“4 Horas”? Me dijo mi Ama extrañada. “Si, cuatro horas”, contesté yo.
4 horas es una eternidad, tratándose de tiempo disponible para mi mismo o para entregárselo a mi Ama, y creo que nunca antes habíamos dispuesto de tal cantidad de tiempo para preparar una sesión, así que cuando se lo confirmé, mi Ama, se puso manos a la obra para preparar la que hasta ahora ha sido la mejor sesión de mi vida. Podía notar la excitación en el ánimo de ella también.
He de decir, que la relación que mantenemos mi Ama y yo, es un poco extraña. Ni yo soy un sumiso al uso (aunque ponga todo mi empeño en ello), ni ella me exige lo que sabe que no le puedo dar debido a mi situación personal y laboral. Dicho esto, creo que ambos disfrutamos al máximo del poco tiempo que disponemos para vernos, sea robándole media hora al día para tomarnos un café furtivo, o bien sea una horita para reunirnos en la mazmorra y dejar que mi Ama dejé unas bonitas marcas en mi trasero provocadas por mi propio cinturón.
Otra de las cosas que hemos “pactado”, es que los dos íbamos a llevar esta relación hasta límites en los que ninguno de los dos había llegado antes, cosa que a mi me excita bastante, puesto que ya en más de una ocasión, he comprobado que la imaginación de mi Ama, es cuanto menos tan perversa y sucia como la mía, y eso es lo que creo nos une tanto, esa comunión entre mente y cuerpo buscando esos límites que uno mismo, o bien no se atreve, o bien nunca habría admitido querer llegar por uno mismo. También he de decir, que es la primera vez que me siento sometido de verdad por una Ama. Todas mis experiencias pasadas, habían terminado con mi vena dominante imponiéndose a la supuesta Ama, con la consiguiente desilusión, hasta el punto que ya casi había desistido de buscar una relación de este tipo…..hasta que Ella apareció en mi vida.
“Bien”, me dijo mi Ama. “Fantástico! Tengo pensadas varias cosas, que sé que vamos a disfrutar los dos de ellas, aunque ya sabes, que tu satisfacción me tiene sin cuidado”, me dijo ella. Y aunque es cierto, que mi satisfacción es irrelevante en nuestra relación, mi Ama sabe lo que me pone, y como dejarme plenamente satisfecho, y tras esta sesión en particular, yo mismo he descubierto que verla disfrutar a ella, es lo que más placer me proporciona a mi mismo.
El día acordado, y a la hora acordada, llegué con mi moto puntual a nuestra cita en la mazmorra. Aparqué en la acera, como siempre suelo hacerlo, y tras asegurarme de que la moto se quedaba completamente inmovilizada con sus candados y bloqueo, me dispuse a llamar a la puerta. No hizo falta. Mi Ama, posee un fino oído para los motores, y antes de que pudiera llamar a la puerta, ya había reconocido el sonido del mío y estaba abriendo la puerta para que pudiera entrar, y me sonreía desde el umbral.
“Buenas tardes Ama”, y le devolví la sonrisa. “Buenas tardes, Gruñón”, me contestó ella. Así es como prefiere llamarme, y a mi me encanta que lo haga así.
Nada más cruzar el umbral de la puerta, los roles se ponen en marcha automáticamente, y tanto ella como yo, asumimos nuestros respectivos papeles sin vacilar. Con un movimiento diestro, me colocó un collar con su correspondiente cadena, y con un movimiento sutil, pero enérgico, tiró de mí hacia el interior de la sala. Obedecí sin rechistar y me dejé llevar. Aun recuerdo en nuestra primera sesión, cuando aún estábamos los dos acostumbrándonos al otro, cuando en un momento dado, sentado desnudo y con las manos y el cuerpo atados en un precioso bondage que ella me había hecho, me dio un pequeño tirón de pelo indicándome que quería que tirara la cabeza atrás, a lo cual respondí manteniéndola en la posición en la que estaba, oponiendo resistencia ante su deseo. Fue un gesto intuitivo, y sin pensarlo, pero opuse resistencia por instinto, a lo cual ella respondió con tal contundencia, con un movimiento rápido y preciso, que me hizo tirar la cabeza atrás de forma seca y sin tiempo a reaccionar, y desde entonces comprendí que era mejor no oponer ninguna resistencia a sus voluntades.
Así que obedecí a mi Ama y accedimos al interior de la mazmorra. Una vez en el interior, me colocó un antifaz en los ojos y me privó de la visión. “Desnúdate”!, me ordenó, y así lo hice yo, no sin recibir un par de correctivos por no dejar la ropa debidamente doblada y ordenada. Una vez desnudo y privado de visión, me pidió que la desnudara a ella, y que la vistiese para la ocasión con la ropa que había en la habitación. La primera parte resultó bastante más sencilla que la segunda, aunque la segunda resultó mucho más placentera, ya que deslizar el vestido ceñido por su cuerpo, y notar las curvas de mi Ama me hicieron excitarme bastante.
En este punto he de decir, que mi Ama es guapísima. A parte de la conexión mental que existe entre nosotros, hay una evidente atracción física por ella, y sin duda, si no la hubiese, no habría permitido jamás someterme a ella de la forma que lo hago, así que cada vez, que mi Ama me permite tocar su piel y sentir su calidez en mi propia mano, esto supone ya en sí mismo un motivo de excitación.
Una vez vestida, mi Ama me retiró el vendaje de los ojos, y me permitió que viera el resultado de mi pericia. Estaba guapísima con su vestido para dominar, e incluso se había traído para la ocasión unos zapatos de tacón, que sabía que me iban a gustar especialmente…..todo un detalle por su parte, y una prueba más de que mi Ama se preocupa por mi satisfacción también.
Un suave tirón de cadena, y la seguí por la habitación hasta situarme en la cruz. Primero los pies, y después las manos atadas, hasta inmovilizarme del todo. Para asegurarse de que estaba completamente inmovilizado, me lanzó un azote cariñoso….Efectivamente, mi movilidad estaba muy limitada. “Bien, estás a tiempo de dejarlo si quieres”, me dijo. Esto me extrañó, porque los dos tenemos muy claro cuál es nuestro papel, y por qué estábamos allí, pero le respondí con una negativa de mi cabeza. “Muy bien, pues”, dijo ella, y se encamino hasta la puerta de la habitación en la que nos encontrábamos, desapareciendo tras ella. Yo me quedé extrañado, pensando en que malvada perversión tendría preparada mi Ama para nosotros, que requería de mí explícito consentimiento, y aprobación. Oí unos susurros en otra parte de la mazmorra. Parecía una pequeña conversación, en la que las palabras de mi Ama se mezclaban con las de otra persona. Aquello me extrañó, pues estaba casi seguro de que nos encontrábamos solos en la mazmorra, pero de pronto oí pasos lentos hacia la estancia, y mi Ama aparece en el umbral de la puerta de la habitación. Ésta está abierta a mi izquierda, e intuyo que alguien está detenido allí en el umbral. Mi Ama le mira a los ojos y le sonríe. Después me vuelve a mirar a mi, y me pregunta de nuevo si estoy seguro de seguir o si por el contrario quiero dejarlo allí. Esta nueva pregunta me llega a ofender. Que clase de perversión necesita de tanta aprobación por mi parte? “No, no quiero abandonar, Ama”, le dije de forma más contundente, dejándole claro que me estaba ofendiendo. Entonces ella asiente, y mirando al frente, vuelve a sonreír a quien fuera que estaba delante de ella. “Desde este momento, te prohíbo que digas una sola palabra”, dijo ella, y aunque no me miraba, supe que aquello iba también para mi. Observe como deslizó su mano hacia delante, y cogió algo a la altura de la cintura, atrayéndola hacia si misma y el interior de la habitación.
A esas alturas, yo ya había intuido que no estábamos solos, pero no conocía ni el género de la otra persona, ni lo que mi Ama se traía entre manos, y menos cuando me había pedido mi consentimiento varias veces. Esto último me había descolocado un poco, aunque más tarde, una vez hubo terminado todo, me lo aclaro…..pero eso es otro tema.
Mi Ama y la otra persona entraron en la habitación. Puede observar por primera vez a nuestro compañero de sesión. Un chaval joven, bastante más joven que yo, de unos 30 años, diría yo, aunque desnudo como estaba, es difícil de averiguar. Se le notaba fuerte, con un cuerpo definido. Hombros anchos, y complexión atlética, pero sobre todo, destacaba en él, su enorme polla, que entre las pequeñas manos de mi Ama, parecía más grande aún. Mi Ama tiraba de él, asiendo su polla, hasta que ambos se encontraron delante de mí. Aunque el miraba a mi Ama, y yo aún estaba asimilando la situación, y sobre todo, ante la orden explícita de ella, de que no habláramos, hubo un pequeño momento en el que nuestras miradas se cruzaron, y con un leve movimiento de cabeza, sutil y efímero, apenas perceptible, nos saludamos y nos mostramos respeto mutuo, ese tipo de respeto que solamente se profesan dos tíos desconocidos, metidos en una situación en la que ambos saben que van a disfrutar. No hacían falta las palabras. Tras este breve contacto, mi Ama se situó frente a mi, apoyando su pecho contra el mío, y ordenó a nuestro invitado a que se arrodillara tras ella y la trabajara a fondo. Inmediatamente, pude sentir como el cuerpo de mi Ama respondía ante sus acciones, moviéndose rítmicamente, y dedicándome algún que otro arañazo y pellizco, cuando él, encontraba alguna zona más sensible que otra.
Puesto que mi Ama es bastante más bajita que yo, incluso con esos tacones preciosos que llevaba, podía ver bastante bien como nuestro invitado la iba trabajando, primero con la lengua, y una vez debidamente lubricada, cosa que pasó casi de inmediato, comenzó a follarla con la mano, introduciendo su dedo índice hasta el fondo, con un ritmo frenético, mientras no dejaba de lamerla. Esto hizo que mi Ama se volviera loca, y por primera vez desde que la conozco, la pude oír gemir de placer, cosa que me excito muchísimo, sobre todo porque lo hizo pegada a mi pecho y lanzándole un mordisco de placer a uno de mis pezones. Nuestro invitado no cesaba en su empeño hasta que mi Ama cedió en un orgasmo húmedo, que lanzó chorros de flujo entre sus piernas. Pude notar su orgasmo por la presión que hicieron sus uñas en mi piel, y por el charco que se formó en el suelo a nuestros pies.
“Para”! Ordenó a nuestro invitado. Deslizó sus manos por mis brazos y me liberó las manos. Luego me ordeno que me desabrochara las ataduras de los pies. “Límpiame”!, me ordenó, y yo me incliné de rodillas delante de ella, y empecé a lamer los restos de sus jugos empezando por sus pies, sus tobillos, deslizando mi lengua hacia arriba, por sus gemelos húmedos, hasta llegar a sus rodillas. Pude notar el sabor de mi Ama a través de sus jugos salados. Delicioso! En este punto ella separó un poco las piernas, para permitirme acceder al interior de sus muslos, cosa que hice hasta llegar donde pensé que me era permitido. Ahora no solamente podía sentir su sabor, sino que además podía oler su sexualidad y notar su piel cálida y algo relajada después del orgasmo. Me volví loco de placer. “Ya está”? Me pregunto ella. Yo asentí, y entonces me levanto con un suave tirón de cadena, y me condujo hasta el cepo de la mazmorra, haciéndome meter la cabeza y las manos en él, para luego cerrarlo y dejarme allí inmovilizado. Ella se apoyó a mi izquierda exponiendo su culo a nuestro invitado, y sin dejar de mirarme le indicó que podía empezar a follarla.
Cuando este comenzó a penetrarla con su enorme polla dura ella me susurró, después de haber abierto los ojos tras la primera embestida, que eso que le hacían a ella, yo no tenía permiso para hacerlo, y ni mucho menos me lo merecía, y dejo que nuestro compañero la siguiera follando a su ritmo, poco a poco al principio, mientras yo los observaba.
En este punto, tengo que decir, que ya sentía una admiración sana por nuestro compañero. Lejos de sentir envidia por sus dotes, simplemente admiraba, no solamente la grandeza de su miembro, sino la capacidad para mantenerse erecto durante todo ese tiempo. Si hubiera sido al revés, hacía rato que yo mismo me habría corrido. Pero él no. Él se mantenía firme y erecto follándose a mi Ama de una forma que yo solamente había visto en las películas porno. Realmente aquel tipo era un auténtico profesional, y yo lo admiraba.
Mi Ama se volvió a correr, encharcando aún más el suelo de la mazmorra, y entonces se tumbó delante de mí boca abajo en la camilla en la que estaba anclada el cepo, mientras que situó a nuestro compañero delante suya. Yo tenía la escena delante de mi cara. Mi Ama seductora y preciosa delante de mí, mirando a esa enorme polla directamente delante de ella, y jugueteando con ella con la mano, acariciándola por abajo, jugando con los testículos y hablándome. “Crees que me la puedo meter toda en la boca”? “Crees que me cabrá”?, me preguntó, y sin esperar mi respuesta, la atrajo hacia ella, y empezó a lamerla, introduciéndosela poco a poco entera en la boca, hasta que una pequeña arcada le sobrevino, y tuvo que sacarla. “Vas a hacerme llorar, cabrón”! dijo mirando a nuestro compañero a los ojos. “Te haré pagar por ello”, y me lanzó una mirada furtiva. Continuó comiéndose aquella polla enorme durante unos minutos, mientras yo disfrutaba de la escena, y mi compañero de la suave lengua de mi Ama en torno a su enorme miembro.
Entonces mi Ama decidió que era hora de enjaularme, mientras que nuestro compañero la follaba una y otra vez, y ella se colocaba de forma que yo pudiera ver con todo detalle cada detalle de la escena. Todo un espectáculo que disfruté, pues era evidente el placer que ambos se estaban dando.
Pasados unos minutos, ella le pidió a nuestro compañero que parara. Se giró y lo beso en la boca, y lo condujo fuera de la habitación, mientras yo seguía enjaulado. Unos minutos después, oí la puerta de la mazmorra que se abría, y que alguien salía. Después volvió mi Ama, tan bella como siempre, y con un suspiro, me dijo que ya podía hablar si quería. Yo no tenía nada que decir, y creo que mi sonrisa pícara, fue lo suficientemente explícita. Había transcurrido una hora aproximadamente, y aún estuvimos un par de horas más los dos solos, pero desde luego, el plato fuerte de la sesión, ya nos lo habíamos comido.
Después de cada sesión, a mi Ama y a mi nos gusta sentarnos tranquilamente y conversar, no solamente sobre la sesión que hemos tenido, sino de otras cosas. Nuestra relación va más allá del simple erotismo o sexualidad presente en las sesiones, y disfrutamos de la compañía mutua. Yo le comenté mis impresiones de la sesión, y de cuanto había admirado a aquel compañero imprevisto, y ella me comunicó que a su vez, cuánto había disfrutado de la experiencia, que había sido la primera vez que había planteado esta situación y que no sabía cuál iba a ser el resultado, pero le había encantado. Para eso estábamos allí los dos, para experimentar situaciones nuevas juntos.
Llegados casi a las 4 horas, yo me dispuse a marcharme. Cogí mi casco, mi chaqueta, y me preparé. En el umbral de la puerta, me giré. “Que va a hacer ahora, Ama”?, le pregunté. “No lo sé”, me dijo. “Igual llamo a nuestro compañero, y quedó con él para terminar de follármelo, porque al pobre lo he largado sin que se hubiera corrido”, me dijo con una sonrisa pícara en los labios. Yo le devolví la sonrisa, y me puse el casco, arrancando la moto, y alejándome de la mazmorra por aquella tarde.
Mientras circulaba por las calles, iba pensando en mi Ama y nuestro compañero follando salvajemente en algún lugar de esa misma ciudad, y entonces se me dibujó una sonrisa tan pícara como la de mi Ama bajo mi casco.