te estás divirtiendo con esto.- solo recibí silencio por parte de la otra persona.

Entonces escuche como dejaba algo sobre la mesa, seguramente su copa, y se acercaba a mi por detrás. Sentí como apartaba con sus dedos mi pelo y lo pasaba hacia un lado, dejando mi cuello al descubierto. Note como aspiraba mi olor, tratando de retener el olor de mi perfume y como sin darme cuenta baja la cremallera de mi vestido, rozando con sus dedos la longitud de mi espalda, haciendo que me irguiera enseguida.

– Shhhhhhhhhh.- es lo único que dijo, y yo, intente relajarme.

Siguió bajando la cremallera del vestido hasta quitármelo, me cogió de las muñecas para que soltara la barandilla y así conseguir sacar el vestido de mis brazos. Después solamente dejo que el vestido se deslizara por mi cuerpo hasta ser una maraña de tela a mis pies. Me cogió por los tobillos para levantar mis pies y así quitar el vestido del suelo.

Sinceramente no sabía que era más frustrante, si el hecho de estar allí, con los ojos vendados o en cambió estar allí haciendo todo lo que esa persona quisiera sabiendo que podía parar el juego en cualquier momento y largarme. De hecho, nada me impedía hacerlo. Sin embargo ahí estaba, como si mis pies estuvieran anclados al suelo. En ese momento empezó a sonar el mecanismo del flash de una cámara de fotos, yo seguía con mis pegados al suelo y mis manos apoyadas en la barandilla de la terraza. No era capaz de decir nada.

Sentí como abría mis piernas y me obligaba a poner el culo en pompa, como acariciaba mi trasero, dejando completamente expuesto mi cuerpo y mi culo, y curiosamente yo empezaba a notar una ligera humedad entre mis piernas. Continuó sacando fotos y yo seguia sin moverme. Me imagino que saber que podía hacer conmigo lo que quería le hacia sentir superior. Tenia ese poder sobre mi y ni siquiera le había visto aun la cara.

Dejo la cámara un momento y sentí que unas manos se afianzaban en mis caderas y que lentamente bajaban el tanga por mis piernas, recreándose en acariciarlas. Mi respiración se volvía entrecortada por momentos. Cuando termino siguió por mi sujetador, dejándome completamente desnuda. Note como sus manos acariciaban mis pechos, como se entretían jugando con mis pezones hasta dejarlos completamente erguidos y duros.

Y fue en ese momento, cuando mis pensamientos se estaban nublando con las caricias que me profesaba, que me di cuenta que algo frío y de metal rodeaba mis muñecas, intente mover mis manos y sin embargo no podía. Las había esposado a la barandilla. Proferí un pequeño gemido. Pero todo ello, lejos de estar muerta de miedo, solo me hacía sentir más ansiosa, y por sorprendente que pareciera, solo quería que esa persona saciara el deseo que empezaba a acumularse entre mis piernas.

Y fue en ese preciso momento, en el que decidí que me daba igual quien fuera, la razón del juego o cualquier otra cosa. Solo quería dedicarme a sentir. Dejarme llevar por sentirle desnudo detrás mía, su pecho en mi espalda y su pene erecto rozando mi culo. Me rodeó con sus brazos. Una de sus manos descanso en mi bajo vientre, casi adentrándose en mi pubis. Mientras que con la otra rodeaba mis pechos. Enjaulada en sus brazos, como si estuviera presa, pero ¿De quien?

Dejo de presionar mis pechos con su brazo y escuche como el mecanismo de la cámara volvía a accionarse. Sentía su respiración en mi cuello, sus dientes mordiéndome en el cuello. Oí como nos hacia fotos a los dos, mientras yo me mordía el labio inferior y mi cara se desdibujaba por todo lo que estaba sintiendo, por el deseo que empezaba a formarse en mi interior. Su otra mano fue descendió hasta posarse sobre mi pubis, el dedo corazón en la entrada de mi vagina. No sabía que estaría pensando de saberme tan dispuesta, pues solo dijo:

-Ummmmm.-

El hecho que no hablara era lo que me volvía más loca, y todo ello quedaría reflejado en las fotos que me estaría haciendo, si no era un video, ya no era capaz de diferenciarlo. Su mano seguía posada sobre mi sexo, seguro que mi humedad le estaba bañando los dedos, era completamente consciente de todo lo que estaba pasando, a pesar de que me sintiera como en una nebulosa. Entonces empezó a acariciarme. Sus dedos vagaron por mi clítoris, presionándolo, y dibujando círculos sobre el, me permití el lujo de apoyarme sobre su pecho, mientras sentí como su endurecida polla se frotaba contra mi culo. Decir que no deseaba sentir su polla en cualquier parte de mi cuerpo sería mentir. Necesitaba y ansiaba el contacto más allá de esos dedos. Estaba completamente inmóvil, solo podía balancear mis caderas y aun así eso no era suficiente para calmar lo que estaba sintiendo.

Mientras, él siguió moviendo sus dedos sobre mi dedo, jugando entre entrar y no entrar con el dedo que tenía en la entrada de mi coño….

– Por favor…- Gemí mientras el seguía torturándome. Seguí sin recibir respuesta.- Por favor…- Imploré

La única respuesta que recibí en esta ocasión fue un fuerte mordisco en mi omoplato, fue en ese momento cuando el desconocido decidió entrar con sus dedos en mi interior. Lo hizo con dos dedos de una sola vez, rápido, sin cesar… Empezó a follarme con sus dedos, metiéndolos y sacándolos mientras su pulgar dibujaba círculos sobre mi clítoris, frotándolo cada vez más fuerte. Sentía como dentro de mí se empezaba a formar mi orgasmo, y aumento en ritmo de sus embestidas con los dedos sin cesar, aumentando la intensidad y añadiendo un dedo más en su tortura… hasta que después de unos momentos, grite cuando me corría sobre sus dedos.

Fue en ese momento, cuando estiró mis brazos, haciendo que agachara mi espalda poniendo el culo en pompa cuando me embistió con su polla de una sola vez, sin apenas delicadeza. Solté un grito al saberme tan llena, mientras comenzaba a gemir de nuevo por las embestidas a las que estaba siendo sometida. En esa postura su polla entraba hasta el fondo y el placer era especial. Una de sus manos seguía utilizando la cámara de fotos, capturando cada una de mis expresiones, mientras la otra la presionaba sobre mi vientre apretándome más contra él. Rodeándome con su brazo, impidiendo que escapara, como si eso fuera a ser posible. Haciéndome daño, pero sintiendo al mismo tiempo un dolor placentero.

Sentía mis piernas débiles con el reciente orgasmo cuando noté que uno nuevo se estaba formando, mis músculos internos empezaron a contraerse tratando de engullir el miembro que tenía dentro, impidiendo que saliera de dentro de mí, impidiendo que acabará así, las sensaciones que estaba teniendo. Fue en el momento en que sentí que volvía a correrme que me mordí el labio con tarta fuerza que note como me había hecho una pequeña herida, fue ese momento, cuando el desconocido saco su pene aún erecto de mi interior y me obligó a ponerme de rodillas.

Mis brazos estirados, mi cuerpo de cualquier manera. Y fue ese preciso momento el que eligió para pasear su polla por mi cara, instando a que abriera mi boca. Saqué mi lengua y probé mi propio sabor de su miembro. Abrí la boca aun más para que su polla entrara. Y él comenzó a follarme la boca como hacía tiempo que nadie lo hacía.

Sentía su mano en mi cabeza, presionándola, haciendo que mi nariz chocará contra su bajo vientre. Haciendo que aguantará con su polla dentro y luego volvía a sacarla, así varías veces, en alguna ocasión roce con mis dientes su pene erecto cuando salía de mi boca y pude escuchar como el emitía una exhalación, fruto de que le gustaba lo que acababa de hacer. Mi lengua jugaba con su polla cada vez que entraba en mi boca y mis dientes le torturaban cada vez que salía, mientras mis labios la presionaban bien y formaban un aro perfecto. Sentí como su respiración se entrecortaba cada vez más y como sus gemidos eran lo único que podía ser capaz de escuchar. Para mí solo existía en ese momento, él y el placer que le estaba dando con mi boca, a pesar de sentirme completamente inmovilizada.

El flash de la cámara de fotos seguía sonando; tomando recuerdos de cómo mi boca engullía su miembro. Sentí como poco a poco su miembro empezaba a tensarse en mi boca, señal de que estaba a punto de correrse, entonces, a pesar de que hubiera querido que lo hiciera dentro, mientras seguía torturándole con mi lengua y mis dientes, noté como la sacaba de mi boca y empezaba a acariciarse para descargar toda su leche sobre mi cuerpo.

Y entonces, escuche como empezaba a gemir más fuerte, fruto de su orgasmo y como su leche empezaba a caer en mi cara, mi cuello y parte de mis pechos, sin darme cuenta me encontré abriendo la boca luchando por probar algo de su sabor. Sentí como ponía su polla frente a mí y entonces comprendí que necesitaba que se la limpiara; metiéndomela en la boca todo lo posible y terminando de degustar su sabor, sabiendo que era justo lo que él había esperado cuando gimió por última vez.

Durante unos minutos que me parecieron eternos, cada uno siguió en su postura, hasta que note que él se levantaba, cogía algo y lo dejaba sobre el suelo. Acto seguido, sentí como el frio metal que ajustaba mis muñecas dejaba de hacerlo; provocando que de nuevo yo fuera libre.

Sin embargo, dos brazos me rodearon, y me llevaron hacia él, haciendo que me sentará a horcajadas sobre él, mientras volvía a sentir como su pene descansaba debajo de mi sexo; y como una de sus manos se posaba en mi culo, mientras que la otra me cogía de la cabeza al momento en que acercaba su boca a la mía.

Mientras me comía la boca, desanudo el pañuelo azul que cubría mis ojos, para quedarme frente a frente a esa persona que echaba tanto de menos y que hacía tanto tiempo que no veía.

Observe a través de la poca luz de la terraza nuestras ropas esparcidas por el suelo, las marcas sobre mis muñecas, apenas perceptibles, pero que sabía que estaban ahí y que aparecerían con los días. Aun sentía sus embistes en mi interior, y vi los dedos de sus manos marcados sobre mi cintura, fruto de la fuerte presión que había ejercido sobre ella.

-Sabría que vendrías.- fue lo único que dijo en un susurro ronco, que hizo que ahora fuera yo la que se quedará muda y sin palabras.

Vi como su mirada de dirigía de nuevo hacia mi boca y después hacía mis pechos. Una sonrisa traviesa se dibujo en su rostro y sus ojos volvieron a destellar deseo… sobre el frio suelo en el que estábamos sentados, a nuestro lado, estaban las dos copas de cava.

Acerco mi copa a mi boca, dándome de beber, al tiempo que con un movimiento disimulado inmovilizaba mis manos a mi espalda. Después se llevo la copa a sus labios y con una sonrisa torcida, dijo:

– Prefiero beber de ti.-

Comprendí entonces que es lo que quería, echando mi cabeza hacia atrás le ofrecí mis pechos. Un suspiro escapo de mi boca cuando sentí el frio líquido caer sobre ellos, y solté un gemido casi imperceptible cuando sentí como su lengua se bebía el cava de mi busto.

En ese preciso momento, cerré los ojos y me dejé llevar por las sensaciones que estaba volviendo a sentir, dispuesta a ser suya nuevamente y comprendiendo que siempre haría conmigo lo que quisiera.