Aún tenía el pelo mojado cuando sonó la puerta. Mi corazón empezó a bombear al mismo ritmo que mi entrepierna. Instintivamente toqué mi pelo, como si intentara colocarlo. Los nervios empezaron a ser más evidentes. ¡Dios! ¿por qué inicié esto? No sabía muy bien qué tenía que hacer, se suponía que yo le había entrado aquella mañana con la seguridad que da la experiencia pero en aquel momento me sentía inexperta, casi asustada.

Como pude me recompuse. Tragué saliva. Respiré profundo y abrí la puerta. ¡Oh dios! Ahí estaba Jorge. Con su barba de tres días, con su boca apetecible, con aquellos ojos grandes observándome a la par que sus dientes superiores mordían su labio inferior de una manera tan sexy que bloqueaban mis palabras.

Sonreí. Con esa sonrisa de niña buena.
«¿Dónde te has dejado la lascivia, Lola?» pensé.
Con un gesto de mi mano le invité a pasar a mi habitación.
Sin dejar de mirarme a los ojos pasó, cerró la puerta tras de sí, me agarró por la cintura y comenzó a besarme despacio, rozando sus labios con los míos, sacando tímidamente su lengua para buscar la mía, y se separó con un pequeño mordisco en mi labio inferior. Sonreí. Sonrió.

– Buenas noches, Lola. Tenía ganas de ti.

Y volvió a acercarme a su cuerpo para besarme con más ímpetu. Yo me puse de puntillas. No quería perderme ni un solo recoveco de su boca. Y nuestras lenguas empezaron a bailar juntas mientras una de mis manos agarraba su pelo y la otra su barbilla. Sus manos recorrían mi trasero empujándolo contra su polla que comenzaba a crecer discretamente bajo su pantalón.

La respiración empezó a ser más acelerada. Los nervios se disiparon. Me tumbó en la cama y comenzó a desabrocharme los pantalones. Me los quitó lentamente, sin dejar de mirarme. Sentir sus ojos clavados en los míos hacía que mi excitación fuera en aumento. Lo deseaba cada vez más. Imágenes del baño del bar pasaban como flashes por mi cabeza en tanto que mi lengua recorría tranquila mis labios, recogiendo cada gota de deseo que de ellos se desprendía. Jorge lo notó. Soltó mis vaqueros en el suelo y sin prisa volvió a centrarse en mi boca. Se tumbó sobre mí.

-Yo también quiero de tus labios. – dijo casi susurrando.

Y su lengua inició un paseo por ellos, delineando cada milímetro suavemente, sin prisas. Y poco a poco fue bajando por el borde mi barbilla, hacia mi cuello. Di un respingo. Sus labios rozaban mi piel y eso hacía que una corriente de placer me invadiera todo el cuerpo y terminara como pequeñas descargas en mi clítoris. Su nariz se hundía en mi camiseta a la vez que sus manos masajeaban mis pequeñas tetas. Bajaba lentamente. Mis piernas se abrían por inercia.

Y se me erizó la piel cuando su aliento llegó a mi vientre. Sus manos ya estaban jugando con la tela de mis bragas.En un instante y sin saber cómo yo estaba completamente desnuda, tumbada en la cama, a su merced. Se incorporó relamiéndose los labios y empezó a desabrochar su cinturón…Me incorporé. Quería ser partícipe de aquel espectáculo. Sabía que su polla estaba dura cuando sin querer tocó mi pierna.
Le bajé los pantalones sin desviar mi mirada de aquel bulto que se marcaba en sus slips apretados. Él terminó de quitárselos. Lo liberé de aquella estrechez y lo cogí con mi mano.
Tenía una polla bonita, de esas que tienen el glande en forma de corazón, y estaba tan dura que se le notaban las venas por todo su tronco. Me di cuenta de que no pude apreciarla bien en el baño de aquel bar.

Sin pensarlo la chupé, sin vergüenza, sin ansia. Y clavé mi mirada en sus ojos. Estaban llenos del mismo deseo que a mí me poseía. Comencé a lamer su pene. Lento. Saboreándolo. Sintiendo cómo se endurecía aún más. Lo metí en mi boca, demasiado profundo porque una arcada se hizo presente. Y entonces Jorge empezó a moverse con su polla en mi boca mientras me sujetaba la cabeza. Alcé la mirada y lo vi con los ojos cerrados y la boca entre abierta, repleto de placer mientras me follaba la boca.
Paró.

-No quiero correrme aún.

Y se quitó la camiseta. Me puse de pie y fui en busca de su boca. Nuestras salivas se mezclaban salvajemente, en un beso casi furioso. Se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que me pusiera de rodillas sobre su boca, una pierna a cada lado de su cabeza. Y sin pensarlo dos veces así hice.

Su lengua experta empezó a recorrer mi raja. Lento. De arriba a abajo, con la punta dura. Se paraba de vez en cuando en mi clítoris y lo rodeaba,lo chupaba, lo absorbía… y yo me volvía loca. Empecé a moverme como acto reflejo, adelante y atrás, apretando mi coño contra su boca. Sintiendo la aspereza de su barba en mi entrepierna. Y mientras yo misma me estrujaba las tetas llegué a un orgasmo tan rápido como intenso. Comencé a gemir ahogadamente cuando mi vagina empezó a bombear.

Jadeante bajé a su boca. Estaba llena de mis jugos. Salada. Deseosa de más…. Y volvimos a besarnos como si el mundo se acabara aquella noche. Lentamente me fui acomodando, una pierna a cada lado de su vientre. Busqué en el cajón de mi mesilla un condón y me topé con el lubricante de mi vibrador. Sonreí.

-¿Te gusta jugar? – .le pregunté sujetando el tubo en la mano.

Asintió dibujando una sonrisa lujuriosa en su cara.

– Me encanta.

Lo abrí y lo eché en su mano. Él lo untó en la otra. Le ofrecí mis tetas y con ambas manos empezó a estrujarlas mientras yo me frotaba con su pene erecto. Mi espalda se curvó como consecuencia del placer ofreciéndole aún más mis pechos y haciendo que mi boca se entreabriera y mi culo fuera más respingón. Me incliné sobre él y volvía besarlo, mordisqueando sus labios, enredando nuestras lenguas.

Sentir el gel sobre mi piel me puso a mil. Jorge bajó sus manos hasta mis caderas, llenándome de lubricante en el descenso hasta ellas. Cogí más y unté mis manos, volví a manchar mis tetas con pequeños movimientos circulares. Y repetí lo mismo en su torso. Los dos estábamos cubiertos de aquel líquido transparente. Le puse el condón y guié su polla hasta la entrada de mi vagina. Empujé despacio, me hundí en él y sentí cómo me llenaba poco a poco. Apoyé mis manos resbaladizas en su pecho y empecé a moverme lentamente. Arriba y abajo. Subiendo y bajando. Notando su polla dura clavarse en mí. Cabalgando a ritmo suave, sin prisas. Sus manos me sujetaban firmes por las caderas y me ayudaban a subir y bajar sin esfuerzo. De repente me sujetó arriba y empezó a moverse rápidamente, metiendo y sacando su miembro deprisa, follándome sin descanso. Y volvió al ritmo inicial suave y pausado. Volví a tomar las riendas, a ser yo quien le follaba a él hasta que volvió a repetir lo mismo de antes. Sentí que me rompía de placer.

Mi mano derecha se encaminó hasta mi clítoris y empecé a masturbarme al ritmo que mi cuerpo subía y bajaba para clavarme en él. Aceleramos en ritmo. Sus dedos buscaron mi boca que los esperaba entreabierta. Y los chupé despacio. Recreándome en cada succión. Lamiendo las yemas sin dejar de mover la mano que tenía en mi coño.

-Lola… voy a correrme.
-Hazlo. Córrete dentro de mí – atiné a decir.

Y estalló. Lo delató un grito ahogado mientras sus ojos se cerraron y su nariz se arrugó.
Yo seguía frotando mi clítoris mientras cabalgaba en su polla y al sentir sus latidos en las paredes de mi vagina el placer me invadió a mí. Me corrí. Llegué al orgasmo de una manera brutal. Convulsionando de placer. Gimiendo sin escrúpulos. Sintiendo cómo las descargas de placer llegaban hasta el sitio más recóndito de mi ser. Y me desplomé sobre él.

Todavía jadeantes pude sentir nuestra piel pringosa por el lubricante. Pensé en Susana y su regalo. Despacio se salió de mí, sujetando el condón en su polla que empezaba a deshincharse. Me tumbé a su lado, boca arriba. Y suspiré. Había sido buen polvo…

-Bienvenido a mi habitación, Jorge.
-Habitación 194 – dijo él.

Sonreímos.

Busqué su mirada, aún tenía deseo. Y entonces supe que la noche no había acabado aún.
Me acomodé a su lado y me dejé acariciar. Sus dedos se enredaban en mi pelo y su respiración rozaba mi piel.

Mi entrepierna volvió a latir.