Ese día fue especial para mí. La conocía desde la escuela, pero no me había decidido a dar un paso tan delicado como ese. Su novio la abandonó ese mismo día y me pidió que la dejara dormir en mi casa. Nuestra amistad era muy buena pero nunca pensé que dormiría en mi cama. Parecía un sueño vuelto realidad.
Sentí unos golpes en la puerta, abrí y ahí estaba ella con los ojos aguados, como siempre, en busca de consejos. Confiaba en mi capacidad para resolver los problemas con solo escucharlos. Decía que yo era su lámpara de Aladino.
Entró, me abrazó y echó a llorar como una loca. Le calenté agua para bañarse y le puse una toalla nueva que traje de Miami. Entró al baño y con la confianza de viejos amigos, se bañó con la puerta abierta. Yo la observaba desde mi cama y por más que traté de ocultarlo la desee con todas mis fuerzas, pero en silencio. Hasta ahora la confianza no iba más allá de cambiarse en el mismo lugar o bañarse al mismo tiempo sin que pasara nada de lo que tanto imaginé en mi mente perversa.
Salió del baño se sentó junto a mi, me pidió que le ayudara a desenredarse el pelo y se puso de espaldas.
Lo primero que observé, fue un lunar negro en el medio de espalda que parecía una manzana mordida, me hacia recordar el símbolo de apple.
Su olor era suave y el cabello rizado resbalaba entre mis dedos como si en ves de ser yo quien daba un masaje relajante fuera su pelo quien hacia gozar a mis dedos con tan suave textura. La miré en el espejo que estaba frente a ella y me fasciné con su belleza. Era toda una tortura porque no podía decir lo que sentía por ella, jamás lo entendería, era un amor imposible que se tenía que conformar con la amistad, esa si no podía perderla por nada del mundo. Nadie me confiaría sus secretos como ella y si fuéramos pareja perderíamos la confianza tan grande que nos teníamos. Eso me dijo un día a manera de juego y me dolió muchísimo, apreciaba su amistad pero quería más que eso, la quería a ella.
Se acostó a mi lado y después de contarme las canalladas del estúpido novio y escuchar mis consejos, se fue quedando dormida. Fue entonces cuando la observé por primera vez sin esconderme. Dormía como una niña, sus manos acariciaban la sábana de vez en cuando y estaba de medio lado. Parecía una escultura.
Jugué a acariciarla sin tocarla, seguí su silueta con mis manos como si quisiera dibujarla. Besé el aire en sus contornos sin establecer contacto real, solo en mi imaginación a unos pocos centímetros de su cuerpo, pero sin rozarla. Me acerqué cada vez más hasta sentir su respiración. Simulé besar sus labios y su cuerpo, casi se despierta. ¡Que pena! Si se llegaba a despertar y me veía aprovechándome así de ella. ¿Que pensaría de mi? Seguro se molestaría y terminaría nuestra amistad. Tenía que cuidarme mucho, pero era difícil, la deseaba demasiado.
Se viró boca arriba y pude observarlo todo. ¡Que cuerpo! Era una diosa. Respire profundo y me decidí a ir un poco mas allá. La besé suavemente en los labios, pero lo hice con tal delicadeza que apenas lo notó. Volví de nuevo pero esta vez lo hice un poco mas atrevido y casi se despierta. Por suerte tenía el sueño profundo. Sus ojos azules parecían vigilarme entreabiertos. La acaricie de verdad pero con cuidado y me respondió dormida con un abrazo muy cariñoso. ¡Que sensación más extraña! Sabía que estaba mal hecho acosar a alguien así, pero tenía que hacerlo y cuando despertara, tenía que decírselo, no podía más. No, no puedo hacerlo, pensé y recapacité sobre la perdida de la amistad y la situación que se estaba creando, ya no era yo.
Ahora ella me estaba acosando dormida, me estaba acariciando y respondió dos de mis besos en su boca. Tuve que contenerme, no podía echarlo todo a perder. Me levanté con cuidado y fui al baño, me puse las manos en la cabeza y me ordené detenerme. Sentí deseos de llorar, de impotencia, de despertarla y contarle toda la verdad. Respiré fuerte y me fui a la cama otra vez con ella. Estaba despierta pensando algo distraída.
Le pregunté que pasaba, con miedo de que se hubiera dado cuenta de lo que hice mientras dormía y estuviera molesta conmigo. Me respondió, soñé que nos estábamos besando y acariciando como novios, parece que esto de la separación me está afectando mucho.
Me salió una sola respuesta imprevista. – No me digas que ahora eres lesbiana. – No chica, pero en el ensueño me gustó. ¡Que raro, uno sueña cada cosa! Tuve que quedarme callada y tirarlo a juego. No podía arriesgarme a perder su amistad.