Comenzábamos un largo viaje rumbo a Australia. Sabíamos que nos habían asignado los asientos en la cola del avión pero no imaginamos que sería en la última fila. Era un grupo de tres asientos. A la derecha teníamos la ventana, pero a la izquierda, después del pasillo, la fila de asientos no continuaba porque en el centro del avión, a esa altura, había un compartimento donde guardaban los carros de la comida. Además, en la fila de delante no colocaron a nadie porque los asientos estaban averiados. Vamos, que estábamos bastante aislados del resto del pasaje.
El vuelo estaba a punto de salir y de momento nadie había ocupado el asiento del pasillo. Yo me senté en la ventana y Montse en el medio. Cuando ya creíamos que iban a cerrar las puertas, apareció un hombre de unos 40 años: alto, cuerpo atlético, pelo rubio y con una mirada penetrante que dejo a Montse inmóvil durante unos segundos. Se notaba que hacía deporte y se cuidaba porque tenía un cuerpazo impresionante. Colocó su equipaje de mano y nos saludo muy simpático. Era australiano pero hablaba perfectamente el español. Se llamaba Peter. Nos contó que era profesor de educación física y que además era monitor en una escuela de surf. Estuvimos charlando mucho tiempo. Se notaba que era un gran seductor. Yo me di cuenta de como le miraba a Montse y como poco a poco iba ganando su confianza.
Montse llevaba puesto un vestido de tirantes con un escote bastante pronunciado. Era verano y hacía calor. Montse tenía unas tetas preciosas. Yo diría que casi perfectas. No llevaba sujetador y el australiano ya se había dado cuenta porque no quitaba el ojo de su pecho.
El viaje se hizo muy ameno con las cosas que nos iba contando Peter. Montse tenía que ir al servicio pero antes de levantarse le convencí para que allí se quitase el tanga y me lo entregara a mi cuando regresara a su asiento.
No le gustó mucho la idea pero cuando volvió, me entregó sus bragas como yo le había pedido. Lo hizo de forma muy discreta pero yo me di cuenta de cómo Peter nos vio en el momento que se produjo el intercambio de la prenda y me lanzó una sonrisa picarona. Menos mal que Montse no se dio cuenta de esto porque se hubiera muerto de vergüenza.
Nos dieron de cenar y cuando recogieron las bandejas, apagaron las luces para que la gente se pudiera dormir. Montse necesitaba ir de nuevo al servicio pero para no molestar a Peter, que estaba dormido, intentó salir con cuidado por el espacio que quedaba entre el asiento de delante y sus piernas. Finalmente, despertó al australiano que tampoco hizo ninguna intención de levantarse. Prefirió que Montse rozase su culo con sus rodillas. Yo estaba contemplando toda la escena. Peter me lanzó una mirada cómplice y yo le guiñé un ojo en señal de conformidad con lo que había hecho. Quería que comenzase un juego en el que sabía que Montse se llevaría la mejor parte.
Cuando regresó del baño, Montse hizo la misma operación para sentarse, solo que cuando pasó delante de Peter, este hizo como que le quería ayudar a pasar pero lo que realmente consiguió el muy cabrón fue meter la mano debajo del vestido y tocarle el culo, asegurándose de que efectivamente Montse no llevaba sus bragas. Ella dio un pequeño respingo pero no me dijo nada. Yo también hice como que no lo había visto. A partir de ahí, reclinamos nuestros asientos, nos pusimos la manta por encima y nos dispusimos a dormir. Pero yo tenía otras intenciones y sin que nadie se diera cuenta, lleve mi mano al coño de Montse por debajo del vestido pero cubiertos por la manta. Al principio ella me intentó quitar la mano y me dijo que si estaba loco, que nos podrían ver. Pero cuando llegue a tocar su coño con mis dedos note que estaba empapada. Estaba aún más excitada que yo.
Comencé a tocarle el clitoris con mis dedos y noté como su excitación subía por momentos. Intentaba no hacer ningún gemido pero de vez en cuando se le escapaba uno. Pasé del clitoris a su vagina y localicé fácilmente su punto g. Comencé a mover mis dedos suavemente aumentando el ritmo poco a poco hasta que noté cómo se corría. En ese momento llegó la primera sorpresa del viaje. Peter, que estaba despierto y se había enterado de todo, bajó uno de los tirantes del vestido de Montse y comenzó a comerle una teta. Ella no opuso ninguna resistencia. Al ver la escena, yo le baje el otro tirante haciendo que su vestido quedara recogido hasta su cintura. Los dos comenzamos a recrearnos con sus tetas, tocándolas y chupándolas. De repente, Peter levanto su cabeza y lanzó a Montse una mirada seductora y penetrante a la que siguió un beso suave y húmedo que le volvió loca. Ella desabrochó el pantalón de Peter y comenzó a tocar su polla que para ese momento ya estaba dura como una piedra. Agachó su cabeza y comenzó a hacerle una mamada de las que ella acostumbra a hacer. Es un auténtico placer tener la polla en la boca de Montse. Yo mientras, contemplaba la escena absolutamente excitado. Me había sacado la polla y me estaba haciendo una paja, aunque tenía claro donde quería terminar.
De repente, nos dimos cuenta que una azafata se acercaba donde estábamos nosotros. Montse dejó la polla de Peter y se incorporó para parecer una pasajera normal. Los tres nos tapamos enseguida con la manta y Montse agarró una polla con cada mano mientras la azafata nos preguntaba si necesitábamos algo. Nos queda la duda de si ella se dio cuenta de lo que estaba pasando porque nos echó una mirada cómplice seguida de una sonrisa picarona. Cuando se marchó a la parte delantera del avión, vino la segunda sorpresa. Peter agarro de la mano a Montse y se la llevó al baño que estaba detrás de nuestros asientos, no sin antes guiñarme un ojo y buscar mi consentimiento. A partir de ahí pasaron unos minutos en los que no me enteré de nada aunque si que llegué a escuchar algún gemido de Montse que debió disfrutar como una loca. Luego me contó que Peter le quitó el vestido cuando entraron y se desnudó el también. Se quedó alucinada del cuerpazo que tenía. Me dijo que le había follado con mucha delicadeza pero con mucha fuerza a la vez. Demostró que era un amante perfecto. Cuando se quedaron desnudos en el baño le besó con mucha pasión y le hizo hasta tres squirting. A Montse le encanta correrse así. Pusieron el baño perdido. Luego le puso de culo apoyada en el lavabo y le metió la polla con cuidado aumentando poco a poco el ritmo de bombeo. Ella se corrió tres veces. El hijo puta sabía cómo dar placer a una mujer. Finalmente, Montse se agachó y siguió con la mamada que había interrumpido la azafata. Peter no pudo aguantar más y se corrió en su boca y ella se tragó toda su leche. Luego se fundieron en un beso apasionado y salieron del servicio como si no hubiera pasado nada.
Yo seguía empalmado, más excitado aún que antes. Montse se dio cuenta y comenzó a besarme. Se bajó de nuevo el vestido y me puso las tetas en la cara. Ella sabe que eso me encanta. Se agachó y comenzó a hacerme una de esas mamadas que cualquier hombre desearía que le hicieran. Ella utiliza muchas técnicas que le diferencian de las demás. Mientras, el cabrón de Peter seguía metiéndole mano por detrás y volvió a poner como una loca a Montse. Yo lo notaba perfectamente porque tenía que silenciar los gemidos de ella con mi polla en su boca. No pude aguantar demasiado y terminé corriéndome dentro, aunque algún chorro se me escapo por la comisura de sus labios. Cuando se incorporó en su asiento para buscar algo con que limpiarse, llegó la tercera sorpresa de la noche: Peter se abalanzó sobre ella y le limpio con su lengua todo el semen que le escurría para terminar dándole un beso que duró varios minutos.
Fue una noche increíble. Nunca imaginamos que fuéramos a vivir lo que vivimos en aquel avión. Finalmente llegamos a nuestro destino y Peter nos dio su dirección en Sídney por si nos apetecía hacerle una visita alguno de los días de nuestra estancia allí. Prometían ser unas magníficas vacaciones en Australia.
Me ha encantado este relato. Por favor, no dejéis de publicar relatos de calidad como este…
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