Dicen que todo lo que somos, es la suma de nuestras PARTES. Pero también es cierto que a veces, alguna de ellas puede ser tan absolutamente fantástica, que simplemente se convierta en el TODO por el que se nos reconoce.
A y yo, fuimos primero compañeros de trabajo, pero luego, una vez sabida por ambas partes nuestra común atracción por las mujeres, nuestra complicidad y confianza alcanzó tal punto, que me convertí casi sin buscarlo en la guardiana de su gran SECRETO. Cuando me confesaba sus escarceos, los compartíamos divertidos, e imaginábamos juntos cual sería el siguiente paso a dar. Sin embargo, era curioso que él siempre se detuviera y nunca quisiera llegar más allá de un mismo punto, y ese era precisamente, el de SABOREAR el sexo de una mujer.
En verdad, he conocido a pocos amantes como él. Jamás oí a nadie hablar con tanta pasión y conocimiento del coño de una mujer. Su DEVOCIÓN por explorar y mimar cada rincón, cada pliegue, cada hueco de la divina cavidad, era asombrosa. Escuchándole, una podía imaginarse estar al lado de un alquimista concibiendo un nuevo perfume, y llegar a saborear absorta todos y cada uno de los infinitos matices con que describía minuciosamente el íntimo aroma femenino… un perfume frutal, amaderado, ácido, mezcla de tierra húmeda y dulzor de caramelo, el más increíble de los manjares que él jamás hubiera probado… Se trataba sin duda, de un verdadero GOURMET.
Por aquel entonces, yo estaba loca por otra MUJER, con lo cual, compartir con A mis deseos y fantasías, no sólo era estimulante, sino también de lo más didáctico. Sin embargo, llegó un momento en que en nuestras conversaciones, no sólo compartíamos experiencias, sino que jugábamos a provocarnos mutuamente, de forma casi imperceptible pero muy, muy CERTERA. Así, al final de cada una de ellas, yo me iba a casa realmente alterada, y en mi interior no deseaba otra cosa que no fuera sentir sus labios y su lengua recorriendo mi sexo… Y él, acababa igualmente soñando con mis piernas abiertas y mi coño DESNUDO dispuesto a su merced. Los dos éramos perfectamente conscientes de que eso acabaría ocurriendo… la única incógnita por resolver era el CUANDO.
Una noche después del trabajo, A y yo nos fuimos a tomar una copa juntos al bar de siempre, pero estaba cerrado, así que decidimos tomárnosla en su casa. Allí nos relajamos y empezamos una de nuestras conversaciones, como otras tantas veces, solo que esta vez estábamos acurrucados en el sofá, a media luz y susurrándonoslo todo al oído… Creo que los dos sabíamos lo que queríamos, pero para asegurarme, empecé a contarle con toda mi intención y sin omitir detalle, cómo esa misma tarde antes de entrar a trabajar había estado con mi chica jugando… cómo nos habíamos tocado… y cómo habíamos estado RESTREGÁNDONOS nuestros sexos uno contra otro hasta llegar al orgasmo… El se puso excitadísimo, y con su mirada más perversa me preguntó:
– «Oh, Dios, dime que después de ello no te has duchado… «
Sonriendo, y disfrutando del impacto que sabía produciría en él la respuesta, le contesté maliciosamente:
– “Hmmm… como llegaba tarde a trabajar NO me ha dado tiempo… una pena… ¿no crees?”
En ese punto, y sin duda alguna ya, nos abandonamos a una PASIÓN totalmente desenfrenada. Sin apenas quitarnos la ropa, nos abrazamos, nos besamos, nos acariciamos, y sin embargo, A, esquivó deliberadamente rozar siquiera mi sexo en todo momento, lo cual me hacía desearle aún MÁS. En un instante de inesperada calma para recuperar el aliento, él se hincó de rodillas y se abrazó a mis braguitas ya empapadas, como quien se prepara para degustar el postre más delicioso. Sentí cómo inspiraba mi aroma con verdadera devoción, y cómo empezó a acariciarme con un dedito increíblemente hábil, luego con dos, por encima de la blonda de encaje. Después, me bajó la braguita hasta las rodillas, y me separó las piernas con delicada firmeza. Hundió su cabeza entre mis muslos y empezó a desplegar todo su arte. Sus dedos, delicados y certeros jugueteaban lentamente con mi clítoris mientras su LENGUA MAESTRA recorría traviesamente cada rincón, cada pliegue, se sumergía y afloraba en mi rajita, y me saboreaba de un modo como nunca antes había experimentado. Consiguió que me corriera, no una, sino VARIAS veces hasta el delirio, mientras no podía dejar de IMPLORARLE, jadeante hasta la extenuación, que por favor no parase de comérmelo como lo estaba haciendo…
Acabé la noche chorreando entera sobre su cara, que luego lamí amorosamente, en señal de agradecimiento. No intenté volver a excitarle, porque sabía que sería INÚTIL. Porque como ya había comprendido desde hacía tiempo, el único modo que tenía A de satisfacer verdaderamente SU placer, era teniendo en sus brazos el venerado sexo de su amante, dispuesto a recibirle sin condiciones.
Hay quien creerá que A era un amante incompleto. Yo simplemente creo que era un perfecto GOURMET. Y la parte por la que se le reconocía y nunca se olvidaría su todo, es precisamente la que perdura aún en mi memoria cada vez que otro hombre, u otra mujer, acerca sus labios a mi coño.
Para A. Porque pusiste el listón del 10 terriblemente alto.